Por Carlos Álvarez Cozzi
Con sugestiva
coincidencia temporal, la Corte Suprema
de Justicia de los Estados Unidos de América y la de los Estados Unidos
Mexicanos, han declarado que es constitucional en sus respectivos países el
“derecho” de las personas del mismo sexo a contraer “matrimonio”, con lo cual
se derivan varias consecuencias, tanto en lo jurídico para los Estados miembros
como para las personas, sean los “contrayentes” como los terceros, inclusive
los ministros de las religiones, en especial la gran mayoría de las cristianas,
que por mandato evangélico no podrán jamás reconocer que las uniones
homosexuales puedan estar equiparadas al matrimonio, y por lógica consecuencia,
no podrán celebrar las mismas.
Ante ello nos preguntamos
que pasará con los obispos, incluido el de Roma, sacerdotes y diáconos
católicos, por ejemplo, cuando una pareja gay les exija la celebración de una
boda religiosa, argumentando que no pueden ser discriminados? Que sucederá con
la predicación de los ministros que enseñen, en ejercicio de la libertad
religiosa reconocida por los Estados, que el matrimonio solamente puede
concebirse entre una mujer y un varón? Serán perseguidos por la justicia de
esos Estados? Cometerán delitos?
Porque ya ha habido en
algunos lugares pastores evangélicos detenidos, por denuncia de parejas gays
que ante la negativa a que se los casara religiosamente, fueron incriminados.
Vamos hacia un enfrentamiento entre el presunto derecho constitucional a
permitir y obligar a que se celebren bodas gays, incluso religiosamente y el
derecho, también constitucional, a la libertad de cultos?.
Este es un tema capital.
Veamos que opinaron los jueces disidentes del fallo norteamericanos. Y constatamos que los jueces disidentes de la Corte Suprema , tres de los
cuatro jueces que no lo votaron– que no son «fundamentalistas» alarmistas, sino
algunas de las mentes jurídicas más célebres de
los Estados Unidos –
no
parecen equivocarse cuando concluyen que el próximo paso será obligar también a
las universidades cristianas, a las agencias de adopción, a los sacerdotes y a
los pastores a obedecer la nueva dictadura del homosexualismo. O a acabar en la
cárcel.
Porque una cosa es no
discriminar injustamente, pero otra muy distinta es la dictadura del relativismo,
que impida a los que no estamos de acuerdo con el estilo de vida gay a ni
siquiera poder expresarlo respetuosamente.
Es hacia eso que se
pretende avanzar? Desde ya, si esa es la meta, oscuros nubarrones se divisan en
el horizonte. O mejor, ya se adivina cual es el verdadero cangrejo debajo de la
piedra.