a Javier Milei, el
más herético de los liberales argentinos
Por Aquiles Desio
Tradición Viva,
15-6-21
Desde hace unos
años, irrumpió en los medios de comunicación de Argentina un personaje
llamativo y que se presenta como un liberal libertario. Se trata del economista
Javier Gerardo Milei. El mismo ha cosechado un séquito de seguidores que lo
elogian y consideran que tiene la razón en todo. En este escrito se pretende
refutar algunas de sus ideas y conceptos acudiendo a la doctrina social de la
Iglesia (DSI). El tema es delicado porque Milei se enfrenta en sus
argumentaciones a políticos, “intelectuales”, dirigentes sociales y periodistas
verdaderamente estatistas y colectivistas, de manera que sus críticas muchas veces
tienen una parte de verdad. Es por ello que siempre que haga falta, los
argumentos de Milei que refutemos los vamos a matizar con la aclaración
pertinente del error de los socialistas que se hallan en su extremo opuesto,
para que no parezca que defendemos a estos últimos.
Empecemos. Milei
dice que él filosóficamente es anarcocapitalista, o sea que piensa que el
Estado idealmente no debería existir. En cambio la doctrina social de la
Iglesia predica que el Estado tiene su origen en el Creador (Papa Pío XI,
Divini redemptoris, 1937, # 32; ver Romanos 13). Además enseña que el Estado se
funda en el derecho natural:
“Ninguna
institución social, después de la familia, se impone tan fuertemente, tan
esencialmente como el Estado. Tiene su raíz en el orden de la creación y es en
sí mismo uno de los elementos constitutivos del derecho natural” (S. S. Pío
XII, Alocución al Congreso de Ciencias Administrativas, 5 de agosto de 1950)
Otra declaración
papal que pone en evidencia que el Estado se fundamenta en el derecho natural y
que tiene que haber una autoridad que se encargue del bien común integral:
“Ahora bien:
ninguna sociedad puede conservarse sin un jefe supremo que mueva a todos y cada
uno con un mismo impulso eficaz, encaminado al bien común. Por consiguiente, es
necesaria en toda sociedad humana una autoridad que la dirija. Autoridad que,
como la misma sociedad, surge y deriva de la Naturaleza, y, por tanto, del
mismo Dios, que es su autor. De donde se sigue que el poder público, en sí
mismo considerado, no proviene sino de Dios.” (S. S. León XIII, Immortale dei,
1 de noviembre de 1885, # 2)
Milei dice que él
en el corto plazo es minarquista, o sea que piensa que el Estado se tiene que
dedicar solo a prestar seguridad y justicia. Esto no es así, el Estado tiene
otros deberes que cumplir:
“Y mientras el
Estado, durante el siglo XIX, por una soberbia exaltación de la libertad,
consideraba como único fin suyo el tutelar la libertad con el derecho, León
XIII le avisó que también era deber suyo el aplicarse a la previsión social,
cuidando el bienestar del pueblo entero y de todos sus miembros,
particularmente de los débiles y de todos los desheredados, con una amplia
política social y con la creación de un derecho del trabajo.” (S. S. Pío XII,
La solennitá, 1 de junio de 1941, # 9)
Es decir, el
Estado, además de sus funciones indelegables que son gobierno, seguridad,
justicia, diplomacia y defensa, debe subsidiariamente ocuparse de la previsión
social, la política social y el derecho laboral.
Milei plantea que
los ciudadanos honestos son los que viven del sector privado. Este es un
discurso muy difundido entre los liberales. Es más, insinúan que los que ganan
su sustento en el sector privado deben ser considerados como superiores a los
del sector público. En cambio la DSI enseña que los gobernantes deben ser
considerados como superiores por la forma en la que contribuyen al bien común:
“Mas, aunque todos
los ciudadanos, sin excepción alguna, deban contribuir necesariamente a la
totalidad del bien común, del cual deriva una parte no pequeña a los
individuos, no todos, sin embargo, pueden aportar lo mismo ni en igual
cantidad. Cualesquiera que sean las vicisitudes en las distintas formas de
gobierno, siempre existirá en el estado de los ciudadanos aquella diferencia
sin la cual no puede existir ni concebirse sociedad alguna. Es necesario en
absoluto que haya quienes se dediquen a las funciones de gobierno, quienes
legislen, quienes juzguen y, finalmente, quienes con su dictamen y autoridad
administren los asuntos civiles y militares. Aportaciones de tales hombres que
nadie dejará de ver que son principales y que ellos deben ser considerados como
superiores en toda sociedad por el hecho de que contribuyen al bien común más
de cerca y con más altas razones.” (S. S. León XIII, Rerum novarum, 15 de mayo
de 1891, # 25)
De más está decir
que nuestros gobernantes son unos bandidos, como también lo eran en general en
el mundo cuando León XIII hizo esta declaración. Sin embargo, eso no quita la
dignidad e importancia de sus cargos y que el sector privado deba ser
considerado como inferior.
Una idea muy
repetida por Milei es que los impuestos son un robo. Esto se refuta fácilmente,
los impuestos se cobran bajo razón de bien común, ya que el fin propio del
Estado es el bien común integral y, por lo cual, es un deber pagar impuestos
para financiarlo, siempre y cuando estos no sean confiscatorios. Además, el
mismo Milei se dice católico y, ¿qué dijo Jesús con respecto a los impuestos?
“Denle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Lucas 20, 25),
si los impuestos fueran un robo Jesús lo hubiera denunciado y no hubiera
declarado la obligación de pagarlos. Lo mismo ocurre con San Pablo: “Y por eso
también, ustedes deben pagar los impuestos: los gobernantes, en efecto, son
funcionarios al servicio de Dios encargados de cumplir este oficio. Den a cada
uno lo que le corresponde: al que se debe impuesto, impuesto; al que se debe
contribución, contribución; al que se debe respeto, respeto; y honor, a quien
le es debido.” (Romanos 13, 6-7) Vale aclarar que si los impuestos son muy
altos, se vuelven confiscatorios y en ese caso sí son un robo. De hecho, los
impuestos para el que está en blanco en la Argentina hoy en día son confiscatorios.
Otro concepto de
Milei es que los empresario monopólicos son héroes, porque ofreciendo bienes y
servicios de mejor calidad a un mejor precio, le ganaron a todos y se quedaron
solos en el mercado, es decir que son benefactores sociales. Pero la respuesta
a esto es que como enseña el papa Pío XI en su encíclica social Quadragesimo
anno (1931) cuando la libertad de los competidores es ilimitada, sobreviven solo los más
poderosos, “lo que con frecuencia es tanto como decir los más violentos y los
más desprovistos de conciencia” (# 107). O sea que los que más ganan en el
mercado a menudo no son los más justos sino los peores.
Milei predica que
lo que sea que hagan los ricos con el dinero, inclusive “amarrocárselo” (juntar
dinero u objetos de valor con avaricia) beneficia a la sociedad. Muy por el
contrario según la DSI hay una obligación moral de hacer caridad con todos los
bienes superfluos destinándolos a inversiones útiles que generen empleo,
colocación de dinero (préstamos no usurarios) y donaciones, además de a limosna
(Mgr. Emile Guerry, La doctrina social de la Iglesia, 1957, pp. 129-130).
Amarrocárselo sería pecado:
«Lo que sobra,
dadlo de limosna» (Lc 11, 41)
Papa Pío XI,
Divini redemptoris (# 44), 19 de marzo de 1937: “Los ricos no deben poner su
felicidad en las riquezas de la tierra ni enderezar sus mejores esfuerzos a
conseguirlas, sino que, considerándose como simples administradores de las
riquezas, que han de dar estrecha cuenta de ellas al supremo dueño, deben usar
de ellas como de preciosos medios que Dios les otorgó para ejercer la virtud, y
no dejar de distribuir a los pobres los bienes superfluos, según el precepto
evangélico (cf. Lc 11,41).”
Vale aclarar que
el ahorro, para ser destinado luego a inversión, no es criticable. El ahorro se
relaciona con el acrecentamiento del capital nacional.
Milei está a favor
de las grandes empresas monopólicas, sin embargo “las formas anónimas
colectivas, sean capitalistas, sean socialistas, las gigantescas empresas en
las que el hombre desaparece en tanto que persona, en las que no es más que una
minúscula pieza de una inmensa máquina de fabricar” representan un peligro para
la persona humana, “suponen peligros para el hombre, la familia y la sociedad.”
En cambio, en las pequeñas y medianas empresas, “la responsabilidad personal
está directamente comprometida”, las pequeñas y medianas son fábricas que están
más “al alcance del hombre, de su vivienda y menos centralizadas” (Mgr. Emile
Guerry, La doctrina social de la Iglesia, 1957, pp. 172-173). Los monopolios se
relacionan con lo que el Papa Pío XI llamó “dictadura económica” que es lo que
suplanta a la libre competencia cuando se implementa un capitalismo liberal,
debido a la concentración de la riqueza. La dictadura económica vuelve a la economía
horrendamente dura, cruel, atroz. Los monopolios se relacionan, entre otras
cosas, con los precios injustos, porque son formadores de precios.
Milei predica que
lo que hay que hacer es imitar a los países que mediante políticas liberales
logran crecimiento económico. Es decir, predica que lo que trae bienestar y hay
que procurar es el crecimiento económico mediante políticas liberales. Esto no
es así:
“Hay
indudablemente pueblos que se jactan hoy de una capacidad de producción cuyo
progresivo aumento muestran de año en año. Pero, si esta productividad se logra
con una desenfrenada concurrencia [esto es, libre mercado] y con un uso sin
escrúpulos de la riqueza (…), una tal productividad no puede ser sana y
genuina, puesto que la economía social es un ordenamiento de trabajadores, cada
uno de los cuales está dotado de una dignidad y libertad humanas.” (S. S. Pío
XII, Alocución al Colegio Cardenalicio, 2 de junio de 1948)
Además, los países
desarrollados no llegaron a serlo gracias al liberalismo, que es lo que dice
Milei:
“Las opiniones de
“primermundistas” actuales, son en ese sentido, conocidas: los países
desarrollados han logrado una equilibrio entre estado y mercado, lejos de
utopías liberales como socialistas; comercian libremente en algunos sectores de
su economía, mientras protegen otros por razones de seguridad, de defensa, de
equidad, de ecología o de independencia; dejan un margen amplio de acción al
mercado en muchos aspectos pero reservan al Estado un papel importante en salud
y educación (con criterios estatistas o subsidiaristas según los casos); tienen
una alianza a veces demasiado explícita entre su diplomacia y su comercio
exterior; y aunque se proclamen partidarios del libre mercado, buscan defender
la competencia nacional de monopolios, oligopolios y concentraciones demasiado
peligrosas, sobre todo si son extranjeras.” (Dr. Fernando Romero Moreno,
Industria Vs Campo. En http://debatime.com.ar/fernando-romero-moreno-industria…/)
Milei dice que el
problema de la producción se reduce a producir más, y que el Estado no debe
intervenir en absoluto en la planificación de la producción. Pero eso no es
así, el Estado debe intervenir:
“… la cuestión tan
importante de lo que se llama el producto social ha sido ya tratada
suficientemente. Lo que requiere hoy la atención con más urgencia es asegurar
la puesta de ese producto a disposición de los hombres y acrecer su cantidad;
en una palabra, el problema de la producción. No basta repetir sin cesar la
consigna, demasiado simplista, de que lo que importa es producir. La producción
se hace ella también por hombres y para hombres. La producción es por ella
misma eminentemente una cuestión—y un factor—de orden, y de orden verdadero, entre
los hombres. Ahora, una justa ordenación de la producción no puede hacer
abstracción del principio de intervención del Estado, puesto a la luz por
nuestro gran predecesor León XIII; menos que nunca puede hacerlo en las
circunstancias actuales.” (S. S. Pío XII, Nous avons lu, 18 de julio de 1947, #
6)
Para Milei, a
menos que eliminemos el Estado, vamos por mal camino, un delirio. Milei predica
una falsa solución a los problemas sociales y económicos de la Argentina. Si se
aplicara lo que dice Milei terminaríamos con lo que el Papa Pío XI llamaba
dictadura económica, por la concentración de la riqueza y la formación de
monopolios. De manera que ya no sería más el libre mercado lo que regiría la
economía. Eso ocurre cuando la libertad de los competidores es ilimitada. De
hecho Milei, sabiendo que eso ocurriría, increíblemente defiende los
monopolios. Pero la falacia es que lo vende como mercado libre, y ya expliqué
que cuando se da libertad ilimitada a los competidores ya no rige más la
economía la libre concurrencia sino la dictadura económica. Milei más que
gritar “¡Viva la libertad, carajo!” tendría que gritar “¡Viva los monopolios,
carajo!”. En cambio nosotros gritamos ¡Viva Cristo Rey!
Eso de que el
problema es el Estado es una estupidez gigantesca de Milei. El Estado es
necesario y su fin es el bien común. Milei no es coherente ni consigo mismo,
porque dice que nuestro enemigo es el Estado, pero después dice que ese enemigo
mortal es necesario que provea seguridad y justicia. En qué quedamos, ¿es
nuestro enemigo o es necesario? El anarcocapitalismo es contrario al derecho
constitucional católico, y el minarquismo es contrario a la doctrina social de
la Iglesia.
Milei dice que
pretender manejar la economía desde el gobierno es la fatal arrogancia de la
que hablaba Hayek, porque nadie puede saber tanto o ser omnisciente como para
hacer lo que el mercado y la economía regida por la libre competencia hace.
Esto lo contradice el Papa Pío XI:
“Queda por tratar
otro punto estrechamente unido con el anterior. Igual que la unidad del cuerpo
social no puede basarse en la lucha de “clases”, tampoco el recto orden
económico puede dejarse a la libre concurrencia de las fuerzas.
Pues de este
principio, como de una fuente envenenada, han manado todos los errores de la
economía “individualista”, que, suprimiendo, por olvido o por ignorancia, el
carácter social y moral de la economía, estimó que ésta debía ser considerada y
tratada como totalmente independiente de la autoridad del Estado, ya que tenía
su principio regulador en el mercado o libre concurrencia de los competidores,
y por el cual podría regirse mucho mejor que por la intervención de cualquier
entendimiento creado.” (S. S. Pío XI, Quadragesimo anno, 15 de mayo de 1931, #
88)
Milei dice que el
mercado, dejado en absoluta libertad (no intervención del Estado), distribuye
con justicia la renta. Sin embargo esto no es así. Por ejemplo, puede darse el
caso de que los patronos exploten a sus empleados y el Estado debería
intervenir para subsanarlo, mediante el derecho laboral.
“La intervención
del Estado ha de tender antes que nada al justo reparto de la riqueza nacional,
el cual no debe el Estado abandonarlo “al libre juego de las fuerzas económicas
ciegas” (S. S. Pío XII, Dans la tradition 9, AAS 44 [1952] 622-623)” (José Luis
Gutiérrez García, La concepción cristiana del orden social, 1972, p. 177)
Milei es
anarcocapitalista, de manera que filosóficamete adhiere a una economía de solo
iniciativa privada, sin embargo la DSI enseña que el Estado también es un
sujeto necesario de la economía:
Los sujetos de la
economía son dos, “el hombre en su nivel individual, por sí solo o asociado, y
el Estado. (…) Estos dos sujetos han de colaborar. Porque si falta la
iniciativa particular, sobreviene la tiranía política. Si falta la acción del
Estado, sobrevienen el desorden y el abuso de los poderosos sobre los débiles.”
(José Luis Gutiérrez García, La concepción cristiana del orden social, 1972, p.
88)
Milei dice que
para crecer hacen falta políticas liberales y eliminar la justicia social. Por
el contrario, la doctrina social de la Iglesia enseña que la justicia social
aumenta la producción, incrementa la renta nacional, y mejora la distribución
de la misma, y la caridad social refuerza todo ello. (cf. José Luis Gutiérrez
García, La concepción cristiana del orden social, 1972, p. 38) Claro que por
justicia social no nos referimos a un Estado macro-redistribuidor, sino sobre
todo a una economía con salarios dignos, sin usura, y con precios justos.
Milei dice que “el
liberalismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo”, pero
la verdad es que sin justicia social no hay respeto al proyecto de vida de
nadie. Primero, porque los débiles y desfavorecidos necesitan de dicha justicia
para desarrollar su vida. (Ejemplo: un trabajador explotado no puede tener y
desarrollar un proyecto de vida propio). Y segundo, porque sin justicia social
la economía la rige la dictadura económica, no la libre competencia, por la
concentración de la riqueza, de manera que ya en la sociedad no se contaría con
la libertad económica necesaria para desarrollar el proyecto de vida propio.
Por otro lado, no todo proyecto de vida debe ser respetado, los proyectos de
los heresiárcas, por ejemplo, no deben ser respetados, además, respetarlos va
en contra de respetar el proyecto de los verdaderos católicos, porque los
heresiárcas atacan la verdadera fe.
Milei y muchos
otros liberales afirman que la Argentina, con el modelo liberal de Alberdi,
llegó a fines del siglo XIX a ser el país más rico del mundo. A ellos habría
que decirles que si bien es cierto que con el modelo de Alberdi Argentina
alcanzó (en tiempos del Centenario) importantes índices de crecimiento
económico, ello fue a costa de una gran dependencia (sobre todo de Reino
Unido), injusticia social y falta de desarrollo proporcional en varias regiones
del país. Pero además, y esto es lo más importante, había una gran decadencia
religiosa, moral y cultural (culpa del laicismo), que fue lo que luego trajo el
socialismo estatista (cf. Fernando Romero Moreno, Industria Vs Campo.
Recuperado de http://debatime.com.ar/fernando-romero-moreno-industria-vs-campo/).
Otra idea de Milei
es que el cobro de impuestos parte de un acto violento ya que es a punta de
pistola, y que por lo cual no es justo. A esto se le puede responder que si
está tan en desacuerdo con la violencia ejercida legalmente por el Estado, que
nunca llame a la policía ni recurra a la justicia. Esto, suponiendo que el
Estado ejerce violencia. A esta refutación Milei respondería que sólo es lícito
ejercer violencia en respuesta a un acto de violencia previo, es decir, a modo
de defensa, y que como el contribuyente no ejerció ningún tipo de violencia, el
Estado no puede ejercerla con él cobrándole impuestos a punta de pistola. A
esto lo que hay que decir es que el Estado tiene derecho de coacción (cf. S. S.
Pío XII, Benignitas et humanitas, 24 de diciembre de 1944).
Milei protesta,
con razón, contra la corrupción de la obra pública. Y entonces pide abolirla y
reemplazarla por un sistema en el cual la obra pública se haga por iniciativa
privada. Ahora bien, el Estado está integrado por personas que tienen la mancha
del pecado original, pero las personas que integran el sector empresarial,
también están afectadas por el pecado original. Por ejemplo, en un sistema de
obra pública de iniciativa privada, las empresas podrían abaratar costos en las
obras, no terminarlas bien o del todo, explotar a sus trabajadores, cobrarle
luego de terminada la obra a los usuarios de la misma excesivas tarifas o
peajes, etc. Por eso, donde el liberal pide abolir la obra pública para
desarticular la corrupción, el católico en cambio exige restaurar el orden
moral y religioso, a fin de que los hombres sean más íntegros, y de esa manera
purificar la obra pública.
Otra idea de Milei
es que la justicia social es injusta, porque implica castigar al exitoso para
darle al que no ganó en el mercado su sustento. La justicia social, lejos de
ser injusta, viene a remediar la injusticia social. Injusticias como la usura,
la explotación laboral, la pobreza y la indigencia. Claro está que el concepto
de justicia social de ciertos socialistas sí puede ser injusto, porque caen en
el estatismo y diseñan un Estado macro-redistribuidor, que no es a eso a lo que
se refiere el concepto de justicia social en la doctrina social de la Iglesia.
Además Milei ataca
la justicia social desde un planteo “ético”, que es según él la igualdad ante
la ley, o sea, según él, la justicia social implicaría tratar de manera
desigual frente a la ley a las personas. Lo que hay que decir es que por el
contrario a lo que dice Milei, la justicia social es lo que viene a reparar las
inmoralidades del capitalismo liberal, como la explotación laboral y la usura.
Milei quiere una economía inmoral, donde en nombre de una supuesta igualdad
ante la ley, no se respete la dignidad de la persona humana. Es más, la
economía que quiere Milei se convertiría en una corporatocracia en la cual no
se respetaría el principio de la igualdad ante la ley porque las grandes
corporaciones terminarían influyendo sobre el gobierno y obteniendo todo tipo
de privilegios contrarios a la justicia social y a la igualdad ante la ley, por
lo cual la justicia social es la garante inclusive de la igualdad ante la ley.
Milei predica,
citando a Ayn Rand, la virtud del egoísmo, muy por el contrario la doctrina
social católica predica que el egoísmo es un gran mal, de ninguna manera es una
virtud:
“… el egoísmo sin
freno que es la vergüenza y el gran pecado de nuestro siglo” (S. S. Pío XI,
Quadragesimo anno, 15 de mayo de 1931, # 136)
El egoísmo es
antisocial, es decir, contrario al orden social. En cambio la Caridad es
altísimamente prosocial, es decir, tiene una dimensión social y económica
enorme. A continuación, una exposición de Mgr. Emile Guerry sobre el interés
personal que defiende el liberalismo como móvil de la actividad económica, y
cómo este se relaciona con el egoísmo, el cual debe hacerse un esfuerzo moral
para superarlo:
“El liberalismo
económico ignora y viola las leyes de la moral desde varios puntos de vista:
(…) [Por ejemplo] en los móviles de la actividad
económica: la regla suprema para el liberalismo, es el interés personal. ¡Que
cada uno persiga su interés personal con toda libertad y el interés general
será realizado!
La doctrina social
de la Iglesia admite la legitimidad del interés personal, de la ganancia y del
acrecentamiento honesto de los bienes individuales y familiares: en ello ve un
estimulante del hombre en el cumplimiento de su deber, una condición del
progreso económico, la retribución de un servicio prestado. Pero conoce al
hombre, y su egoísmo profundo, fruto del pecado original: sabe que sus pasiones
son un obstáculo para la clara visión y para la persecución del bien común.
Enseña que este bien común no va a verse asegurado por el simple juego de las
libertades individuales, sino que es preciso un esfuerzo de la conciencia para
someterse a una ley moral que le recuerde las exigencias del bien común, de la
justicia, de la caridad” (Mgr. E. G., La doctrina social de la Iglesia, 1957,
pp. 254-255)
Hablar de la
virtud del egoísmo es más o menos como decir la virtud de la malicia, un
disparate.
Milei, citando a
Mises, afirma que lo único que hay es el liberalismo y el socialismo, y que en
el medio no hay nada, indicando que son las únicas opciones. Esto es un gran
error, la doctrina social de la Iglesia no es ni liberal ni socialista y
constituye una propuesta muy concreta. De todas maneras, la DSI no es un camino
intermedio entre el liberalismo y el socialismo, sino que tiene entidad propia.
Milei, además
llama socialistas a cosas que no necesariamente lo son. Por ejemplo, considera
que la previsión social, la política social y el derecho laboral son
socialistas, cuando bien pueden encuadrarse dentro de la doctrina social
católica, la cual es antisocialista. Claro está que si esas cosas se
implementan sin respetar el principio de subsidiariedad, como muchas veces
hacen gobernantes estatistas y demagogos, sí puede ser visto como socialismo.
Milei predica que
para generar empleo y sacar a la gente de la pobreza lo único que importa es el
crecimiento. Esto es un error, en cuanto al desempleo, el Estado, cuando los
patronos y los obreros no logran resolver el problema, puede y debe intervenir
emprendiendo trabajos de utilidad general y facilitando, mediante consejos u
otros procedimientos, la contratación a quienes la buscan. (Mgr. Emile Guerry,
La doctrina social de la Iglesia, pp. 146-147) Además tiene otras funciones el
Estado en la resolución del problema del desempleo. En cuanto a la pobreza, hay
que decir que para solucionarla se debe procurar no solo el crecimiento
económico sino también una más justa distribución de la riqueza, ya que la
misma suele venir acompañada de desigualdad:
Papa Pío XII,
Carta dirigida a la 39 “Semana Social”, celebrada en Dijon, el 7 de julio de 1952:
“Riqueza y miseria: tal es el contraste que, ante el espectáculo del mundo
contemporáneo, os ha impresionado y al que trataréis de buscar remedio en el
acrecentamiento y en la mejor distribución de la renta nacional.”
Otra cosa que dice
Milei es que si a igual tarea las mujeres cobran menos, mejor para ellas,
porque todos las van a querer contratar. Pero eso no es así, no es mejor para
ellas, sino que los empleadores estarían abusando de ellas, así como también de
los niños. Es decir, los estarían explotando. Los usarían para minimizar los
costos y aumentar las ganancias (Mgr. Emile Guerry, La doctrina social de la
Iglesia, 1957, p. 257)
Para finalizar
diremos que Javier Milei es el más herético de los liberales argentinos que
salen por los medios masivos de comunicación, es decir, es el liberal más
contrario a la doctrina política, jurídica, social y económica de la Iglesia.
Milei va en contra de la doctrina católica sobre el Estado, sobre la justicia
social, sobre el derecho laboral, sobre los monopolios, sobre la planificación
de la producción, sobre un crecimiento equitativo, sobre la distribución de la
riqueza, sobre la libertad, sobre las drogas, sobre la prostitución, sobre los
impuestos, sobre las estatizaciones, sobre la propiedad privada, etc. etc.