“La fe se caracteriza
por la máxima apertura. Es una relación personal con Dios, que lleva en sí
todos los tesoros de la sabiduría. Por esto nuestra razón finita está siempre
en movimiento hacia el Dios infinito. Podemos aprender siempre algo nuevo y
comprender con profundidad cada vez mayor la riqueza de la Revelación. Jamás
podremos agotarla”, afirmaba el nuevo prefecto de la Congregación para la
doctrina de la fe, el arzobispo Gerhard Ludwig Müller, en una extensa
entrevista concedida al L’Osservatore Romano.
Al responder a una
pregunta sobre la transformación del Santo Oficio en la Congregación para la Doctrina de la Fe , por voluntad de Pablo VI,
el nuevo Prefecto observó que: “La
Iglesia es, sobre todo, una comunidad de fe; luego, la fe es
el bien más importante, que debemos transmitir, anunciar y custodiar. Jesús
confió a Pedro y a sus sucesores el magisterio universal, y es a este que el
dicasterio debe servir... Creo que el aspecto más importante de la
transformación del dicasterio” fue “la orientación principal de su trabajo”.
“El papa Pablo VI
–añadió-, quería que el aspecto positivo estuviera en primer plano: la Congregación debe,
sobre todo, promover y hacer comprensible la fe, y este es el factor decisivo.
Se añade, además, el hecho de que la fe debe ser defendida de errores y
envilecimientos. Justamente en el tiempo presente, necesitamos esperanza y
señales para volver a empezar. Si vemos el mundo, sobre todo nuestros países
europeos, que naturalmente son los que conozco mejor, vemos muchos políticos y
economistas que hacen cosas extraordinarias, pero no son los primeros a los que
hay que dirigirse cuando se trata de transmitir esperanza y confianza”.
Teología de la
liberación
Mons. Müller también
se refirió a su experiencia en Iberoamérica, que conoce bien, así como la vida
de muchas personas pobres y la experiencia de la Iglesia comprometida en su
favor: “Fuí a menudo a América Latina, al Perú, pero también a otros países. En
1988 me enviaron para participar en un seminario con Gustavo Gutiérrez. Fui con
algunas reservas, como teólogo alemán, incluso porque conocía las dos
declaraciones de la
Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la teología de la liberación publicadas
en 1984 y en 1986. Sin embargo, pude constatar que hay que distinguir entre una
teología de la liberación equivocada y otra correcta”.
“Considero, dijo, que
cualquier teología buena tiene que ver con la libertad y la gloria de los hijos
de Dios. Aunque, claramente, una mezcla de la doctrina de una auto-redención
marxista con la salvación de Dios hay que rechazarla”.
“Por otra parte
–afirma el Prefecto– debemos preguntarnos sinceramente: ¿cómo podemos hablar
del amor y de la misericordia de Dios ante el sufrimiento de tantas personas
que no tienen comida, agua, asistencia sanitaria, que no saben cómo ofrecer un
futuro a sus hijos, en el que falta verdaderamente la dignidad humana, en donde
los derechos humanos son ignorados por los poderosos?”
Ciudad del Vaticano
(AICA), 26-7-12