DON BOSCO

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"BUENOS CRISTIANOS Y HONRADOS CIUDADANOS"

Una vacuna para tratar la adicción a las drogas





Autor: Keith Humphreis

Conocí a Shirelle cuando ella iniciaba un tratamiento para su adicción a la cocaína durante el apogeo de la epidemia del crack de los años 80. Esta mujer afro-estadounidense con apariencia de anciana -aunque en realidad tenía entre 35 y 40 años- me dirigió una mirada que yo había visto por todas partes en los barrios en ruinas de Detroit: una combinación de un tic facial y unos ojos vacíos e inertes. Sintiéndose avergonzada y suicida por la destrucción de su familia a causa de su drogadicción, decidió someterse a un tratamiento, guiada por la desesperación, y no por la confianza de que le ayudaría.

Shirelle ya había pasado por rehabilitación, terapia y reuniones de 12 pasos, pero sin resultados. Hablaba lentamente porque sus labios estaban quemados por su pipa de crack, pero su pregunta directa se entendía fácilmente: "¿No hay otra cosa?". "Realmente no", respondí.

Como experto en tratamientos para adicciones, lo que me deprime es que un cuarto de siglo más tarde aún le tengo que dar la misma respuesta. Pero ahora existe otra posibilidad en el horizonte: una vacuna para la adicción a la cocaína y otras drogas estimulantes.

La idea de usar el sistema inmunológico del cuerpo para combatir los efectos de las drogas adictivas se remonta a estudios de animales realizados en los años 70, pero la primera evidencia de que una vacuna podría ayudarle a personas con adicción a la cocaína no surgió hasta 2009. En un revolucionario ensayo clínico, Thomas Kosten y sus colegas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Baylor probaron una vacuna que combina moléculas de cocaína con un componente no dañino del cólera. Al detectar lo que parece ser una incipiente infección, el cuerpo genera una respuesta inmunológica al cólera que se extiende a la cocaína. Al final del ensayo, los pacientes cuyos cuerpos generaron una respuesta inmunológica fuerte a la vacuna tuvieron 30% más pruebas sin rastros de cocaína que los pacientes que generaron una respuesta débil o que recibieron un placebo.

¿Qué significaría una vacuna de este tipo para un adicto a la cocaína como Shirelle? Su cuerpo trataría la droga como con un germen invasivo y produciría anticuerpos que se aferren a él y cambien su tamaño y forma. La cocaína que ella ingiriera, la cual otrora ingresaba a su cerebro de forma rápida y masiva, llegaría allí lentamente, si es que llega. En términos coloquiales, la cocaína ya no sería divertida para ella. La teoría, que el estudio de Kosten respaldó hasta cierto punto, es que si los adictos a la cocaína ya no experimentaran la sensación eufórica de la droga, la dejarían de usar.

La mayoría de la gente, incluyendo muchos de mis colegas en este campo, considera una medida radical tratar la drogadicción con una vacuna. Para otras adicciones (como a la nicotina, el alcohol y los opiáceos como la heroína), la estrategia ha sido muy distinta: los avances farmacólogos han venido de medicamentos que alteran la neuroquímica para reducir el deseo o para bloquear los efectos gratificantes de las drogas en receptores específicos del cerebro. Se han gastado miles de millones de dólares para intentar desarrollar medicamentos para las adicciones a la cocaína y las metanfetaminas, pero los resultados han sido decepcionantes. Una vacuna que combata la adicción a estas drogas entraría en efecto en cuanto la droga ingrese al cuerpo, antes de que tenga la oportunidad de ejercer sus efectos poderosos en el cerebro.

Una vacuna no sería la panacea; no serviría por sí sola como solución a la adicción a la cocaína y la metanfetamina. La psicoterapia cognitivo-conductual y los grupos de 12 pasos han demostrado que reducen el uso de drogas estimulantes en rigurosos estudios de investigación. Otra estrategia que usa recompensas pequeñas e inmediatas conferidas al dejar de consumir drogas -premios como vales de comida y boletos de cine- ha demostrado ser efectiva tanto en el sistema judicial como en centros de cuidado de saludo. Pero como sabemos todos en el campo del tratamiento de adicciones, estoy consciente que estos métodos no siempre son útiles y podrían volverse más efectivos si se combinan con un enfoque médico.

Sin embargo, hay varios datos desalentadores. En el estudio de Kosten, sólo 38% de los pacientes inyectados con la vacuna desarrollaron una respuesta inmunológica fuerte. El resto desarrolló una respuesta débil o ninguna en absoluto, por razones desconocidas. Incluso cuando la vacuna funcionó, los efectos se desvanecieron con el tiempo, por lo que se requerían reinyecciones cada varias semanas. Y no todos estarán dispuestos a probar la vacuna, por la misma razón que es tan prometedora: hace que el uso de la droga sea menos placentero sin reducir inmediatamente el deseo físico y psicológico.

Las vacunas en el futuro no tendrían que depender de las incertidumbres del cuerpo de cada paciente para generar una fuerte respuesta inmunológica. S. Michael Owens de la Universidad de Arkansas de Ciencias Médicas ha sintetizado anticuerpos a la metanfetamina que pueden ser inyectados en pacientes adictos. Por tanto, en vez de esperar a ver si el cuerpo del paciente producirá sus propios anticuerpos, como en el estudio de Kosten, Owens recalca que con esta táctica "podemos darle suficiente anticuerpo y lo podemos hacer rápidamente y en la dosis correcta, al igual que con cualquier otro medicamento".

El problema de la reducción con el tiempo de la respuesta inmunológica también podría resolverse un día. En teoría, las vacunas futuras podrían usar un virus que envíe material genético que reprograme las células del hígado para producir consistentemente anticuerpos para las drogas estimulantes. Shankar Vallabhajosula del Colegio Médico Weill Cornell recientemente utilizó encefalogramas para demostrar que tal vacuna de terapia génica bloquea el ingreso de la cocaína al cerebro de monos hasta cuatro meses después de la inyección. Se planea hacer una prueba con humanos.

Quizás el mayor obstáculo para desarrollar una vacuna es el financiamiento. Nora Volkow, directora del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de EE.UU., expresa que "está muy emocionada por las posibilidades de las vacunas". Pero el presupuesto anual entero de US$1.000 millones de su agencia, que otorga subvenciones, apenas equivale a lo que la industria farmacéutica gasta para llevar un solo medicamento al mercado. Los grandes fondos para investigación y desarrollo se encuentran en el sector privado, que ha mostrado poco interés en las vacunas contra adicciones.

La industria farmacéutica sabe que para que una vacuna con la adicción sea rentable, tiene que haber una gran cantidad de médicos que la receten. Pero sólo unos 3.500 doctores en EE.UU. se especializan a tiempo completo en la adicción, comparado con la población de alrededor de 21 millones de estadounidenses con problemas diagnosticables de drogas y alcohol. Una porción significativa de doctores no considera la adicción como una condición médica legítima y por lo tanto no se interesa en tratarla. Otros ven el alto índice de fracaso de los tratamientos de adicciones y por instinto se alejan: los médicos odian el fracaso más de lo que odian a los ejecutivos de las obras sociales.

A principios de mi carrera, la depresión a menudo se percibía como una señal de carácter débil que los doctores no hallaban cómo afrontar. Después, vino la revolución de Prozac. Cuando los doctores y los pacientes vieron que la depresión responde al medicamento, empezaron a ver la condición más como una enfermedad que un defecto de carácter.

Si los investigadores de vacunas pueden otorgar a los doctores un tratamiento médico eficaz para la adicción a drogas estimulantes, podría ocurrir un círculo virtuoso similar. La existencia de un medicamento podría dar legitimidad a la adicción a la cocaína y la metanfetamina como desórdenes médicos, lo cual podría hacer que los doctores se sientan más cómodos para tratar la adicción de pacientes como Shirelle. Sólo entonces la industria farmacéutica hará las inversiones necesarias para el desarrollo rápido de esta tecnología potencialmente salvavidas.

Humphreys es profesor de psiquiatría de la Universidad de Stanford y ex asesor de políticas de la Oficina de Política Nacional de Control de Drogas de la Casa Blanca.

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