DON BOSCO

DON BOSCO
"BUENOS CRISTIANOS Y HONRADOS CIUDADANOS"

LA DIGNIDAD Y EL EJEMPLO DE LOS GOBERNANTES



Por Carlos Alvarez Cozzi

Por estas horas en la República Argentina se muestra el triste espectáculo recurrente en muchos países latinos. La presidente saliente empieza a develarse en plenitud como una gran delincuente, que ha cometido, con otros, muchos delitos económicos y de lavado de activos. La ruta del dinero K salpica a varios países, en el intento de lavar millones de dólares producto de los sobreprecios que el Estado pagaba al “socio” empresario Lázaro Báez, actualmente procesado por lavado de activos y en prisión.

Han sucedido hechos parecidos en el pasado, en varios otros países. Y es así como se socava el Estado de Derecho, con el desprestigio de la actividad política y estatal. La gente ya descree de los gobernantes, porque en lugar de buscar el bien común, parecen aspirar al poder para llenarse los bolsillos y asegurarse su bien propio.
Lamentable es que los gobernantes se transformen en los jefes de bandas de delincuentes, tal como decía San Agustín, cuando éstos no buscan el bien común sino sólo su propio interés y por cualquier medio, incluso los delictivos!!!.

La delegación de poderes en los gobernantes sólo se justifica en el Estado de Derecho para que éste tenga los poderes jurídicos y esté supraordenado a los particulares, pero no para asegurarles un mejor lugar para robar y menos la impunidad.
Por ello la Justicia independiente y la prensa libre son fundamentales para asegurar el respeto de los derechos humanos y las libertades para poder denunciar los hechos de corrupción de los propios gobernantes.

Es por todo esto que las penas por este tipo de delitos, para quienes se privilegiaron en forma ilícita de los poderes y facultades que le fueron otrogados por el pueblo para gobernar los países y no para estafarlos, deben ser bien graves, y los delitos de corrupción imprescriptibles. Parece que es la única forma en nuestros países de enviarle un mensaje a los que aspiran a gobernar a nuestros Estados a fin que se olviden de pensar en sus intereses particulares para hacerlo por los del país y la mayoria de su gente, a la que se supone un dirigente político honesto debería tener la vocación de servir. 

Y si no, dedicarse a la actividad privada, a los negocios, y dejar que los gobernantes sean electos para llevar a cabo una gestión honesta, con mayores o menores aciertos, pero siempre encarada de buena fe y con lealtad.