Autor: Andrea
Tornelli
|Fuente: vaticaninsider.lastampa.it
La señal que llegó
mediante las palabras que pronunció Benedicto XVI en la audiencia a la Rota Romana no debe
ser enfatizada demasiado, pero tampoco menospreciada. El Papa pidió a los
jueces eclesiásticos y "rotales" «más reflexiones» sobre la falta de
fe de los esposos como posible causa de nulidad del matrimonio. «No pretendo
sugerir -precisó- ningún automatismo fácil entre la carencia de fe y la
invalidez de la unión matrimonial, sino más bien indicar que tal carencia
puede, aunque no necesariamente, herir incluso los bienes del matrimonio». Se
trata de una espiral importante, que podría llevar a la reflexión sobre algunos
criterios con los que se juzgan estas causas, ante el «cisma silencioso» de los
divorciados que se han vuelto a casar y de tantas personas excluidas de la
comunión eucarística por la «irregularidad» de su nueva relación.
No es la primera vez
que el Pontífice afronta este argumento. En julio de 2005, mientras se
encontraba de vacaciones en Les Combes, respondió a una pregunta relacionada
mientras platicaba con unos sacertores del lugar. «Ninguno de nosotros -dijo-
tiene una receta ya lista, sobre todo porque las situaciones siempre son
diferentes. Me parece particularmente dolorosa la situación de todos los que se
casaron en la Iglesia ,
pero que no eran verdaderamente creyentes y lo hicieron por tradición, y
después, al encontrarse en un nuevo matrimonio no válido, se convierten,
encuentran la fe y se sienten excluidos del sacramento. Este es verdaderamente
un sufrimiento grande y cuando fui Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe invité a diferentes
Conferencias Episcopales y a especialistas a que estudiaran este problema: un
sacramento celebrado sin fe. Si fuera posible encontrar, realmente, un momento
de invalidez porque al sacramento le faltaba una dimensión fundamental, no osaría
decirlo. Yo, personalmente, lo creía, pero de las discusiones que hemos tenido
al respecto entendí que el problema es muy difícil y que todavía debe ser
analizado profundamente. Pero, dada la situación de sufrimiento de estas
personas, hay que analizarlo».
En 1972, como
teólogo, Joseph Ratzinger había indicado los límites de las demostraciones
procesuales que declaran la nulidad matrimonial. Como cardenal arzobispo de
Mónaco, durante el Sínodo sobre la familia de 1980, Ratzinger escribió a los
agentes pastorales de su diócesis: «El Sínodo indica como una categoría aparte
a todos los que han llegado a la motivada convicción de conciencia, con
respecto a su primer matrimonio, aunque no sea posible la prueba judicial a su
favor. En un caso semejante se puede, evitando el escándalo, conceder la
autorización para recibir la comunión».
En octubre del año
siguiente, con una carta a "The Tablet", Ratzinger rectificó las
interpretaciones demasiado aperturistas de sus palabras, explicando que en 1972
había hablado como teólogo y que entonces, como Prefecto del ex Santo Oficio,
creía que la solución de la consciencia del individuo era impracticable, dado
que el matrimonio no es un acto privado y tiene repercusiones en la vida del
cónyuge, de los hijos, de la sociedad civil y eclesial. Pero también en aquella
ocasión concluyó diciendo que en algunos casos excepcionalmente raros se podía
recurrir a la
Penitenciaría apostólica después del fracaso de los procesos
canónicos.
Ratzinger volvió a
hablar sobre el argumento en el libro-entrevista del periodista Peter Seewald,
"La sal de la tierra" (1997). Afirmó que «En un futuro se podría
incluso llegar a una constatación extrajudicial de la nulidad del matrimonio.
Esta podría, tal vez, ser constatada por los que tienen la responsabilidad
pastoral en el lugar». Una apertura sobre la posibilidad de que la última
palabra sobre la nulidad matrimonial recaiga en el obispo, con una mayor
atención a cada una de las situaciones, y no solo en los tribunales
eclesiásticos.
En fin, en 1999, en
la instrucción de la
Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la pastoral de los divorciados que se
han vuelto a casar, que insistía en la exclusión de la comunión sacramental,
Ratzinger observó: «Debería aclararse si verdaderamente cada matrimonio entre
dos bautizados es ipso facto un matrimonio sacramental. La fe pertenece a la
escencia del sacramento».
Como se ve, un
recorrido que atribuye un significado más profundo de lo que parece a lo que
dijo el Papa ante la Rota
Romana. El hecho de que el Papa pida nuevas reflexiones
indica que el problema está abierto y que se pueden explorar nuevas vías.