Mons. Urbanc, Obispo de Catamarca
En las horas previas
a la Procesión
con la Sagrada Imagen ,
esta mañana se llevó a cabo la
Misa Solemne , en el altar mayor de la Catedral Basílica
de Nuestra Señora del Valle. La ceremonia fue presidida por el Obispo
Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por el Vicario General de la Diócesis , Pbro. Julio
Quiroga del Pino; el Rector del Santuario Mariano, Pbro. José Antonio Díaz; y
sacerdotes del clero local tanto de Capital como del interior del territorio
diocesano.
DIARIOC, (Catamarca) 08/12/2014
TEXTO COMPLETO DE LA HOMILIA
Queridos Devotos y
Peregrinos:
Una vez más el Señor
nos concede la gracia de honrar la
Pura y Limpia Concepción de la Santísima Virgen
María.
La fiesta de la Inmaculada Concepción ,
que siempre se celebra durante el tiempo de Adviento, nos propone ver a María
como Madre de la Esperanza
y adquiere su verdadera dimensión eclesial como símbolo de la humanidad que
espera y se prepara para ser visitada desde lo alto por el que ha querido ser
“Dios con nosotros”, Jesucristo, el Señor.
Esta celebración
mariana pone sobre el tapete argumentos sensibles y utópicos de lo que ha
perdido la humanidad. Si los quisiéramos analizar psicológicamente, habría que
recurrir a muchos elementos culturales, ancestrales, pero muy reales, del
pecado y de la gracia. El contraste entre la mujer del Génesis que se carga de
culpabilidad y la mujer que aparece en la Anunciación , resuelve,
desde el proyecto del Dios Amor, lo que las propuestas antifeministas o
feministas no pueden resolver con discusiones trasnochadas, agresivas, falaces
y estériles.
Nunca está demás que
volvamos a meditar el porqué de esta verdad de fe que debemos profesar. Para
ello nos han sido proclamados textos de la Biblia para que tomemos mayor conciencia de su
importancia para nuestra vida, en orden a ser más agradecidos con Dios y
dóciles a Él.
La acción libre de la
mujer y el varón de desobedecer a Dios, movilizó la misericordia de Dios con la
más frágil de sus creaturas inteligentes, pero no sin ejercer justicia:
"Pondré enemistad entre ti y la mujer entre su linaje y el tuyo" (Gn
3,15). Estas palabras pronunciadas en el exordio de la humanidad luego que el
hombre y la mujer habían pecado, anuncian la eterna voluntad salvífica de Dios.
La transgresión de Eva y Adán desquiciaron la especie humana. El hombre creado
a imagen y semejanza de Dios, sufre una herida de incalculables consecuencias.
Por eso, siente miedo, experimenta la desnudez y el desamparo, su concepto de
Dios se oscurece y corre a esconderse lejos de su mirada. Aquí suena muy
acertadamente la frase que el ‘pecado nos pone al desnudo’. La pregunta de
Dios: "¿Dónde estás?" deja de manifiesto su dramática condición. El
hombre es expulsado del paraíso, pero al mismo tiempo recibe la promesa de un
redentor.
No obstante, “donde
abundó el pecado sobreabundó la gracia (Rm 5,20). En su eterno plan, Dios había
creado al hombre por sobreabundancia de amor y lo había elegido para ser Santo
e inmaculado en su presencia (Ef 1,3-6). El pecado, sin embargo, introduce la
desobediencia, el desorden y la pérdida de la armonía original, la armonía del
"principio", pero no cancela el plan amoroso de Dios... Si se busca,
por tanto, la razón de la presencia de Dios entre los hombres y la razón de la Encarnación , ahí la
tienes: el amor por el hombre. "El Señor se enamoró de su creatura" y
el Verbo de Dios ha habitado en el hombre y se ha hecho Hijo del hombre para
acostumbrar al hombre a comprender a Dios y para acostumbrar a Dios a habitar
en el hombre (San Ireneo). El Pastor se ha hecho oveja (San Gregorio de Nisa).
Cristo ha venido a la tierra para tomar de la mano al hombre y presentarlo
nuevamente al Padre según la gracia del principio.
En este extraordinario
plan de salvación aparece María, como la primicia de la salvación, como la
estrella de la mañana que anuncia a Cristo, "sol de justicia" (Mal
3,20), como la primera creatura surgida del poder redentor de Cristo, como
aquella que ha sido redimida de modo eminente por Dios en atención a los
méritos de Jesucristo, Salvador del género humano. En un mundo pecador, la Gracia divina ha hecho
surgir una creatura absolutamente pura y le ha conferido una perfección sin la
más mínima sombra de pecado. El plan del Padre que quería enviar a su Hijo a la
humanidad exigía, para la mujer destinada a llevarlo en su seno, una perfecta
santidad que fuese reflejo de la santidad divina. Ella que no conoció el
pecado, está en el centro de esta enemistad entre el demonio y la estirpe
humana redimida por Jesucristo, la estirpe de los hijos de Dios. Ella aparece
en medio de esta singular batalla como la aurora que anuncia la victoria
definitiva de la luz sobre la obscuridad. Ella va al frente de ese grande
peregrinar de la Iglesia
hacia la casa del Padre. En medio de las tempestades que por todas partes nos
apremian, ella no abandona a los hombres que peregrinan en el claro oscuro de
la fe. Ella es signo de segura esperanza y ardiente caridad; y su santidad es
fruto de la obra redentora de Cristo.
Sin embargo, en esta
Eucaristía quiero depositar en el Corazón de nuestra querida Madre del Valle el
‘Año pastoral dedicado a los Fieles Laicos’, que son “son hombres y mujeres de la Iglesia en el corazón del
mundo y hombres y mujeres del mundo en el corazón de la Iglesia ” (Puebla, 786;
Apar, 209).
Es por eso que quiero
llamar la atención, desde mi perspectiva de pastor diocesano, de notables
deficiencias en el compromiso evangelizador de los fieles laicos, a saber:
persistencia de cierta mentalidad clerical en numerosos agentes de pastoral,
tanto clérigos, como consagrados y fieles laicos; dedicación preferente de
muchos fieles laicos a tareas dentro del ámbito eclesial; poco reconocimiento,
tanto en los sacerdotes como en el pueblo, del carácter secular que constituye
la identidad propia y específica del fiel laico; falta de formación e interés
por la filosofía cristiana, la teología, la moral y el estudio y meditación de la Palabra de Dios; abrumador
desconocimiento de la
Doctrina Social de la Iglesia , con la deplorable consecuencia de que no
se la valora ni se la aplica; escaso acompañamiento de los sacerdotes a los
fieles laicos en su compromiso temporal, cultural, económico, profesional y
socio-político; pobrísima conciencia de ser Iglesia en la mayoría de los fieles
laicos; casi inexistente formación sistemática en teología pastoral;
prácticamente nula participación real de los laicos en la planificación y en la
puesta en marcha de los planes pastorales; tendencia en muchos fieles laicos
hacia una religiosidad y espiritualidad individualista e intimista, alejada del
compromiso evangelizador; un relativismo, cada vez más negativo, en relación
con los valores éticos, eclesiales y religiosos.
La crisis de
identidad de los fieles laicos en el área socio-política se expresa en el temor
a manifestarse desde lo que son, desde lo que creen y desde lo que piensan.
La presencia de
personas católicas, de auténtica formación religiosa, en partidos políticos y
en importantes funciones de Gobierno ha sido muy común a lo largo de nuestra
historia, tanto provincial como nacional. También en la actualidad podemos ver
a gran número de personas con notable formación religiosa ocupando puestos de
responsabilidad. Sin embargo, es una presencia tan discreta y tan timorata que
no se llega a sentir. Alguien los ha definido como “católicos vergonzantes”.
Dicen que en otros
tiempos existía una idea clara de la identidad católica y de su consecuente
“militancia”. En ellos estaba más clara la idea y el compromiso de hacer
realidad los valores del Evangelio en la realidad socio-política del país. Cosa
de la que dudo, pues si hubiera sido así, no estaríamos como estamos.
Tendríamos otro legado. En efecto, no todo tiempo pasado fue mejor (cf.
Eclesiastés 7,10).
Dios mediante esta
tarde, después de la solemne procesión, por medio de la lectura del decreto,
daré por lanzada la tarea y les será repartida la carta pastoral que redacté
para la ocasión y que ruego la lean, estudien y difundan para que tomen
conciencia de la delicada misión que les compete por ser el 99, 9 % de la Iglesia , es decir, el
rostro visible de lo que son los cristianos hoy para el mundo creyente y no
creyente.
Entre todos
depositemos a los pies de la
Virgen del Valle esta intención y la sostengamos con nuestra
fervorosa oración y compromiso para que sean muchos y duraderos los frutos de
nuestra Misión Diocesana Permanente.
¡¡¡Nuestra Madre del
Valle y San José!!! ¡¡¡Rueguen por nosotros!!!