Mendozapost, 20 JUN 2021
por Ángeles
Furlani
En su
video-mensaje a la Conferencia Internacional del Trabajo, del pasado jueves 17
de junio, el Papa Francisco, en el párrafo dedicado a los empresarios, se
refirió al derecho de propiedad privada. Dentro de los 27 minutos que duró su
mensaje, dedicó solamente 30 segundos a este tema. Sin embargo, sacándolo de
contexto, ha pasado a ser titular de varios medios de comunicación su
referencia a la propiedad privada como derecho secundario. ¿Secundario de qué?
Del destino universal de los bienes, uno de los principios de la Doctrina
Social de la Iglesia.
Aunque ocurra de
nuevo, no hay nada nuevo: ni el ataque al Papa Francisco, ni el texto sacado
del contexto, ni la enseñanza de la Iglesia, ni nuestro compromiso social, ni
nuestra vocación empresaria.
Respecto al Papa
Francisco, no es necesario hacer mucho esfuerzo para observar las permanentes
distorsiones que sufre su mensaje, especialmente en nuestro país; después de todo,
nadie es profeta en su tierra.
Dice una frase que
el texto sacado del contexto sirve solo de pretexto. Pretexto para forzar el
sentido del mensaje, pretexto para confundir a la opinión pública.
No es nuevo lo que
ha dicho el Papa Francisco. Se trata de una antigua y tradicional enseñanza de
la Iglesia Católica. Basta consultar el Compendio de la Doctrina Social de la
Iglesia, o el Catecismo de la Iglesia Católica, para poder corroborarlo.
En el Compendio de
la Doctrina Social de la Iglesia, desde los puntos 176 a 181, se expone la
relación entre el destino universal de los bienes y la propiedad privada. Y más específicamente, en el punto 177 "La
tradición cristiana nunca ha aceptado el derecho a la propiedad privada como
absoluto e intocable: Al contrario,
siempre lo ha entendido en el contexto más amplio del derecho común de todos a
usar los bienes de la creación entera: el derecho a la propiedad privada como
subordinada al derecho al uso común, al destino universal de los bienes."
Y, en el punto 178, también relaciona a la propiedad privada con el bien común,
otro principio de la doctrina social de la iglesia. "La enseñanza social
de la Iglesia exhorta a reconocer la función social de cualquier forma de
posesión privada, en clara referencia a las exigencias imprescindibles del bien
común".
En el Catecismo de
la Iglesia Católica, la relación entre el destino universal de los bienes y la
propiedad privada se expone desde los puntos 2402 a 2406. Especialmente en el punto 2403 se indica que
"El derecho a la propiedad privada, adquirida o recibida de modo justo, no
anula la donación original de la tierra al conjunto de la humanidad. El
destino universal de los bienes continúa siendo primordial, aunque la promoción
del bien común exija el respeto de la propiedad privada, de su derecho y de su
ejercicio".
Ahora bien, cabe
preguntarse en qué consiste el destino universal de los bienes. Con este
principio de la doctrina social de la Iglesia se afirma que los bienes de la
tierra están destinados al uso de todos los hombres para satisfacer su derecho
a una vida conforme con la dignidad de la persona y a las exigencias de la
familia. En efecto, "Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene
para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados
deben llegar a todos en forma equitativa, bajo la guía de la justicia y de la
caridad" (Gaudium et spes, 69). De lo que se deriva que el derecho a la
propiedad privada, en sí legítimo y necesario, debe ser circunscrito dentro de
los límites impuestos por su función social.
En muchos
documentos de la Iglesia encontramos referencias a este principio del destino
universal de los bienes y a la propiedad privada. Leon XIII en la Rerum Novarum
lo expresa en el punto 6 al decir que Dios ha dado la tierra para usufructuarla
y disfrutarla a la totalidad del género humano, lo que no se opone a la
propiedad privada ya que no deja por ello de servir a la común utilidad de
todos. Pio XI en su carta encíclica "Quadragesimo Anno", expresa en
el número 45 que el derecho de propiedad tiene un doble carácter: individual y
social. Este último se refiere a que los medios que el Creador destinó a toda
la familia humana sirvan efectivamente para tal fin.
Juan XXIII en su
carta encíclica "Mater et Magistra" afirma en el número 43, que el
derecho a usar los bienes materiales para sustento tiene que ser estimado como
superior a cualquier otro derecho de contenido económico, incluso al de
propiedad privada ya que éste no puede ser obstáculo para que los bienes
creados lleguen con equidad a todos. Pablo VI en el número 22 de su carta
encíclica "Populorum Progressio", nos dice que la creación entera es
para el hombre, quien tiene que valorizarla y perfeccionarla poniéndola a su
servicio. Si la tierra está hecha para procurar a cada uno los medios de
subsistencia y los instrumentos de su progreso, todo hombre tiene el derecho de
encontrar en ella lo que necesita, es decir que los bienes creados deben llegar
a todos en forma justa. Todos los derechos, comprendidos los de propiedad y
comercio libre quedan subordinados al destino universal de los bienes. Y agrega
en el punto 23 que la propiedad privada no constituye para nadie un derecho
incondicional y absoluto. No hay ninguna razón para reservarse en uso exclusivo
lo que supera a la propia necesidad, cuando a los demás les falta lo necesario.
Podríamos seguir
citando, pero está claro que la Iglesia no niega el derecho a la propiedad
privada, sino que entiende que es la manera de establecer un orden, pero un
orden que no puede ir en contra de ese destino universal de los bienes.
Los empresarios
cristianos, somos ante todo cristianos con vocación empresaria. Socios,
directivos, profesionales, ejecutivos y emprendedores cristianos, que
reconocen, aceptan y asumen su compromiso social, para hacer un uso adecuado de
la propiedad privada, poniendo al servicio de la comunidad fuentes de trabajo
genuino. Después de todo, la misión que tenemos en este mundo es la generación
de riqueza al servicio de todos. Tal como lo ha dicho el Papa Francisco en su
reciente mensaje, al expresar que "Recuerdo a los empresarios su verdadera
vocación: producir riqueza al servicio de todos. La actividad empresarial es
esencialmente «una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar el
mundo para todos. Dios nos promueve, espera que desarrollemos las capacidades
que nos dio y llenó el universo de potencialidades. En sus designios cada
hombre está llamado a promover su propio progreso, y esto incluye fomentar las
capacidades económicas y tecnológicas para hacer crecer los bienes y aumentar
la riqueza. Pero en todo caso estas capacidades de los empresarios, que son un
don de Dios, tendrían que orientarse claramente al desarrollo de las demás
personas y a la superación de la miseria, especialmente a través de la creación
de fuentes de trabajo diversificadas. Siempre, junto al derecho de propiedad
privada, está el más importante y anterior principio de la subordinación de
toda propiedad privada al destino universal de los bienes de la tierra y, por
tanto, el derecho de todos a su uso» (Fratelli tutti, n. 123). A veces, al
hablar de propiedad privada olvidamos que es un derecho secundario, que depende
de este derecho primario, que es el destino universal de los bienes."
Enrique Shaw,
fundador de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), lo
expresaba de esta manera: "debemos crear trabajo... y cuanto más eficiente
sea nuestra labor, más recursos tendrá la Providencia para repartir entre
pobres y necesitados".
*Ángeles Furlani
es magister en Doctrina Social de la Iglesia y socia de la Asociación Cristiana de Dirigentes de
Empresa (ACDE)