DON BOSCO

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"BUENOS CRISTIANOS Y HONRADOS CIUDADANOS"

MEJOR NO ESCRIBIR SOBRE MONSANTO



Por Adrián Simioni

El martes pasado, luego de los incidentes del lunes en la manifestación de ambientalistas contra la acondicionadora de semillas de maíz que construye Monsanto, en Malvinas Argentinas, los conductores Rebeca Bortoletto y Jorge “Petete” Martínez se dieron un baño de virtud ante los micrófonos.

Remarcaban que, a diferencia de “otros colegas”, ellos no aceptaron invitaciones de Monsanto a conocer sus instalaciones en Estados Unidos, con lo cual dieron a entender que quienes lo hicieron están “comprometidos” con esa empresa. Aparentemente, el precio de algunos colegas es bajo: una semana de alojamiento y comida, más la ida y vuelta en avión en clase turista.

Dado que viajé invitado por Monsanto con los gastos pagos, en 2012, a su sede en Saint Louis, Estados Unidos, supongo que ello me invalida para hablar del conflicto en Malvinas Argentinas. Si mis colegas en verdad piensan eso, imaginemos qué puede pensar alguien que no está en este rubro y los escucha.

Así que sería mejor que no dijera nada de Monsanto. Pero sería un lástima, así que lo diremos igual, qué tanto (de aquí en más el lector está advertido y deberá asumir el riesgo; no se admitirán demandas por lavado de cerebro).

El maíz es vital para preservar mínimamente la calidad de la tierra en Córdoba, donde implantar soja es mucho menos costoso y riesgoso, y donde cada vez menos –por la pérdida acelerada de rentabilidad del campo– se cumple la rotación mínima que dice “un año soja, el otro maíz”.

Ya sabrán que trigo se siembra cada vez menos por las desastrosas políticas oficiales, y que vacas también hay cada vez menos, por las mismas razones. Así que mejorar las condiciones para producir maíz es la alternativa más cercana y realista para preservar la tierra.

A diferencia de lo que sucede con la soja, que se industrializa en los puertos del Paraná en aceite y harina, y se exporta en mayor proporción que cualquier grano, hay una nueva industrialización del maíz, la del etanol que, por sus características y mercados, privilegia la producción local. Eso implica darle al maíz una ventaja relativa fundamental sobre la soja: ahorrarse el altísimo costo del transporte al puerto.

Córdoba ha hecho punta en eso, porque se han alineado los planetas y porque su distancia de los puertos esta vez la beneficia. En Tucumán, están por empezar a fabricar etanol a partir de la caña de azúcar, y en Chaco, había planes hasta el año pasado para abrir una “etanolera”. En Villa Mercedes, San Luis, se está construyendo una. Pero en Río Cuarto y en Alejandro Roca, ya hay dos, grandes, produciendo. Y en Villa María están construyendo otra, más grande.

Son todos capitales nacionales. En muchos casos, de productores que se juntaron y, en lugar de desperdiciar su dinero en departamentos poco rentables en Nueva Córdoba, se han convertido en industriales.

De las cinco etanoleras de maíz en marcha o en construcción, tres se han hecho con parte de tecnología y know how de una empresa cordobesa. En el este y sudeste provincial y en Córdoba capital están los fabricantes capaces de construir los tractores, las sembradoras, los “mosquitos” y las cosechadoras que hagan falta.

Por una ley que impulsó el Gobierno nacional, las naftas tienen que mezclarse con un cinco por ciento de etanol, porcentaje que puede ser muy superior. Quemar etanol es mucho menos pernicioso que quemar nafta. Al quemar nafta, se libera a la atmósfera dióxido de carbono que estaba capturado en los yacimientos de petróleo y que, hasta que lo sacamos de allí, no generaba efecto invernadero. En cambio, al quemar etanol, se libera carbono que ya estaba en la atmósfera, fue capturado cuando se plantó el maíz y será recapturado en la próxima siembra. El balance de carbono es neutro.

Cuanto más maíz se convierte en etanol, menos millones de litros de gasoil gastamos en llevar el maíz en bruto a los puertos. Los subproductos pesan menos y se trasladan en general a puntos más cercanos. En definitiva: menos camiones en las rutas.

Al “cortar” la nafta con cinco por ciento de etanol, no sólo emitimos menos carbono no neutro a la atmósfera. Dejamos de importar miles de millones de dólares en combustibles, hoy por hoy, un lastre nacional. Hice cálculos que no me dictó Monsanto: la planta de Bio4 en Río Cuarto produce prácticamente tantos litros de etanol como litros de nafta y gasoil se consumen en esa ciudad. O sea: Río Cuarto está al borde de la “soberanía energética”. Claro que para ello debe “canjear” el etanol que produce por otros combustibles producidos fuera de la región.

El otro subproducto del maíz etanolero es proteína pura. Sólo se usa para alimentar animales: vacas, chanchos, pollos y hasta peces, si nos diera la cabeza. Mayor valor agregado. Más vacas pisando los campos. Si se exporta, vale más que el maíz en bruto.

La procesadora de semillas de maíz de Monsanto –pero también las que podrían instalar Syngenta o Pioneer –menos famosas y por tanto más difíciles de atacar por el lobby ambientalista– agrega apenas un botón al collar. Para sembrar maíz, hay que tener semillas, que con estas plantas también se producirían acá. Y además se exportarían. Varios miles de hectáreas en Córdoba que hoy producen maíz comercial pasarían a producir la más valiosa semilla de maíz.

La paja... y el trigo
El curado de semillas se remonta a China, en el 1200 antes de Cristo. Desde el siglo 19, cuando se usaba arsénico, sulfato de cobre o cloruro de mercurio, los químicos y los procesos del tratamiento son cada vez menos dañinos, por las crecientes regulaciones.

Más allá de lo que suceda con la planta de Monsanto, debería quedar una cosa clara. La mayoría de quienes protestan admiten públicamente que, más que la planta, su objetivo es voltear el actual modelo agropecuario. Y esa ya es otra cuestión. Y tiene otro precio.

¿Estamos dispuestos a pagar el costo de volver a cultivar como hace 20 años, cuando la cosecha anual argentina era la mitad de la actual? ¿Córdoba debería transformarse en el corazón maicero, etanolero y pecuario de América del Sur o no?

Córdoba tiene todo para hacerlo. Excepto, parece, la valentía de sus ¿liderazgos? políticos. Si están de acuerdo con no abortar ese proceso que está sucediendo, deberían decirlo clarito en lugar de dejarse extorsionar moralmente por gente que quiere prohibir los herbicidas, pero que difícilmente iría a desyuyar con azadas un lote. En algún momento hay que separar la paja del trigo.


La Voz del Interior, 6-10-13