El 21 de diciembre,
Benedicto XVI se dirigió a los miembros de la Curia romana y del gobierno del Vaticano, en el
tradicional discurso de felicitación navideña, en los que recordó los
principales hitos del año que termina.
Reproducimos dos
frases del discurso de Su Santidad:
“La gran alegría con
la que se han reunido en Milán familias de todo el mundo ha puesto de
manifiesto que, a pesar de las impresiones contrarias, la familia es fuerte y
viva también hoy. Sin embargo, es innegable la crisis que la amenaza en sus
fundamentos, especialmente en el mundo occidental. Me ha llamado la atención
que en el Sínodo se haya subrayado repetidamente la importancia de la familia para
la transmisión de la fe como lugar auténtico en el que se transmiten las formas
fundamentales del ser persona humana. Se aprenden viviéndolas y también
sufriéndolas juntos. Así se ha hecho patente que en el tema de la familia no se
trata únicamente de una determinada forma social, sino de la cuestión del
hombre mismo; de la cuestión sobre qué es el hombre y sobre lo que es preciso
hacer para ser hombres del modo justo.
Los desafíos en este contexto son
complejos. Tenemos en primer lugar la cuestión sobre la capacidad del hombre de
comprometerse, o bien de su carencia de compromisos. ¿Puede el hombre
comprometerse para toda la vida? ¿Corresponde esto a su naturaleza? ¿Acaso no
contrasta con su libertad y las dimensiones de su autorrealización? El hombre,
¿llega a ser sí mismo permaneciendo autónomo y entrando en contacto con el otro
solamente a través de relaciones que puede interrumpir en cualquier momento? Un
vínculo para toda la vida ¿está en conflicto con la libertad? El compromiso,
¿merece también que se sufra por él?
El rechazo de la vinculación humana, que
se difunde cada vez más a causa de una errónea comprensión de la libertad y la
autorrealización, y también por eludir el soportar pacientemente el
sufrimiento, significa que el hombre permanece encerrado en sí mismo y, en
última instancia, conserva el propio «yo» para sí mismo, no lo supera
verdaderamente. Pero el hombre sólo logra ser él mismo en la entrega de sí
mismo, y sólo abriéndose al otro, a los otros, a los hijos, a la familia; sólo
dejándose plasmar en el sufrimiento, descubre la amplitud de ser persona
humana. Con el rechazo de estos lazos desaparecen también las figuras
fundamentales de la existencia humana: el padre, la madre, el hijo; decaen
dimensiones esenciales de la experiencia de ser persona humana”.
La "falacia
profunda" de la ideología de género
“El gran rabino de
Francia, Gilles Bernheim, en un tratado cuidadosamente documentado y
profundamente conmovedor, ha mostrado que el atentado, al que hoy estamos
expuestos, a la auténtica forma de la familia, compuesta por padre, madre e
hijo, tiene una dimensión aún más profunda. Si hasta ahora habíamos visto como
causa de la crisis de la familia un malentendido de la esencia de la libertad
humana, ahora se ve claro que aquí está en juego la visión del ser mismo, de lo
que significa realmente ser hombres.
Cita una afirmación que se ha hecho famosa
de Simone de Beauvoir: «Mujer no se nace, se hace» (“On ne naît pas femme, on
le devient”). En estas palabras se expresa la base de lo que hoy se presenta
bajo el lema «gender» como una nueva filosofía de la sexualidad.
Según esta
filosofía, el sexo ya no es un dato originario de la naturaleza, que el hombre
debe aceptar y llenar personalmente de sentido, sino un papel social del que se
decide autónomamente, mientras que hasta ahora era la sociedad la que decidía.
La falacia profunda de esta teoría y de la revolución antropológica que subyace
en ella es evidente. El hombre niega tener una naturaleza preconstituida por su
corporeidad, que caracteriza al ser humano.
Niega la propia naturaleza y decide
que ésta no se le ha dado como hecho preestablecido, sino que es él mismo quien
se la debe crear. Según el relato bíblico de la creación, el haber sido creada
por Dios como varón y mujer pertenece a la esencia de la criatura humana. Esta
dualidad es esencial para el ser humano, tal como Dios la ha dado. Precisamente
esta dualidad como dato originario es lo que se impugna. Ya no es válido lo que
leemos en el relato de la creación: «Hombre y mujer los creó» (Gn 1,27). No, lo
que vale ahora es que no ha sido Él quien los creó varón o mujer, sino que
hasta ahora ha sido la sociedad la que lo ha determinado, y ahora somos
nosotros mismos quienes hemos de decidir sobre esto. Hombre y mujer como
realidad de la creación, como naturaleza de la persona humana, ya no existen.
El hombre niega su propia naturaleza. Ahora él es sólo espíritu y voluntad. La
manipulación de la naturaleza, que hoy deploramos por lo que se refiere al
medio ambiente, se convierte aquí en la opción de fondo del hombre respecto a
sí mismo. En la actualidad, existe sólo el hombre en abstracto, que después
elige para sí mismo, autónomamente, una u otra cosa como naturaleza suya. Se
niega a hombres y mujeres su exigencia creacional de ser formas de la persona
humana que se integran mutuamente.
Ahora bien, si no existe la dualidad de
hombre y mujer como dato de la creación, entonces tampoco existe la familia
como realidad preestablecida por la creación. Pero, en este caso, también la
prole ha perdido el puesto que hasta ahora le correspondía y la particular
dignidad que le es propia. Bernheim muestra cómo ésta, de sujeto jurídico de
por sí, se convierte ahora necesariamente en objeto, al cual se tiene derecho y
que, como objeto de un derecho, se puede adquirir. Allí donde la libertad de
hacer se convierte en libertad de hacerse por uno mismo, se llega
necesariamente a negar al Creador mismo y, con ello, también el hombre como
criatura de Dios, como imagen de Dios, queda finalmente degradado en la esencia
de su ser. En la lucha por la familia está en juego el hombre mismo. Y se hace
evidente que, cuando se niega a Dios, se disuelve también la dignidad del
hombre. Quien defiende a Dios, defiende al hombre”.
El Documento de de la V Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano
Para quien no lo
recuerde, a propósito de la perspectiva de género, dice el Documento de
Aparecida (30-05-2007):
“Entre los presupuestos que debilitan y menoscaban la
vida familiar, encontramos la ideología de género, según la cual cada uno puede
escoger su orientación sexual, sin tomar en cuenta las diferencias dadas por la
naturaleza humana. Esto ha provocado modificaciones legales que hieren
gravemente la dignidad del matrimonio, el respeto al derecho a la vida y la
identidad de la familia”
(Documento conclusivo de la V Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano, n. 40)
Noticias Globales,
22-12-12