Cada año se tiran a
la basura 1.300 toneladas de alimentos en buen estado, es decir, comida que
está en buenas condiciones, comida que sirve. Si pudiera redistribuirse ese
caudal de alimentos, se acabaría con el hambre en el mundo. La Organización de
las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa
de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) lanzaron una campaña para
reducir semejante desperdicio. El mensaje de alerta es para todos los
involucrados en la cadena alimenticia: desde los productores hasta los
consumidores. Especialmente en países desarrollados.
Think.Eat.Save.
Reduce Your Foodprin (“Piensa. Aliméntate. Ahorra. Reduce tu huella
alimentaria”) es el nombre de la campaña. “En un mundo de siete mil millones de
habitantes, que aumentarán a nueve mil millones en 2050, el desperdicio de
alimentos no tiene sentido ni a nivel económico, ni ambiental ni ético –aseguró
el secretario general adjunto de la ONU y director ejecutivo del PNUMA, Achim
Steiner–. Aparte del costo que conlleva, toda la tierra, el agua, los
fertilizantes y la mano de obra necesarios para cultivar esos alimentos se
pierde. (...)"
“Juntos podemos
revertir esta tendencia inaceptable y mejorar la vida de las personas. En las
regiones industrializadas, casi la mitad del total de alimentos desperdiciados,
alrededor de 300 millones de toneladas al año, se debe a que los productores,
minoristas y consumidores desechan alimentos que todavía son aptos para el
consumo –aseguró el director general de la FAO, José Graziano da Silva–. Es más
que la producción total neta de alimentos de Africa subsahariana, y sería
suficiente para alimentar a los cerca de 870 millones de personas con hambre en
el mundo”.
Los consumidores en
Europa, América del Norte y Oceanía tiran per cápita entre 95 y 115 kilos de
comida al año, mientras que las personas que viven en el África subsahariana y
el sudeste de Asia, según datos de la FAO y PNUMA, tiran entre 6 y 11 kilos. En
Latinoamérica se tiran 100 millones de toneladas al año. “Esta cifra indica que
entre el 10 y el 15 por ciento de los alimentos que se producen en la región
jamás llega al estómago de una persona –dijo Robert Van Otterdijk, experto de
FAO–. El problema son las exigencias europeas, que a veces se fijan más en lo
estético que en lo nutricional.
Clarín, 23-1-13