DON BOSCO

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"BUENOS CRISTIANOS Y HONRADOS CIUDADANOS"

TRANSPARENCIA DEBIDA EN LA IGLESIA CATÓLICA


Cuando lo económico también la exige.

Por Carlos Alvarez Cozzi



Por estos años el tema que se ha instalado en la opinión pública es el de los abusos cometidos por algunos clérigos y demás consagrados contra menores en materia sexual, básicamente.
Mucho se ha escrito sobre el punto, sobre todo luego que ante los casos de pedofilia verificados en Boston, Estados Unidos pero también en otras partes del mundo, la Santa Sede, bajo el pontificado de Benedicto XVI, elaboró un protocolo bastante riguroso que se ha venido aplicando con éxito y que se ha replicado por las Conferencias Episcopales dentro de cada una de sus diócesis.

También es cierto que la mayoría del clero y consagrados observan una vida de acuerdo al Evangelio y a la disciplina eclesiástica, pero claro, eso no es noticia para la prensa sensacionalista. Por supuesto que la sola existencia de un caso bastaría para hacer caer sobre ese sacerdote o religioso que ha faltado a sus deberes de estado todo el peso del Derecho Canónico y del Derecho Penal estatal.
Las indemnizaciones pagadas a la víctimas, sobre todo en Estados Unidos, han sido millonarias, y los fondos debieron salir de las arcas de la propia Iglesia Católica, básicamente constituida por aporte de los católicos, que así tuvieron que hacerse cargo de los exabruptos de algunos clérigos y consagrados irresponsables, distrayendo así la institución fondos para las tareas de evangelización y caridad de la Iglesia Católica.

Pero lo que queremos tratar en este artículo es otro aspecto de la debida transparencia que debe exigirse dentro de la vida de la Iglesia Católica a sus ministros, y del que a veces poco se habla. Nos referimos a la transparencia económica, al manejo de dinero y donaciones, que debieran dedicarse enteramente a la evangelización y a la caridad y lamentablemente no siempre es así.

Sabiamente el Código de Derecho Canónico establece la obligación de los párrocos de constituir, con la aprobación de su Obispo, los Consejos Económicos Parroquiales, encargados de administrar los fondos que entran por limosnas y donaciones. Y lamentablemente no siempre ello es así porque dichos Consejos no se constituyen , estando en omisión de exigirlas los Obispos responsables de las diócesis.
Elemental resulta para pedir colaboraciones económicas a los fieles la debida transparencia y rendición de cuentas. La opacidad sólo genera suspicacias y sospechas. Por algo el Código de Derecho Canónico establece su obligatoriedad a diferencia de los Consejos Parroquiales, cuya constitución no es preceptiva para el Derecho de la Iglesia.

Han habido casos de presiones y abusos de clérigos sobre ancianos ricos para tratar de obtener la donación de dichos bienes o la sugerencia para que los mismos se los deje por testamento a alguna institución religiosa o diocesana o lo que es peor, a algún consagrado a título personal, en tanto persona física.
Claro que son necesarias las donaciones pero nunca el fin justifica los medios, sobre todo si implican presión sicológica o espiritual sobre los fieles de parte de los ministros de la Iglesia.

Este es un tema tan grave como el de los abusos sexuales, porque hace a la transparencia debida que la Iglesia debe exibir para ser creible en primer lugar y también para asegurar que los fondos que le llegan se dedican enteramente a la misión evangelizadora y caritativa y no son desviados para otros fines, como lamentablemente se ha comprobado ha ducedido en muchos casos y en muchas diócesis.
Igualmente preocupante es cuando a veces un obispo asume en una diócesis, ordena, con todo derecho, elaborar una auditoría de lo actuado por su antecesor en la administración de los recursos de la diócesis pero luego los resultados de dicha auditoria no se ponen en conocimiento de los fieles, contribuyendo a la opacidad, lo cual tampoco da el ejemplo debido ni otorga autoridad moral para iniciar nuevas campañas de recolección de fondos entre los fieles, que no saben como se administraron los recursos ya entregados al culto.

El Papa Francisco ha sido ejemplar en estos temas. Lo de su calzado, anillo, cruz pectoral y otros ornamentos, el haber elegido vivir en Santa Marta, andar en un coche utilitario y no de lujo y vivir con modestia, a diferencia de otros clérigos que ostentan modos de vida poco evangélicos, es todo un testimonio. Recordemos solamente al obispo alemán que fue separado de su cargo por el Papa Francisco por fastuosas reparaciones realizadas en su Palacio Arzobispal.

Por ello, por estos días ha preocupado, justamente en el tema recursos económicos, a nivel de las máximas jerarquías de la Iglesia, las desinteligencias entre la Secretaría de Economía y la de Estado en el tema auditoria contratada con una conocida firma internacional, para analizar las finanzas vaticanas, la que se ha suspendido por orden de la Secretaría de Estado, cuando el tema es competencia de la Secretaría de Economía a cargo del Cardenal Pell.
En conclusión, bastante falta aun a nivel de las diócesis y de la Santa Sede en transparencia de administración de los recursos económicos, partiendo de la premisa que cuando se es adminsitrador de bienes que no son propios, sino que ellos provienen de los fieles y están dedicados a la evangelización, para considerar que se ha eliminado o disminuido al mínimo la opacidad.