Por Susan Yoshihara,
Ph.D.
La militante
feminista Joan Dunlop falleció la semana pasada a la edad de 78 años,
precisamente una semana después de que su legado de reformulación de los
esfuerzos internacionales por el control demográfico presentándolos como
«derechos reproductivos» comenzó a deshacerse.
Dunlop era protegida
de John D. Rockefeller III, quien encabezó la ofensiva para lograr el control
demográfico internacional. La visión de este último y su vasta fortuna
determinaron la agenda para las instituciones que estaban fijas en la punta de
la lanza de las guerras mundiales por el aborto, como ser la Federación Internacional
de Planificación de la Familia ,
el Population Council, la Fundación Rockefeller y el Fondo de Población de la ONU.
La iniciativa de
Dunlop revivió el vapuleado movimiento por el control demográfico después de
que sus estrategias coercitivas se conocieron ampliamente en las décadas del 70
y del 80. Por tanto, ella contribuyó en la configuración de los debates
internacionales sobre el aborto durante casi tres décadas.
Pero precisamente
cuando exhalaba su último aliento, los líderes mundiales reprimían los intentos
de incluir los «derechos reproductivos» en un importante documento de la ONU. Este se negoció
hace dos semanas en la cumbre de la
ONU sobre desarrollo sostenible, en Río de Janeiro.
Veinte años después
de defender desvergonzadamente el control demográfico en la primera cumbre de
Río, los delegados decidieron que la narrativa de los derechos de la mujer, que
alguna vez fue conveniente, ya no era necesaria.
El término surgió en
1994, durante la conferencia de la
ONU sobre población y desarrollo en El Cairo, reunión de alto
nivel sumamente polémica en la que los proabortistas y algunos gobiernos
intentaron sin éxito obtener el reconocimiento del aborto como un derecho
humano internacional. Desde entonces, el término «derechos reproductivos» y
otros como el de «salud reproductiva» perduraron porque les servía a los
delegados de ambos lados del debate sobre el aborto. El documento oficial de El
Cairo permite a los gobiernos interpretarlo de modo que incluya o excluya el
aborto, en función de la legislación y de la política interna.
Pero, a fin de cuentas,
la estratagema de Dunlop demuestra ser su propia ruina.
En los últimos años,
figuras destacadas como la
Secretaria de Estado de los Estados Unidos insistieron
públicamente que la salud y los derechos reproductivos incluyen el aborto. Esto
desequilibró la balanza y confirió credulidad a los delegados provida presentes
en Río, quienes exigieron su rechazo.
El término también se
tornó innecesario ya que los vínculos entre los defensores del control
demográfico y los ambientalistas nuevamente quedaron al descubierto. El
discurso promujer fue menos útil y vino con demasiado equipaje, es decir,
cargado de la polémica del aborto.
Tomando la palabra de
las feministas de que los derechos reproductivos no eran una cuestión de
control demográfico, sino más bien de empoderamiento de la mujer, los delegados
declararon desde la asamblea de negociación que eso tenía poco que ver con la
«economía verde», que constituía su prioridad en la cumbre de Río.
Las feministas
acometieron estos comentarios como un «revés» para los derechos de la mujer. Al
intentar justificar su inclusión durante la semana pasada, varios reforzaron
sus vínculos con el control demográfico. En un artículo para el Huffington
Post, la ecologista Diane MacEachern dijo: «desacelerar el crecimiento de la
población brindando a las mujeres acceso a la anticoncepción que ellas ya
quieren podría reducir las emisiones de gas de efecto invernadero en un 8 y un
15 %».
La utilidad futura de
los «derechos reproductivos», término y concepto que impregnan la literatura de
la ONU sobre el
desarrollo y los derechos, ahora parece turbia.
A medida que se
desvanece el legado de Dunlop, la multimillonaria Melinda Gates pasa a primer plano con su nueva campaña
mundial de planificación familiar. La semana próxima en Londres, Gates, como
Dunlop, intentará convencer a los gobiernos de que su iniciativa no está
vinculada con el control demográfico ni con el aborto. Como Dunlop, Gates
asegura que se trata puramente de los derechos y de la salud de las mujeres. Y
como lo demuestra la carrera de Dunlop en el mismo ámbito, la ambigüedad que
puede recoger el éxito de Gates también puede originar su fracaso.
Traducido por Luciana
María Palazzo de Castellano
NUEVA YORK, 6 de
julio (C-FAM)