Lo riqueza acumulada por el 1% de los habitantes más
ricos de la Tierra está a punto de superar la poseída por el 99% restante.
(Entrevista de Nicolas Gautier.)
Alain de Benoist
El Manifiesto, 3-8-15
Si creemos en un reciente sondeo de Cevipof (Centro de
Investigación Política de Sciences Po), publicado por Le Figaro, uno de cada
dos miembros del Frente Nacional (en adelante FN) quisiera "establecer la
justicia social cogiéndoles a los ricos para darles a los pobres" y
estaría en favor de una "reforma en profundidad" del sistema
capitalista. ¿Revolución?
Los electores del FN, de los cuales muchos provienen
de clases populares, no están totalmente ciegos. Como muchos franceses,
constatan que las desigualdades económicas no dejan de crecer tanto entre los
países, como dentro de los mismos, lo que demuestra que no tienen nada que ver
con las capacidades o los méritos.
La riqueza acumulada del 1% de los habitantes más
ricos del planeta está hoy a punto de superar la poseída por el 99% restante.
En los países desarrollados, los salarios no han cesado de estancarse o de
disminuir desde hace un cuarto de siglo, obligando a los asalariados a
endeudarse cada vez más para conservar su nivel de vida, con los resultados que
sabemos. En los Estados Unidos, donde la desigualdad económica ha alcanzado su
nivel más alto desde los años 30, la
suma de bonos concedidos en Wall Street en 2014 representó ella sola el doble
del total de los ingresos de todos los asalariados norteamericanos que trabajan
a tiempo completo con salario mínimo.
En Francia, solo la Société Générale distribuyó el año pasado 467
millones de euros en bonos a sus asalariados, o sea, en promedio una prima
equivalente a lo que gana en diez años un asalariado sujeto al Smic (Salario
Mínimo Interprofesional). Hasta hace
poco, al Presidente-Director General de Électricité de France, Jean-Bernard
Lévy, ya remunerado con 450.000 euros por año, le fue otorgado un paracaídas
dorado de al menos 200.000 euros, mientras que el ex jefe de Peugeot-Citroën,
Philippe Varin, se beneficiaba de una jubilación de 299.000 euros por año.
¿Más cifras? La cantidad de productos derivados
(instrumento financiero) intercambiados por mutuo acuerdo, es decir, sin pasar
por las bolsas, alcanzó en 2014 la cifra astronómica de 652.000 millones de
euros, o sea, diez veces el PIB mundial, cuando se trata esencialmente de
productos especulativos. En cuanto al mercado negro mundial, según el Tribunal
de Cuentas estadounidense, éste maneja no menos de 10.000 millones de dólares
por año.
Simpatizantes o no del FN, los franceses ven sucederse
los escándalos financieros. Observan que la evasión fiscal representa en
Francia un déficit estimado entre 60 y 80 mil millones de euros por año, es
decir, el equivalente del impuesto sobre la renta, y que una cuarta parte de
los negocios internacionales de los grandes bancos franceses se realiza en
paraísos fiscales. Ven que la deuda pública de Francia ha alcanzado el 100% del
PIB, que la austeridad liberal sacrifica poblaciones enteras a base del rigor
monetario, que el desempleo en la zona euro ha pasado de un 7,3% antes de la
crisis a un 11% en 2012 (ocho millones de parados más), que pronto solo habrá
contrataciones a través de contratos por tiempo definido, y que la
"flexibilidad" socava los requisitos mínimos de seguridad económica y
social de las personas. Ello provoca que haya cada vez menos y menos ilusiones
en un sistema que socializa las perdidas y privatiza las ganancias, lo cual no
es realmente sorprendente.
Eso no impide que el programa de "patriotismo
económico" del FN sea regularmente denunciado como "irrealista"
o incluso como "izquierdista". El propio Jean-Marie Le Pen —¡quien,
es cierto, no parece del todo decidido a tomar su jubilación!—- ha declarado en su famosa entrevista en
Rivarol que "es ridículo solicitar la jubilación a los 60 años"...
Jean-Marie Le Pen, quien se presentaba hace mucho
tiempo como el "Reagan francés", aparentemente leyó mal el programa
de su partido. Salvo error de mi parte, el FN no defiende la "jubilación a
los 60 años", pero sí la posibilidad de beneficiarse a esta edad de una
pensión de jubilación siempre que se haya cotizado durante 40 años, lo cual no
es lo mismo (porque solo una minoría de los asalariados de 60 años satisface
esta condición).
Por mi parte, si yo tuviera algo qué reprochar al
programa económico del FN, sería más bien que se queda con demasiada frecuencia
en un keynesianismo que, al igual que el liberalismo, no permite salirse de las
categorías de la economía neoclásica. Les queda a sus diseñadores por
comprender la naturaleza exacta de la Forma-Capital, el fetichismo de la
mercancía y la huida hacia delante en lo ilimitado de la sobreacumulación, la
mercancía como objetivación del valor y como elemento estructural de las
relaciones sociales, el potencial de la autocontradicción interna (entre el
valor de uso y el valor de cambio, el trabajo abstracto y el trabajo concreto,
el trabajo privado y el trabajo social) que contiene el desarrollo capitalista
en general, y otras cosas más.
Entre los que quieren redistribuirlo todo —incluso dar
a los que no hacen nada— y los otros que no quieren compartir nada, ¿no habría
posibilidad de trazar una vía intermedia?
La alternativa no es del orden de más o de menos. Es
más bien entre aquellos que creen posible reformar el sistema capitalista y los
que no lo creen. Ahora bien, el hecho esencial es que el proceso de
valorización del capital no tiene su base en una ley natural. Más bien es
porque hay un límite interno en la valorización real porque entramos desde hace una veintena de
años en una economía de burbuja financiera.
Con la tercera revolución
industrial, la cual sucede a una fase fordista y keynnesiana caracterizada por
una subida del sobrevalor relativo que permitía un cierto nivel de protección
social, los beneficios de la productividad tienden a hacer innecesaria una
cantidad cada vez más grande de trabajo vivo, lo que socava las bases de índice
medio de beneficios de la economía liberal. La contradicción entre el sistema
crediticio y la producción real de sobrevalor hace que el sistema capitalista
esté hoy amenazado por una desvalorización generalizada del valor, tanto si se
trata de la fuerza de trabajo, del capital productivo, del capital-mercancía,
del capital-crédito o del propio dinero. Los Estados contribuyen también a ello
cuando ponen en marcha la emisión de billetes, anunciando así una nueva burbuja
financiera que será devastadora.