LAURA DANIELE
ABC, 16/12/2015
«Sabemos que todos los tiempos han sido difíciles para
la evangelización y para la Iglesia». Con esta frase presentó este miércoles el
arzobispo electo de Barcelona, monseñor Juan José Omella, el nuevo plan
pastoral de la Conferencia Episcopal Española, que guiará las actividades de
este órgano de la Iglesia durante los próximos cuatro años. El documento
-titulado «Iglesia en misión al servicio de nuestro pueblo»- propone una serie
de iniciativas para «reavivar la vida cristiana de los ya creyentes y ofrecer
de manera atractiva el don de la fe a los no creyentes».
Para ello, los obispos parten de un duro y realista
diagnóstico sobre la situación de la Iglesia en España y las consecuencias
sociales «de un laicismo beligerantemente religioso». «Tendríamos que estar
ciegos para no verlo», aseguró monseñor Adolfo González Montes, obispo de
Almería, durante la rueda de prensa, en la que también estuvieron presentes el
obispo de Guadix, Ginés García Beltrán, y el secretario general de la CEE, José
María Gil.
«La propia Iglesia ha sido responsable de la
disolución de la moral cristiana en la sociedad»
En la primera parte del plan, los prelados admiten su
responsabilidad en la debilitada «influencia moral» que la Iglesia tiene en la
sociedad. «Nosotros los cristianos, y más todavía los pastores de la Iglesia,
tenemos que situarnos humildemente ante el Señor y pedirnos cuentas de nuestras
responsabilidades en estos males que ahora lamentamos», señala el texto.
Entre esos males, los prelados destacan la idea
difundida «en la cultura dominante de Occidente» de que la religión «no tiene
fundamento racional ni científico» por lo que «las creencias son vistas como
opciones subjetivas que no pueden ser universalizables ni deben influir en el
ordenamiento de la vida pública». «La doctrina católica -aseveran- no es tenida
en cuenta como un referente social ni para las leyes ni para las costumbres».
«Cultura del todo vale»
En este proceso de descristianización o
secularización, los obispos lamentan que los problemas que implican graves
cuestiones morales como la natalidad, el aborto, la educación o el paro «se
discutan y se encaucen sin tener en cuenta la moral natural ni la Doctrina
Social de la Iglesia».