Alfil, 28-8-15
Seis de cada diez niños y adolescentes viven en
situación social precaria a raíz del déficit en el cumplimiento de sus derechos
a la vivienda, la salud, la educación o la información, advirtió el último
estudio sobre infancia la Universidad Católica Argentina (UCA).
El Observatorio de la
Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina presentó el informe
“Situación de la Infancia en el quinto año del período del Bicentenario. Mayor
protección social, privaciones y desigualdad”. El Barómetro de la Deuda Social
de la Infancia indicó que en 2014 un 40% de la infancia y adolescencia urbana
pertenece a hogares por debajo de la línea de pobreza económica, y el 9,5% por
debajo de la línea de indigencia.
Según el nuevo mapa de la pobreza infantil, también se
observan problemas alimentarios y déficits en el acceso la educación y a la
salud. “El 26,2% tiene sus necesidades básicas insatisfechas (NBI)”, indicó la
licenciada Ianina Tuñón, coordinadora del Barómetro de la Deuda Social de la
Infancia. La investigadora atribuyó el empeoramiento de los indicadores a la
etapa de estancamiento en la economía, marcada por la recesión y la inflación.
También alertó sobre la retracción en la creación de empleo y la alta
proporción del trabajo no registrado, que se mantiene en el 35 por ciento.
La medición de la Iglesia supera ampliamente el 28,7%
de pobreza registrado el mes pasado para la población adulta, y representa a
4,9 millones de chicos que conviven con la escasez. Viven en hogares cuyos
ingresos no superaban los $ 1780 en 2014, y la proporción trepa al 48,8% en el
conurbano bonaerense. También creció desde 2011 la cantidad de chicos bajo la línea
de indigencia, cuya tasa hoy es del 9,5% (1,1 millones), un punto más que en
2011. Se trata de menores cuyas familias percibían el año pasado ingresos
inferiores a $ 851.
Algo más de la mitad de la infancia y adolescencia en
la Argentina urbana tiene como única opción la atención de la salud en el
sistema público (alrededor de 5,8 millones). En este marco, se estima que 26%
de la niñez y adolescencia no realizó durante 2014 un control de su salud y
47,5% no controló su salud bucal.
El 57,4% de la infancia se encuentra privada del
ejercicio de derechos en al menos una de siguientes dimensiones de derechos:
vivienda, saneamiento, alimentación, estimulación temprana, información,
educación y salud y 18,3% en aspectos severos de las mismas (2 millones de chicos/as).
En los últimos cinco años alrededor del 80% de la
infancia y adolescencia en la Argentina urbana forma parte del sistema de
seguridad social. Ello fue posible por la ampliación del sistema con la
implementación de la Asignación Universal por Hijo en el último trimestre de
2009. Tras señalar que “la Asignación Universal por Hijo (AUH) es necesaria,
pero insuficiente”, Tuñón estimó que aún hay un 22% de chicos que no cobra la
asignación, porque probablemente estén indocumentados o vivan en situaciones de
extrema marginalidad. De acuerdo con el estudio de la UCA, 2,2 millones de
chicos -el 21,7%- no está protegido por ningún plan de salud mientras que
durante los últimos cuatro años, se mantuvo estable la proporción de chicos que
recibe la AUH, que hoy beneficia al 30,9% de los chicos.
Otro de los puntos observados por el informe es la
educación. Allí, solo nueve de cada diez chicos no asiste a jornada completa. Y
a pesar de los planes oficiales para facilitar el acceso a las nuevas
tecnologías, el 41% de los chicos de entre 6 y 12 años no aprende computación.
Además, el 37% de los menores incluidos en ese rango aseguró no tener enseñanza
de algún tipo de idioma extranjero y el 19% no cuenta con clases de educación
física, plástica o música en sus colegios.
El trabajo destaca la mayor inclusión educativa, pero
advierte que “es un desafío terminar la escuela secundaria” y “mejorar la
calidad de las ofertas educativas, procurando alcanzar mayor equidad en las
estructuras de oportunidades”.
El informe precisó que la población más afectada es la
que reúne a los menores de 4 años (30,2%), mientras que el índice disminuye a
medida que se avanza en el trayecto escolar. Esperablemente, la incidencia es
mayor en las villas y asentamientos, donde trepa al 61,8 por ciento.