Por Fabiola
Czubaj
"Estamos
hablando de la pobreza estructural, que tiene que ver con la acumulación de
privaciones, que es más difícil de modificar que la pobreza de ingresos y exige
intervenciones a más largo plazo", definió el doctor Agustín Salvia,
coordinador general del Observatorio de la Deuda Social
Argentina (ODSA), de la UCA.
Junto con los cuatro
investigadores responsables de los capítulos en que se dividen las 330 páginas
del informe final, Salvia presentó ayer los resultados que comparan la
evolución de la pobreza, el acceso a la vivienda, el trabajo y la salud, la
seguridad y la participación ciudadana entre los años 2007 y 2011.
"Creemos que 2007 fue el año en el que observamos el mayor crecimiento
económico y desarrollo social postconvertibilidad", precisó Salvia, que
también es investigador del Conicet.
Para esta Serie
Bicentenario del Barómetro, que se extenderá hasta 2016, el equipo relevó 5712
hogares de 17 ciudades del país, incluidas viviendas de barrios residenciales y
populares, villas y asentamientos precarios desde Resistencia hasta Ushuaia.
Los resultados son representativos de la población urbana.
AVANCES Y RETROCESOS
Tanto la indigencia
como la pobreza muestran un descenso en 2011 con respecto de 2007, cuando el
4,5% de los hogares urbanos vivía en la indigencia y el 18,5% vivía debajo de
la línea de pobreza, es decir, que apenas pueden acceder a la canasta
alimentaria básica, pero a ningún otro bien o servicio.
El año pasado, en
tanto, el 3,3% de los hogares era indigente y el 13,4% era pobre. "Esto significa que hay 2,1 millones
de personas indigentes y 8,7 millones de habitantes pobres en las
ciudades", resumió el doctor en ciencias sociales Dan Adaszko,
responsable del Area de Hábitat y Subsistencia del ODSA.
Estos resultados son cinco veces mayores que los del
Indec, cuyas estimaciones hablan de alrededor de 1,6 millones de personas
pobres y 427.000 personas indigentes en el país.
El equipo del ODSA
atribuyó la tendencia descendente de la pobreza y la indigencia en 2007 con
respecto de 2011 al crecimiento de la economía y la ampliación de los planes de
ayuda social, incluida la asistencia universal por hijo. Aun así, esto habría
sido suficiente para garantizar el desarrollo humano y social.
Hallazgos como la
marginalidad económica, la pobreza estructural, la segregación social, el
subempleo indigente, la rotación entre períodos de empleo y desempleo, la
separación residencial en el espacio urbano, la sensación de inseguridad (mayor
en los barrios donde se venden drogas) y los recortes familiares de los gastos
de salud por una disminución del ingreso, entre otros, siguen siendo las
principales debilidades sociales.
"Sigue
persistiendo el subempleo inestable -dijo el licenciado Eduardo Donza, del
ODSA-. En 2011, el 23,5% de la población económicamente activa estuvo
desocupada por lo menos una vez en el año, comparado con el 21,7% en
2007."
Y mientras que en
2011 se registró un descenso de la tenencia irregular de las viviendas, por
ejemplo, no mejoró la infraestructura urbana. Se pavimentaron menos calles y se
redujo el acceso al desagüe pluvial, con grandes brechas entre la población más
vulnerable y la clase media alta. Unos 1,6 millones de hogares urbanos aún
carecen de agua corriente; 3,2 millones no poseen gas, y más de 4 millones no
tienen cloacas.
"En general,
podemos decir que en estos cinco años hubo crecimiento, pero no hubo desarrollo
con equidad social -dijo Salvia-. Al analizar indicador por indicador, el
modelo que funciona con las reglas del mercado no estaría dando una respuesta
estructural, sino sólo de coyuntura.".