Una reforma
constitucional para "ir por todo"
Por Carlos Pagni
El daño que Daniel
Scioli le causó a Cristina Kirchner cuando confesó que si ella no consigue otra
reelección él pretende ser candidato a presidente en 2015 fue doble. Abrió con
tres años de antelación la disputa sucesoria y precipitó una discusión
constitucional que, hasta ese momento, se mantenía larvada. Desde hace tres
semanas, el kirchnerismo se ha visto obligado a convertir la reforma de la
Constitución en un eje de su política.
El debate replicará
el método adoptado para la ley de medios. La izquierda oficialista programa
foros y conferencias a lo largo del país, para hacer ver la necesidad de
consagrar en la ley suprema las transformaciones de los últimos años. La
consigna es no hablar de reelección, aunque algunos la defiendan. En las horas
de optimismo, esos centuriones imaginan que el año próximo habrá elecciones de
constituyentes junto con las parlamentarias. Si no alcanzan esa meta, confían
en que esas parlamentarias sean tan buenas como para alcanzar, con algunas
negociaciones, los dos tercios de ambas cámaras.
Para una lectura
convencional, esta construcción es un ardid. Es decir, las consignas
programáticas serían la máscara detrás de la cual, llegado el momento, la
señora de Kirchner contrabandeará un permiso para volver a postularse. Pensar
así puede ser superficial. Este proceso tiene motivaciones ideológicas que no
quedarían satisfechas con un cambio instrumental. Quienes lo impulsan proponen,
en sus palabras, "cambiar la matriz jurídica de 1853". La estrategia
sería, entonces, la inversa de la que el peronismo llevó adelante en 1994. En
aquel momento se blindó el articulado dogmático para cambiar algunas
disposiciones instrumentales. Para los nuevos reformistas esa receta significó
una condenable subordinación de la política al mercado. Ahora el objetivo es
romper el molde liberal de la Constitución. Al lado de esa conquista, la
reelección es accesoria.
La semilla fue
plantada en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires el último
25 de abril, en un acto organizado por Eduardo Sigal (Frente Grande), Luis
D'Elía (Federación Tierra y Vivienda) y Pedro Wasiejko (CTA). El 21 de junio
pasado, un mes después de las declaraciones de Scioli, la iniciativa adquirió
otra densidad. En el teatro Margarita Xirgu se presentó el "movimiento
hacia una nueva constitución emancipadora". Participaron casi todas las
organizaciones del kirchnerismo ultra, coordinadas por la CTA, repitiendo el
formato del Frente para la Soberanía Energética, que ambientó la estatización
de YPF. Sólo La Cámpora, la agrupación de Cristina y Máximo Kirchner, y Kolina,
de Alicia Kirchner, se abstuvieron de participar en la jugada para no
contaminarla con la expectativa de la reelección.
Un grupo de constitucionalistas
elabora una agenda para esta reforma. Entre ellos está Raúl Ferreyra, profesor
de la UBA, ligado al más encumbrado auspiciante del proyecto, el juez Raúl
Zaffaroni. En abril, Ferreyra aclaró que ningún poder constituido puede
arrogarse el poder constituyente. Fue una recusación de las prevenciones de
Ricardo Lorenzetti, el presidente de la Corte. La tensión Lorenzetti-Zaffaroni
cobija varios secretos de la juridicidad kirchnerista.
Jorge Cholvis,
gerente de la Administración General de Puertos, también trabaja en este grupo.
Cholvis se precia de ser el legatario de Arturo Sampay, inspirador del texto de
1949, que para el peronismo es la idea platónica de Constitución. Entre los
expertos también está Eduardo Barcesat, de la Universidad de las Madres de
Plaza de Mayo. Y Alejandro Médici, de la Universidad de La Plata, quien
promueve la "crítica decolonial", según la cual el derecho público de
la región fue modelado por sucesivas dominaciones imperiales. Junto con estos
juristas militan intelectuales de Carta Abierta como Ricardo Forster y Carlos
Girotti.
Esta red de
profesores ha establecido desde comienzos de año un vínculo con la Universidad
de Valencia. Allí están radicados los constitucionalistas Roberto Viciano
Pastor, viejo conocido de Juan Manuel Abal Medina, y Rubén Martínez Dalmau. Son
el presidente y el vice del Centro de Estudios Políticos y Sociales. Estos
teóricos de la izquierda radical española han trabajado como asesores en las
reformas constitucionales de Venezuela, Ecuador y Bolivia. Sus ideas están
cifradas Estudios sobre el nuevo constitucionalismo latinoamericano , un libro
de autoría colectiva editado por Viciano Pastor.
En marzo último,
invitado por la CTA, Viciano visitó la Universidad de La Plata, donde explicó
que "la reforma de la Carta Magna del año 94 fue un pacto entre las elites
del país para llevar a la letra la entrada en el Consenso de Washington".
Viciano volverá en septiembre, para participar de otro seminario de la central
de Yasky.
La corriente
reformista es muy diversa. Juristas que, como Zaffaroni, promueven el
parlamentarismo conviven con presidencialistas extremos como Cholvis. El debate
inicial, en la UBA fue acompañado por una declaración expresa en contra de la
reelección, que facilitó conversaciones con Leopoldo Moreau (UCR) y Alicia
Siciliani (socialismo), en una exploración sobre el número de votos que se
necesitan para declarar la necesidad de la reforma. Sin embargo, dos meses
después, Yasky revelaba que se pretende otro período para Cristina Kirchner.
El acta de fundación
del movimiento expresa una finalidad que amalgama esa Babel: la discusión del
orden capitalista. Allí se afirma que "la Constitución vigente [?]fue
pensada para el proyecto neoliberal de sumisión de la Nación, de extranjerización
de la economía, de saqueo de los recursos naturales y de exclusión de millones
de argentinos y argentinas".
Para un grupo
político que estatizó YPF una década después de haberla privatizado, el hecho
de que los Kirchner hayan estado entre los autores de aquella Constitución
maldita no ha de plantear contradicción alguna. Ese texto debe ser ahora
modificado por otro que exprese una nueva regulación de los derechos humanos,
de los derechos sociales, de los servicios públicos, de la política energética,
de medios y financiera, de la administración de los recursos naturales, de la
propiedad de la tierra. Se trata de constitucionalizar el "vamos por
todo".
El
neoconstitucionalismo bolivariano que sirve de referencia al kirchnerismo
considera que la pretensión de petrificar la sección programática de las
constituciones es un ideologema que sirvió a las elites para resguardar su
posición dominante del impulso de las mayorías. El nuevo paradigma hereda de la
reacción antiliberal de la primera posguerra mucho más de lo que está dispuesto
a reconocer. Su axioma principal es que las constituciones deben ser plásticas,
ya que están llamadas a reflejar la voluntad popular, encarnada, como de
costumbre, en el líder.
El principal problema
del kirchnerismo es que todavía no ha despejado la incógnita del líder.
Zaffaroni comentó entre sus amigos que, a comienzos de año, tuvo una
conversación con Cristina Kirchner en la que ella no desalentó la reforma. Pero
no habló de reelección. Otros visitantes de Olivos repiten lo que escuchan de
Máximo Kirchner y Carlos Zannini: que la Presidenta abandonará el poder en
2015. Cuando ella habla de los costos que paga por gobernar, esos acólitos
creen estar corroborando aquel pronóstico.
Imposible saber cuál
es la verdad. Pero la hipótesis de que la señora de Kirchner no buscará otra
reelección vuelve más activos a los que promueven la reforma. Los kirchneristas
ortodoxos, casi todos ajenos al peronismo, necesitan que su jefa genere una
ilusión de eternidad para conservar la capacidad de decisión. Sobre todo para
confeccionar las listas electorales del año que viene. Por un momento olvidan
que eso depende más del estado de la economía que de su capacidad de
movilización.
La incógnita
principal de este emprendimiento es cuál es su relación con el peronismo. Hasta
ahora la reforma y la reelección han sido el programa de una dirigencia con la
cual la Presidenta se ha propuesto regenerar esa fuerza política. Ese universo
de kirchneristas ajenos al PJ, al que pertenecen desde Sabbatella hasta Abal
Medina, desde Diana Conti hasta Nilda Garré, carece de candidato. La sola
presunción de que el proceso que se inició en 2003 desemboque en un gobierno de
Scioli los hace ver el abismo.
Los gobernadores y
dirigentes de la CGT se mantienen ajenos al debate. Cristina Kirchner sabe que
sin ellos no resolverá su ecuación de poder. Del mismo modo, Scioli sabe que
puede avanzar hacia la Presidencia sin Cristina Kirchner, pero no contra ella.
Ambos seguirán buscando a tientas, por unos meses, la partícula de Dios..
La Nación, 9-7-12