Mons. Giampaolo Crepaldi
Osservatorio
Internazionale Cardinale Van Thuan, 18-12-15
Publicamos el texto de la comunicación del arzobispo
Mons. Giampaolo Crepaldi en el encuentro “Kick-off seminar – Key areas for the
european social dialogue”, que ha tenido lugar en Malta el 2 y 3 de diciembre
de 2015. El arzobispo es Presidente de la Comisión Caritas in veritate del
CCEE (Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa).
El magisterio social de la Iglesia es como un gran río
que procede arrastrando con él las propias aguas para tocar siempre nuevos
márgenes. Nada se pierde, todo es conservado y renovado al mismo tiempo. El único
verdadero modo de conservar es renovar, es decir, vivir. También el magisterio
social sobre la cuestión ecológica viene de lejos[1], ha recorrido una gran
parte del camino en el alveo de este gran río y ahora que el caudal está lleno
y el tesoro del magisterio se ha acumulado, el Papa Francisco resume y relanza,
sistematiza y proyecta su mirada hacia adelante. La Laudato sì’, como ha
escrito el Papa Francisco, «se añade al Magisterio social de la Iglesia»[2],
encuentra su manantial mucho antes y se dispone -este es nuestro deseo- a
alimentar el gran mar de la vida social concreta, desembocando en él.
La metáfora del gran río quiere traducir en términos
visuales la naturaleza de la Doctrina social de la Iglesia que es siempre igual
a sí misma y, al mismo tiempo, siempre nueva.[3]. De hecho, es anuncio de
Cristo[4]; y Cristo no es un personaje del pasado, sino que a la luz de la fe
de la Iglesia está siempre vivo en medio de nosotros, como la Vid y los
sarmientos.
La encíclica Laudato sì del Papa Francisco sobre el
cuidado de la casa común, es decir, sobre la ecología[5], está alimentada por
los grandes principios de la Doctrina Social de la Iglesia, entre los cuales,
además del principio del bien común[6], asume en este caso una notable
importancia el principio del destino
universal de los bienes.
Recuerdo que por voluntad de Juan Pablo II la
conmemoración centenaria de la Rerum novarum, celebrada en 1991, tuvo como tema
precisamente el destino universal de los bienes[7]. Según San Juan Pablo II,
este principio necesitaba un nuevo planteamiento y una actualización sobre dos
importantes argumentos. El primero era que no son sólo los bienes materiales
los que deben tener un destino común, como es el caso de los recursos del
subsuelo o la tierra, sino también los bienes intelectuales como son los
resultados de la investigación, el know how empresarial y económico, la
ciencia, el arte. Hoy se llamarían bienes inmateriales.
El segundo era que el
destino universal de los bienes requería la solidaridad intergeneracional para
que cualquier generación pueda dejar a sus propios hijos un planeta que aún
pueda ser habitable para el hombre. Habitable no sólo desde una perspectiva
ambiental-natural, sino también ambiental-humanista.
Podemos decir que la Laudato sì’ del Papa Francisco
retoma, veinticinco años después, estas exigencias y las lleva a
cumplimiento[8]. Y podemos decir también que lleva a cumplimiento ambas, en su
interdependencia. No se trata, de hecho, de dejar a nuestros hijos y nietos una
tierra no humanizada, no cultivada, no gestionada con justicia por el bien de
todos. El cuidado de la casa común no significa abandono, dejadez, renuncia al
papel del hombre en hacer que rinda para provecho de todos o, peor aún,
empobrecimiento. El cuidado de la casa común requiere sabiduría, necesita unir
con prudencia ciencia y técnica, economía y producción. Requiere, en otras
palabras, que se considere el saber y la naturaleza, los valores humanos y los
recursos naturales como cosas para compartir, pues tienen un destino universal.
En la Laudato sì’ esta trama de elementos humanos y naturales, espirituales y
materiales es muy evidente y exigente.
Esto se resume en el concepto de
“ecología integral”, con la que el Papa Francisco hereda y reelabora el
concepto de “ecología humana” de Juan Pablo II[9]. La ecología integral
requiere la combinación del saber con las leyes de la naturaleza, pero requiere
también una actitud moral y religiosa respecto a la creación. La actitud moral
y religiosa consiste ante todo en respetar la vida y la familia. Juan Pablo II
había enseñado todo esto hablando de ecología humana, sosteniendo que la
familia era la primera estructura de una ecología humana y lo había hecho
reclamando también el deber de respetar la vida. La sociedad, escribía en la Evangelium
vitae, no es una multitud de individuos puestos uno al lado del otro[10], del
mismo modo que el ambiente natural no es sólo un montón de piedras.
Hay un
orden en las cosas, fruto de la sabiduría y del amor del Creador, que nos
habla. También el Papa Francisco habla repetidamente en la Laudato sì’ de los
excluidos de la vida, de quienes son descartados: los embriones humanos; los
niños abortados antes de nacer; los ancianos, empujados a abandonar la vida con
la "muerte dulce". Benedicto XVI, en la Caritas in veritate, había
sostenido que ninguna actitud de verdadera acogida y cuidado es posible si no
está incluida en el respeto de la vida que nace y en la complementariedad del
matrimonio del que nace la familia[11]. Ahora el Papa Francisco potencia todo
esto sosteniendo que o la ecología es integral y atañe a toda la persona y a
todas las personas y no sólo a la salvaguardia de los equilibrios naturales, o
no estará ni siquiera en ese ámbito. Integral quiere decir que o está en todas
partes o no está en ninguna. El mundo es de hecho un sistema de múltiples
interconexiones no sólo horizontales sino, sobre todo, verticales.
La Laudato sì’ no es, en realidad, sólo una encíclica
ecológica, sino que es una encíclica cristológica. O mejor: se ocupa de ecología
pero dentro de una visión eminentemente cristológica. Como San Francisco[12],
también el Papa Francisco ve la creación iluminada por el Verbo y destinada a
ser recapitulada en Cristo: «el destino de toda la creación pasa a través del
misterio de Cristo»[13]. Esta es precisamente la perspectiva que distingue la
visión católica de las tantas que hay presentes hoy en día en el espacio de la
cultura social. Me parece muy relevante, en una época en la que por muchos
motivos la teología de la creación permanece un poco en la sombra, esta visión
propuesta por el Papa Francisco, sobre todo en el segundo capítulo de la
encíclica, que reconduce la creación, luz refleja, al Creador, luz originaria y
plena.
Desde hace siglos se intenta separar la naturaleza del Creador, pero
como dice el Concilio “sin el Creador la criatura desaparece”[14] . Esto vale
también en lo que respecta a la consideración de la Creación[15], transformada
a menudo hoy en simple “naturaleza”. El problema ecológico, quiere decirnos el
Papa Francisco, dice más de sí mismo. Las crisis de tipo material no son nunca
sólo materiales; indican un pérdida del hombre no sólo práctica sino también
sapiencial. El Papa Francisco habla de una cuestión sentida por todos hoy y
sobre la que el magisterio ya se había pronunciado, pero no en un sentido tan
completo y orgánico. Así, de este modo, el Papa se sitúa en el terreno de la
sensibilidad del hombre contemporáneo, habla de lo que le importa de verdad,
sintoniza con lo que le preocupa realmente para dilatar, después, la visión del
problema hasta que se convierte en el problema no del hombre, sino de Cristo y
del Evangelio. A nivel de método esta es una dimensión que no hay que
subestimar.
Muchos espíritus laicos han interpretado la Laudato si’ como una
encíclica que se sitúa a nivel de los problemas, una encíclica “laica” en el
lenguaje y en las temáticas. El Papa Francisco da mucho crédito a algunas
interpretaciones científicas y hace suyas algunas preocupaciones hoy
compartidas [16], aunque aún se debate sobre las mismas. Pero en el mismo
momento en que se sitúa dentro del problema utilizando todas las razones de la
razón laica, propone la interpretación cristocéntrica, lo sitúa dentro de una
poderosa visión de fe, lo eleva a una perspectiva inaudita para los “profesionales
del ecologismo”. Muchos han alabado la Laudato si’ demasiado deprisa, esperando
así atraerla a su sistema de pensamiento del que sería una confirmación. Pero
están decepcionados, porque la perspectiva de Cristo no se sitúa dentro de
ninguna escuela de pensamiento humano.
El aspecto más propio de la Laudato si’ no es, de
hecho, proporcionar indicaciones para la práctica cotidiana, sino desarrollar
una “espiritualidad ecológica” que no tenga en el centro a la ecología sino a
Jesucristo, Aquel por medio del cual todo ha sido creado (Jn 1,3). Es necesario
promover esta nueva mirada del alma sobre las cosas creadas que están cerca de
nosotros y que usamos cada día. La Laudato si’ se dedica a las grandes
cuestiones de la economía, la finanza, la política y en este sentido se ocupa
de las instituciones. Algunos le habían reprochado a Benedicto XVI que no lo
hubiera hecho de manera conveniente en la Caritas in veritate. Pero se ocupa
también de los pequeños gestos cotidianos con los que en el trabajo, en la
familia o en el tiempo libre nos relacionamos con el ambiente y, a través de
éste, con los hombres y con Dios. El punto es precisamente este: considerar que
cuando nos relacionamos con las cosas, nos relacionamos también con los hombres
y con el Creador. Nace aquí una espiritualidad ecológica que no tiene nada que
ver con las tendencias actuales de la new age, sincretistas o del nuevo
consumismo ecológicamente sostenible. La sostenibilidad de la que habla la
Laudato si’ es una sostenibilidad ecológica, humana y
cristiana.
La “espiritualidad ecológica”, según la encíclica del
Papa Francisco, debería concretarse en una “conversión ecológica”[17]. Esta
expresión ha sido leída a menudo como una conversión “a la ecología”. Como si
la tierra, el planeta, los equilibrios ambientales fueran el objeto de la
conversión. Ciertamente, ante comportamientos de desprecio grave y dañino hacia
la naturaleza, se puede hablar de una necesidad de cambiar la perspectiva de
acción, es decir, de una conversión, pero entendida en sentido reducido y sin
el significado religioso que la palabra asume en contexto cristiano.
El objeto
de la conversión sin embargo no es el agua, que hay que utilizar de manera
sabia, ni el aire, que no hay que contaminar, porque de lo contrario la perspectiva
se convierte en divinización de la naturaleza. El objeto de la conversión es
Dios, que nos exige también un cambio en el modo de ver la creación.
La
conversión consiste en ver la creación “en Dios”, dentro de su plan de
salvación y a la luz de su Voluntad providente y, por lo tanto, no en la
adhesión a formas de ecologismo. El modelo aquí sigue siendo San Francisco de
Asís[18].
La espiritualidad ecológica, tal como la presenta la
Laudato si’, es la asunción de la perspectiva del don. En este sentido veo una
continuidad significativa entre la Caritas in veritate[19] y la Laudato si’. Se
prosigue y desarrolla el principio según el cual recibir precede el hacer.
Benedicto XVI había hecho de esta lógica cristiana del don el punto de
referencia para una renovación también de las instituciones económicas,
indicando recorridos de revisión de nuestros conceptos tradicionales en lo que
respecta a la empresa, el emprendedor y la ganancia. La espiritualidad de la
Laudato si’, considerada así, no puede seguir siendo sólo espiritualidad íntima
y personal, sino que se dilata hasta atribuir las propias categorías a la
construcción de toda la sociedad. Así sucede que la oración final con la que el
Papa Francisco concluye la encíclica se convierte en manantial de esperanza
verdadera y concreta, de una esperanza activa y “organizada” para el bien de
los hombres.
[1] Tra i principali insegnamenti del magistero
precedenti la Laudato sì, ricordiamo almeno i seguenti: Giovanni Paolo II,
Lett. Enc. Centesimus annus, nn. 37-40; Giovanni Paolo II, Messaggio per la
Giornata mondiale della pace, 1 gennaio 1990: “Pace con Dio creatore, pace con
tutto il creato”; Pontificio Consiglio per la giustizia e la pace, Compendio
della Dottrina sociale della Chiesa, nn. 451-487; Benedetto XVI, Lett. Enc.
Caritas in veritate, nn. 48-51.
[2] Laudato si’, n. 15. Sull’enciclica Laudato si’ di
Papa Francesco, si può vedere: EDITORIALE, Lettre encyclique Laudato Si’ sur la
sauvegarde de la maison commune, “Nova & Vetera”, XC (2015) 3, pp. 245-250;
FARES, Diego S.I., Povertà e fragilità del pianeta, “La Civiltà Cattolica”, n.
3961, 11 luglio 2015, pp. 23-34; LARIVERA, Luciano S.I., L’enciclica oltre le
critiche ideologiche, “La Civiltà Cattolica”, n. 3961, 11 luglio 2015, pp.
23-34.; SPADARO, Antonio S.I., “Laudato si’”. Guida alla lettura dell’enciclica
di Papa Francesco, “La Civiltà Cattolica”, n. 3961, 11 luglio 2015, pp. 3-22.
[3] Giovanni Paolo II, Lett. Enc. Sollicitudo rei
socialis, n. 3
[4] Ivi, n. 41; Id., Lett. Enc. Centesimus annus, n. 5.
[5] Sulla questione ecologica nella Dottrina sociale
della Chiesa si vedano: SEQUERI, Pierangelo, Custode, non tiranno. Per un nuovo
rapporto fra persona e creato, EMI, Bologna 2014; DE LARMINAT, Stanislav,
L'écologie chrétienne n'est pas ce que vous croyez, Préface de Mgr.
André-Joseph Léonard, Salvator, Paris 2014; DE LARMINAT, Stanislas, Vers
l'écologie humaine?, “Liberté politique”, n. 59, mars-avril 2013, pp. 11-28;
CREPALDI Giampaolo – TOGNI, Paolo, Ecologia ambientale ed ecologia umana.
Politiche dell’ambiente e Dottrina sociale della Chiesa, Cantagalli, Siena
2007.
[6] Laudato si’, nn. 156-158.
[7] Cf BELLAVITE, Enrico e FONTANA, Stefano (a cura
di), La destinazione universale dei beni. Atti del Simposio internazionale nel
centenario della Rerum Novarum del Pontificio Consiglio della Giustizia e della
Pace, Edizioni Cercate, Verona 1992.
[8] Papa Francesco si rifà esplicitamente al principio
della destinazione universale dei beni nel paragrafo VI del secondo capitolo,
nn. 93-95.
[9] Giovanni Paolo II, Lett. Enc. Centesimus annus,
38.
[10] Giovanni Paolo II, Lett. Encicl. Evangelium
vitae, n. 20.
[11] Benedetto XVI, Lett. Enc. Caritas in veritate, n.
28.
[12] Laudato si’, nn. 10, 11, 12.
[13] Laudato si’, n. 99.
[14] Concilio Vaticano II, Cost. Past. Gaudium et
spes, n.
[15] MALNATI, Ettore, La creazione ex nihilo e la
questione ecologica nel Compendio della Dottrina sociale della Chiesa,
“Bollettino di Dottrina sociale della Chiesa” X (2014) 4, pp. 107-112.
[16] Si veda soprattutto il capitolo I dell’enciclica.
[17] Laudato si’, nn. 216-218. L’espressione era già
stata usata da Giovanni Paolo II nel Messaggio per la Giornata mondiale della
pace del 1 gennaio 1990.
[18] Laudato sì’, n. 218.
[19] Cf CREPALDI, Giampaolo, Introduzione alla lettura
dell’enciclica Caritas in veritate, in Benedetto XVI, Caritas in veritate,
Cantagalli, Siena 2009, pp. 9-42.