El Arzobispo de San
Juan, Monseñor Alfonso Delgado, fue uno de los expositores del II Seminario CSR
Mining, que reunió a una gran variedad de actores nacionales y internacionales
vinculados a la responsabilidad social en minería Jueves, 27 de Diciembre de
2012.
Extractos de la
presentación de Monseñor Delgado:
El foco en la
actividad minera
A veces, la Iglesia Católica
es como una “caja de resonancia” de preocupaciones humanas y sociales. El tema
de la minería tiene amplia repercusión en la sociedad, tanto en pequeñas
poblaciones alejadas como en centros urbanos. Genera una llamada de atención a
las autoridades públicas, a los dirigentes sociales y a los líderes religiosos
católicos y de otros credos.
En los últimos años
ha aparecido en Argentina como un “ruido social” sobre la minería. Quizá
influyan un buen interés y preocupación ambiental; la presencia de numerosos
grupos ecologistas, algunos de ellos un tanto radicalizados; otros intereses,
etc. En el ámbito de la
Iglesia ha habido algún pronunciamiento negativo por parte de
pequeñas comunidades o en algún grupo pastoral específico que recoge el sentir
de un determinado grupo social.
Estas inquietudes han
surgido, en algunos casos, por malas experiencias concretas en un pasado
reciente, por preocupaciones sobre las actuaciones políticas y sospechas de
connivencia con grandes intereses en detrimento de la verdad y la justicia; por
desconfianza en los contralores ambientales oficiales; por temores y
desinformación sobre los riesgos a corto, mediano y largo plazo; por la
difusión superficial de información, etc. En sentido contrario, también se han
escuchado preocupaciones de profesionales, técnicos, empresas, ámbitos
científicos y sectores gubernamentales vinculados a la minería, que consideran
plenamente legítima esta actividad y capaz de resolver correctamente los
posibles impactos.
En la Iglesia , estas inquietudes
han impulsado a un mayor conocimiento y reflexión en las Conferencias
nacionales de obispos, en los obispos de zonas con minería y en ambientes de
estudio y reflexión sobre la
DSI. A veces han servido de cauce para alentar un mayor
conocimiento y a un diálogo profundo y sincero entre ámbitos con valoraciones
contrapuestas.
Desde la mirada de la Doctrina Social de
la Iglesia ,
es necesario decir que se la considera una actividad productiva legítima, con
tal que “se haga bien”. “Hacerla bien” significa, en primer lugar, que a través
de los emprendimientos para la obtención de recursos minerales se respeta y
potencia la dignidad y el bienestar de las personas que viven y trabajan en ese
entorno social, se fortalece la responsabilidad hacia el bien común, entre las
que se sitúa el cuidado del medio ambiente. Esta valoración ética básica es, en
general, común a las demás actividades productivas.
Al mismo tiempo, la
minería tiene su propia especificidad debido a sus características particulares,
a las dimensiones de los emprendimientos y a la importante repercusión social y
ambiental. La sociedad percibe, junto a sus posibles beneficios de un mejor
desarrollo social, un impacto significativo y riesgos más importantes. Esto
hace necesario la obtención de una legitimidad social que debe renovarse
constantemente y que constantemente será sometida a examen. Por eso, a los
principios morales básicos hay que añadirle las características propias de la
actividad.
Algunas de las
cuestiones propias de la minería, desde el punto de vista de la percepción
social, podrían expresarse de este modo:
Es una actividad no
sostenible por sí misma a lo largo del tiempo, pues los recursos minerales se
agotan y cesa la actividad de la empresa. ¿Qué pasará y qué quedará entonces en
esas poblaciones y en esa región?
Genera una gran
repercusión en el factor humano de la actividad y en su sus familias, en las
comunidades cercanas y en entornos sociales más amplios (provincia, región,
país).
Se perciben mayores
riesgos físicos y ambientales.
Los yacimientos
mineros suelen ubicarse en zonas alejadas de los centros urbanos y con menor
desarrollo social.
Hay, además,
características propias referidas al entorno geográfico, social y cultural, a
la existencias de comunidades de pueblos originarios con sus costumbres y con
su propia cultura, a la geografía, al clima, a las actividades productivas
preexistentes, etc.
La actividad minera
genera expectativas de mayor bienestar y desarrollo en las comunidades.
Requiere de grandes
inversiones y riesgos económicos a largo plazo (exploración, producción,
comercialización, seguridad jurídica, desarrollo social, cuidado ambiental,
etc.).
Posibilidad de
cambios o evolución de los marcos de referencia y de las políticas públicas.
Por sus dimensiones e
impactos, esta actividad requiere de una correcta información y de una buena y
eficiente comunicación a la sociedad como elemento necesario para llegar a
alcanzar la legitimación social.
Minería y desarrollo
social sostenible
Debido a la magnitud
de los emprendimientos y al tiempo de realización, el aporte de la gran minería
al desarrollo económico presente y futuro reclama políticas públicas claras,
honestas y transparentes, junto con un marco apropiado y seguro para un genuino
desarrollo social y ambiental sostenible en el tiempo, más allá de la vida útil
de los yacimientos.
La actividad minera debe estar en condiciones de
asumir responsabilidades sociales específicas en el presente y en el futuro
(RSE = Responsabilidad Social de la
Empresa ) y responsabilidades hacia los entornos familiares de
sus trabajadores (distancias y alejamiento temporario, rápido incremento del
poder adquisitivo, etc.) y de sus ámbitos de influencia. Algunas empresas
mineras han comenzado a implementar una lógica Responsabilidad Familiar
Empresaria (RFS).
Aunque cambien las
formas históricas del trabajo humano, no pueden cambiar las exigencias
permanentes de los derechos de quienes trabajan (incluidos los directivos de
las empresas), que va más allá de las remuneraciones salariales.
En cuanto al justo
beneficio, se debe decir que puede ser un primer indicador del buen
funcionamiento de una empresa. Sin embargo, no siempre el beneficio expresa un
adecuado servicio a la sociedad. Puede haber balances exitosos y, al mismo
tiempo, descuido de los derechos y dignidad de quienes trabajan, que es también
un patrimonio valioso de las empresas. Esto suele ocurrir en ambientes
socioculturales proclives a la explotación de las personas, al incumplimiento
de las obligaciones de justicia social, etc. También puede ocurrir en empresas
públicas, en las acciones gubernamentales y en otras instituciones de la
sociedad.
En algunos casos, el
legítimo beneficio de la empresa podría llegar a oponerse a la dignidad de las
personas y del trabajo. Pero conviene tener en cuenta que el futuro de una
empresa no depende sólo de la producción y de sus beneficios. La productividad
y la eficacia también se alcanzan fomentando el crecimiento de las personas.
Las empresas pueden llegar a ser comunidades solidarias abiertas a una sana
“ecología social” del trabajo, del bien común y del cuidado ambiental,
incorporándola a los propios intereses de la empresa.
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