Por Héctor GIULIANO
(17.10.2013).
La administración
Kirchner ha conseguido, en principio, demorar la toma de decisiones duras o
traumáticas en materia económico-financiera hasta después de las elecciones del
27.10 pero es muy difícil que pueda mantener tal comportamiento después de esa
fecha.
Los resultados
gubernamentales desfavorables de las PASO (que sirvieron como sondeo
pre-electoral obligatorio), el no reconocimiento oficial de la grave situación
fiscal que se está viviendo y el problema de salud de la presidenta (justamente
durante el tramo final de la campaña parlamentaria) contribuyen a aumentar la
idea de necesidad pero también la de incertidumbre frente a las acciones concretas
que forzosamente tengan que ser adoptadas a muy corto plazo en nuestro país.
El presente trabajo
trata de analizar el real cuadro de situación que se le presenta hoy al
gobierno Kirchner en materia especifica de la Deuda Pública , que
sigue siendo el condicionante total y absoluto de todo lo que ocurre en la Argentina en materia
financiera, económica y política.
CUADRO DE SITUACIÓN.
La crisis del llamado
Modelo K – independientemente del eslogan sobre “crecimiento con inclusión
social” – está dada por tres factores centrales: 1) Atraso cambiario con
Inflación, 2) Déficit fiscal creciente y 3) Desequilibrio de la Balanza de Pagos.
Estos tres factores
se encuentran vinculados entre sí y están derivados de un problema estructural
común: la Deuda Pública
Argentina.
El Gobierno, la Oposición Política
y los grandes Medios de formación de la Opinión Pública
soslayan la importancia determinante de la cuestión de la Deuda pero los hechos les
terminan siempre pasando por encima.
Parafraseando a
Santayana este dilema puede resumirse
hoy diciendo que quienes niegan la realidad de crisis de la Deuda - con el falso
discurso de la “deuda manejable” y de la mentira del “des-endeudamiento” -
están condenados a estrellarse contra ella.
a) PROBLEMÁTICA DEL BANCO CENTRAL.
La crisis de una
deuda impagable – que como “agujero negro” amenaza con tragárselo todo – es el
factor determinante del aumento exponencial de la Deuda intra-Estado, que se
utiliza en gran escala para atender los servicios crecientes de capital e
intereses y que ha terminado poniendo en juego la existencia misma del Banco
Central (BCRA) como banco.
El problema clave e
inmediato de la administración Kirchner es que su política ha llevado a un
nivel crítico la posición de Reservas Netas del BCRA.
Al 30.9.2013 el stock
de Reservas Brutas es de 34.700 MD , pero si a ello le restamos 8.700 MD de
Cuentas Corrientes en moneda extranjera y 4.000 MD de Otros pasivos,
correspondientes a préstamos de divisas por parte de bancos extranjeros –
subtotal 12.700 MD – queda un saldo de Reservas Netas de 22.000 MD.
El stock bajaría más
aún con el uso adicional de reservas para seguir pagando deuda externa - a
través del llamado Fondo de Desendeudamiento Argentino - que este año, en
curso, prevé unos 8.000 MD para ello y que según el Presupuesto 2014 será de
otros 10.000 MD (9.855) durante el año que viene.
Esto implica que las
perspectivas son de reservas declinantes y que los niveles críticos bajarían en
breve a unos 12.000 MD.
Y aquí no está
considerado el efecto de lo que puede ocurrir con la deuda cuasi-fiscal por
Lebac/Nobac, que suman unos 135.100 M$ - equivalentes a 23.300 MD – y que
estarían calzadas con operaciones de dólar a futuro en el Mercado Rofex.
La situación se
agrava más todavía si se tiene en cuenta la existencia de fuertes sumas
acumuladas de Deuda Externa Privada, que lógicamente no son deuda pública pero
cuyas divisas tiene que proveerlas el BCRA (y las tiene que proveer al tipo de
cambio oficial).
La política de pago
de Deuda Externa con Reservas Internacionales ha llevado así a un virtual
vaciamiento del activo de Reservas del BCRA.
En síntesis: la
administración Kirchner ya no posee reservas realmente disponibles en el BCRA y
toda reposición de las mismas conlleva un aumento mayor de su deuda cuasi-fiscal.
Este debilitamiento
de la posición de reservas netas está directamente relacionado con el uso de
las mismas para el pago de los servicios de la deuda externa, amén que para
atender las necesidades de los nuevos desequilibrios de la Balanza de Pagos agravados
por el retraso cambiario (caso de importaciones energéticas, turismo de
argentinos al exterior, servicios económicos y financieros crecientes).
El atraso del tipo de
cambio – peso sobrevalorado, apreciado más todavía por efecto de la inflación
interna – se mantiene no sólo como freno anti-inflacionario (con resultados muy
discutibles) sino también y fundamentalmente como medio para posibilitar los
pagos de la deuda externa.
El retraso cambiario,
en este aspecto, es una forma de sostener las posibilidades de pago de la deuda
externa dado que una macro-devaluación llevaría a un nuevo default.
Pero este mismo
atraso del tipo de cambio es el que está precipitando la crisis en la
institución que maneja la política monetaria y cambiaria nacional, que es el
BCRA.
La caída del nivel de
reservas netas del BCRA, el empapelamiento de su Activo por préstamos al Tesoro
sin capacidad de repago - 73.300 MD en total al 30.9.2013 (46.800 MD por Letras
Intransferibles dadas contra retiro de reservas más el equivalente a otros
26.500 MD por Adelantos Transitorios) – y el aumento del stock de deuda a corto
plazo por Lebac/Nobac habrían llevado así al tope el límite de endeudamiento
del Banco para sostener al Gobierno Nacional.
b) DÉFICIT FISCAL Y PRESUPUESTO 2014.
La pérdida de los
superávits gemelos – fiscal y externo – ha desnudado las falencias del modelo
kirchnerista.
Así como el stock de la Deuda Pública es
fuertemente creciente , también lo son proporcionalmente los servicios de
capital e intereses que se derivan de la misma.
Más de la mitad de la Deuda Pública está
contraída hoy con agencias del propio Estado, lo que le da un margen de
maniobra para diferir los pagos correspondientes; pero el gobierno no tiene
capacidad de repago demostrada sobre estas obligaciones y entonces está forzado
a mantenerse dentro de un mecanismo de Deuda Perpetua: todos los vencimientos
de capital se refinancian y además se toma deuda nueva; mientras que sí se
pagan los intereses y los cupones PBI.
La deuda determina un
déficit fiscal creciente y este déficit se cubre con más Deuda: es el círculo
vicioso perfecto de la usura, donde el deudor vive pagando intereses,
refinanciando capital y tomando más deuda.
La aprobación
conjunta - por parte del Congreso - del Presupuesto 2014, de la prórroga de la Emergencia Pública
y de varios gravámenes (principalmente el Impuesto al Cheque) hasta fines de
2015, le permite al Poder Ejecutivo seguir manejando discrecionalmente las
finanzas del Estado hasta el fin de su mandato.
El desequilibrio de
las cuentas públicas le plantea al gobierno la disyuntiva de tener que contener
el déficit fiscal creciente no sólo con las medidas de ajuste encubierto que
están en curso – vía aumentos parciales de la presión tributaria, incrementos
graduales de precios y tarifas de servicios públicos por disminución de
subsidios, reducciones relativas de gastos por finalidad y por jurisdicción,
freno de los aumentos salariales y jubilatorios, etc.) – sino teniendo que
pasar a políticas de ajuste formales para aumento de ingresos y reducción de
gastos y, sobre todo, asumiendo nuevos escalones de endeudamiento público,
internos y externos.
c) DESEQUILIBRIO DE LA BALANZA DE PAGOS.
Así como el “modelo”
perdió una de sus patas con el advenimiento de un déficit fiscal creciente, así
también tiene hoy seriamente comprometido el saldo de su balanza de pagos.
Y el factor clave que
lo determina es también el problema de la Deuda y el retraso cambiario vinculado al pago de
la misma.
Según el Balance
Cambiario del BCRA al 30.6.2013 la Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos, que tuvo
un saldo positivo de casi 4.000 MD en 2012 (3.900), acumulaba un saldo negativo
de 2.300 MD a mitad del corriente año.
Esto ocurre porque el
Balance Comercial superavitario (Exportaciones menos Importaciones) se compensa
por el resultado deficitario de Servicios Económicos y Financieros
(particularmente Intereses y giro de Utilidades/dividendos al exterior, si bien
en los últimos tiempos este último rubro ha sido transitoriamente restringido
al máximo).
De la misma manera,
también la Cuenta
Capital /Financiera acumula un saldo negativo – de 3.000 MD en
el primer semestre de 2013 – explicado, en este caso, por los elevados pagos
realizados a los Organismos Multilaterales de Crédito y otros acreedores financieros.
Todo esto ha hecho
que, a la mitad del corriente año, la pérdida por variación de reservas del
BCRA haya sido de 5.300 MD. Y en la actualidad acumula 8.600 MD.
La evolución
desfavorable de las cuentas externas está fuertemente determinada por el
retraso cambiario, por los mayores pagos de servicios financieros (públicos y
privados) y por el acentuado desbalance de varios rubros específicos, como las
importaciones de hidrocarburos, el sector automotor y el turismo.
En síntesis: que la
combinación de retraso cambiario – agravada por una inflación interna que no
cede – crisis de la posición de reservas del BCRA, déficit presupuestario y
desbalance de pagos definen un cuadro de situación tan grave como difícilmente
manejable para el gobierno Kirchner.
De allí la
vulnerabilidad de la posición de reservas netas del BCRA antes citada.
LOS ACONTECIMIENTOS
SE PRECIPITAN.
El fracaso del
Megacanje Kirchner-Lavagna de 2005-2010 – un fracaso producido por la falta de
capacidad de repago de las obligaciones contraídas en dicha operación y cuyos
resultados están a la vista - no se soluciona con la nueva reapertura aprobada por
el Congreso, aun en el caso que la misma sea aceptada ahora por los holdouts
(los tenedores que no entraron en el canje y que son casi todos fondos
especulativos), porque el aumento de los importes a pagar por atrasos,
intereses, punitorios, gastos y honorarios elevaría considerablemente los
montos de servicios a pagar a un nivel y a un ritmo peligrosamente superiores a
los actuales.
Aunque se
contemplara, en principio, ofrecer otra vez – como en el 2010 – el pago de los
intereses acumulados con títulos Boden 2017, está el problema de empezar a
regularizar los intereses semestrales y la formalización de los nuevos bonos,
así como los pagos de cupones PBI.
Todo ello constituye
obviamente una nueva carga financiera – ordinaria y extraordinaria – que pasa a
tener que cumplir el Estado Argentino.
La aceptación
irrestricta por el gobierno Kirchner de la legitimidad de la Deuda Pública que
está siendo investigada por la
Justicia (causas Olmos I y II, Megacanje 2001 y denuncia
Olmos Gaona-Marcos), el récord de pagos de servicios del que se jacta la
presidenta – 173.700 MD en 10 años de administración K – y el traspaso en gran
escala de la deuda con terceros (fundamentalmente Acreedores Privados y
Organismos Financieros Internacionales) a Deuda intra-Estado, no revirtieron la
gravedad del problema de la
Deuda Pública de la Argentina sino que la están llevando a un nuevo
callejón sin salida de mayor endeudamiento.
Sin embargo, el
fracaso de la política seguida en materia de deuda por administración K – lo
mismo que el fracaso de todas las administraciones que lo precedieron, desde el
Proceso Militar hasta nuestros días – no implica necesariamente caer en una
nueva crisis abierta de Deuda sino, por el contrario, supone entrar otra vez en
la peligrosa senda de una nueva ola o etapa de endeudamiento, que puede tener
un recomienzo gradual y luego irse paulatinamente ampliando hasta lograr
niveles más institucionalizados y diversificados de deuda.
Hay una serie de
señales de cambio en este sentido que están dadas por el acomodamiento de los
hechos de re-endeudamiento en curso:
a) Las negociaciones aceleradas que se
están produciendo en el contexto de los fallos de Nueva York sobre los reclamos
de los holdouts, aunque cualquiera sea el resultado a que se llegue (con/sin
reapertura del canje) ello implica la realización de más pagos y la
formalización de más deudas para regularizar la situación hoy existente
(capital, intereses y cupones PBI).
b) El mantenimiento a ultranza de la
política de pagos de la deuda externa con reservas del BCRA, que conlleva una
descapitalización del banco, que ha llevado a la institución a una posición
financiera crítica y que fuerza la reposición de reservas comprando más divisas
con deuda.
c) El Blanqueo de Capitales en curso, por
lo tocante a la emisión de títulos BAADE y PADE, que implican emitir nueva
deuda en moneda extranjera con acreedores privados, evasores o no.
d) La aceptación del pago de las sentencias
en su contra dictadas por el CIADI – 500 MD – a instrumentar entregando bonos
del Estado.
e) La destrabazón o destrabe – derivado del
punto anterior – del nuevo paquete de préstamos del Banco Mundial a la Argentina por 3.000 MD,
en el marco del programa de Asistencia al País.
f) El afianzamiento del programa
equivalente del BID sobre Estrategia de País con la Argentina del período
2012-2015 y sus avances en la renovación pertinente, ya que el Banco
Interamericano de Desarrollo constituye el primer prestamista entre los
organismos multilaterales de crédito (saldo 9.900 MD – casi 10.000 MD – al
31.12.2012).
g) El avance en las conversaciones con el
FMI para regularizar las estadísticas del INDEC con la introducción del nuevo
IPC Nacional.
h) El progresivo endeudamiento externo y/o
en moneda extranjera por parte de una serie creciente de provincias, con las autorizaciones y garantías
pertinentes del Gobierno Central; deuda consolidada ésta que constituye una
ventanilla lateral y relevante del endeudamiento público.
i) El importante aumento de la Deuda Pública
Indirecta (Empresas del Estado, Organismos Nacionales y Fondos Fiduciarios),
con YPF a la cabeza; deuda de la que el Gobierno Central es garante pero sobre
la cual no hay idea de su monto por la falta de informaciones oficiales.
j) Las expectativas de aceleración de un
arreglo con los países del Club de París, que estaría muy vinculado a la
solución del problema de los holdouts y al financiamiento de empresas
extranjeras para efectuar inversiones en la Argentina.
k) Los eventuales nuevos préstamos de la Banca Comercial ,
cuyo monto ha crecido ya en forma importante durante los últimos años, siendo
que el saldo de deuda por este rubro era de 7.300 MD al 31.12.2012.
l) Las posibles emisiones de bonos para
cumplir con el pago de juicios contra el Estado con sentencia en firme, que
abarcan desde reclamos ante el CIADI hasta cumplimiento de causas contra la ANSES.
m) El aumento igualmente importante del
nivel y ritmo de endeudamiento externo privado – fundamentalmente Empresas, no Bancos,
y realizado en gran medida con préstamos contraídos con entidades de los mismos
grupos empresarios a los que pertenecen – lo que a su vez guarda relación con
las contrataciones del Estado y también con la necesaria disponibilidad de
divisas del BCRA.
n) La mejora de la actividad de Bolsa,
traccionada por la mejor cotización de varios títulos públicos y,
particularmente, de los cupones PBI (alentados a su vez por las discutibles
expectativas alcistas de las tasas oficiales de crecimiento económico). Y la
paralela baja relativa de la sobretasa de Riesgo País (EMBI+ de JP Morgan), que
ha descendido actualmente a menos de 1.000 Puntos Básicos (900 PB).
o) Por último, la aparente llegada al tope
de aumento de la Deuda
intra-Estado – que al 31.12.2012 era el 58 % de la deuda por capital
normalizada (197.500 MD) y que hoy se encuentra fuertemente concentrada en
dinero prestado por la ANSES ,
el BCRA y el BNA – lo que abre la instancia alternativa de volver al
endeudamiento con terceros (acreedores privados – fundamentalmente bonistas – y
organismos multilaterales de crédito).
Todos estos datos son
indicios o señales concretas y parcialmente cuantificables de que el gobierno
Kirchner no sólo no se está des-endeudando sino que, por el contrario, estaría
entrando en una nueva ola o etapa de gran endeudamiento público.
Las dos primeras
oleadas de endeudamiento – la del Gobierno Militar (1976-1983), que termina con
el default de 1982, y la de la década menemista de la Convertibilidad
(1989-2001), que termina con la
Crisis de Deuda y default de fines de 2001, bajo el gobierno
De la Rúa –
fueron períodos de grandes aumentos de obligaciones con bancos privados y luego
en títulos públicos por parte del Estado.
La actual etapa –
todavía en curso – ha consistido, en cambio, en haber cumplido un período de
“des-agotamiento” parcial de los niveles de deuda con terceros utilizando para
ello los recursos de la Deuda
intra-Estado como una suerte de “préstamo-puente” interno para poder cumplir
con los pagos prioritarios a bonistas privados y organismos internacionales.
Una vez transferida
la gran masa de compromisos a las agencias del propio Estado (un quantum de
deuda que no tiene capacidad de repago), el stock de deuda pública externa –
reducido en gran medida por esta vía – permitiría despejar los saldos
importantes de endeudamiento local para volver a tener margen para colocaciones
de deuda afuera.
El procedimiento
habría consistido así en una “internalización” de deuda – traspaso de deuda
externa con terceros a deuda interna oficial - transfiriéndola al propio
Estado, donde luego puede reducirse o desaparecer por licuación derivada de la
inflación, por sub-indexación de la misma y/o directamente por pase a pérdida.
Tal sería un resultado
posible del esquema enunciado según la
Hoja de Ruta del ministro Boudou – entonces al frente de
Economía y hoy a cargo de la vicepresidencia de la Nación – cuando asumiera en
el año 2009 formulando los tres pasos clave de dicha agenda: 1. Liquidación del
problema de los Holdouts, 2. Arreglo de la Deuda Externa con el
Club de París, y 3. Regreso de la
Argentina al Mercado Internacional de Capitales, precisamente
para volver a tomar Deuda Externa (que tal era el objetivo – hasta hoy
frustrado – del Megacanje Kirchner-Lavagna del 2005).
En lo inmediato, los
resultados de las elecciones parlamentarias del 27.10 no deberían cambiar nada
de fondo en materia política argentina desde el punto de vista de la gestión de
gobierno.
Las elecciones
primarias obligatorias de Agosto – elecciones “internas” que en la mayoría de
los casos no tenían razón de ser porque los grandes partidos políticos fueron a
las urnas con listas únicas de candidatos preestablecidos – ya dieron un
panorama anticipado y confiable que prefigura una derrota del gobierno Kirchner
en los comicios del próximo 27.10.
Las PASO permitieron
identificar así, de manera completa y cuantificable, las tendencias electorales
y el mapa político formal de la partidocracia argentina.
Si bien una serie de
acciones oficialistas ha tratado de remontar ese retroceso en las urnas
(discursos, anuncios, inauguraciones, aprobaciones parlamentarias, etc.) no
puede saberse en qué medida estas cosas podrán modificar efectivamente la
posición del gobierno en los próximos comicios.
Es probable que el
sorpresivo problema de salud de la presidenta incida más en la decisión de voto
de la gente que el humor político general, hoy casi totalmente opacado e
indiferente dada la vaciedad programática de gobierno y de la oposición, la
ausencia de debate sobre cuestiones de fondo de la realidad nacional, la
reiteración y reciclado de figuras ya conocidas, el confeccionamiento
mayoritario de listas sin internas partidarias y, sobre todo, el diversivo o distractivo
de la candidatura Massa, que opera funcionalmente como “el Bordón de Cristina”.
En materia de
omisiones de temas de debate es particularmente notable que durante toda la
campaña las grandes fuerzas políticas en pugna por las bancas legislativas –
tanto del oficialismo como de la oposición – no hayan abordado el problema
económico-financiero clave que constituye la nueva crisis de Deuda que está
viviendo el país – conforme se explica en la presente nota – ni el de sus
incidencias conexas.
Por el contrario, el
discurso institucional – dentro y fuera del Peronismo es soslayarlo, ignorarlo como si el problema
no existiera, cumpliéndose así la regla de que en la Argentina “todo lo
importante es secreto” y de ello no se habla.
La clave de coincidencia
en estas elecciones de medio término puede resumirse quizás en una idea
central: la continuidad de la ficción del Modelo.
El oficialismo habla
de afianzamiento del Modelo y la pseudo-oposición habla de corrección, ajuste o
perfeccionamiento de ese Modelo pero la realidad es que la bonanza transitoria
de la post-convertibilidad - que fue presentada por el gobierno Kirchner como
si se tratara de un “modelo” - hoy ya no existe porque han desaparecido los
superávits gemelos – fiscal y externo – que eran el sostén concreto de su
apariencia.
Pero, aún así, esa
versión del Modelo K tuvo su agotamiento y caída, como lo tuvieron antes la Convertibilidad de
las administraciones Menem y De la
Rúa , como lo tuvieron antes los Planes Austral y Primavera
bajo la gestión Alfonsín; y como lo tuvo antes el Programa de Abril de 1976 del
Ministro Martínez de Hoz bajo el Gobierno Militar.
Y la característica
de estos “planes” y “modelos” es que todos se derrumbaron por una causa común:
el sistema de la Deuda
Pública , que era y sigue siendo el condicionante total y
absoluto de todo lo que pasa en la
Argentina en materia financiera, económica y política.
Nuestro país vive
encerrado en una trampa de Deuda Perpetua, es decir, una deuda pública
impagable que inexorablemente va siendo refinanciada, devengando más servicios
por intereses y por capital, y requiriendo endeudamiento adicional, de modo que
el stock de deuda sigue aumentando.
Los gobiernos de
turno sobrellevan las Crisis de Deuda – esto es, los momentos de descalce entre
recursos disponibles y refinanciaciones de salvataje (de salvataje a los países
deudores pero especialmente salvataje a los acreedores de esos países) – en
forma recurrente: apelando a tomar siempre más Deuda.
Los programas de
gobierno duran en la
Argentina lo que duran los mecanismos de endeudamiento
necesarios para sostenerlos: cuando inevitablemente se agotan los recursos
disponibles – básicamente, por falta de divisas - es necesario echar mano a
fuentes de financiamiento extraordinarias que, a los fines de su presentación
pública, se revisten bajo la figura de supuestos “éxitos” de re-estructuración
de deudas.
Y entonces el ciclo
vuelve a empezar – por la vía de “barajar y dar de nuevo” – y su forma clásica
es incurrir periódicamente en una nueva ola de endeudamiento.
Porque el negocio de
los capitales financieros no es llevar a los países deudores al default sino
jaquearlos porque “nadie mata la gallina de los huevos de oro”, que vive
pagando y tomando más deuda (como la Argentina ).
Pero en tales
momentos de crisis de Deuda – crisis periódicas que se producen por la lógica
elemental de la falta de capacidad de repago – las decisiones financieras se reacomodan y los procesos políticos
derivados de las mismas también (ya que los gobiernos son los que “tienen que
poner la cara” asumiendo los costos de los cambios ante la opinión pública); y
se inicia entonces la preparación de una “etapa de transición”, un período de
tiempo prudencial para que los nuevos cuadros político-administrativos se
adecuen a las nuevas circunstancias.
El cuadro de
situación explicado en la primera parte de este trabajo y las señales de cambio
enunciadas en la segunda permiten inferir que la Argentina ha llegado hoy
nuevamente a ese punto de inflexión en el que las decisiones de cambio no
pueden ser dilatadas más, que son decisiones que van a tener que tomarse
quienquiera esté al frente del Ejecutivo y que lo más probable es que tales
decisiones van a estar en línea con un plan de transición hasta fines del 2015,
en que asuma un nuevo gobierno.
No se sabe,
obviamente, cuáles serán esas medidas concretas pero caben pocas dudas que las
acciones ya deben estar decididas, y los funcionarios que las piloteen también.
Con el riesgo lógico
que supone formular conjeturas en estos casos pero tomando como base la
adscripción de la administración Kirchner al sistema de la Deuda Pública
perpetua, su manifiesta “vocación pagadora”, su extraordinario esfuerzo fiscal
en curso para cumplir con los servicios de esa deuda y todas las señales
emitidas en tal sentido, es previsible que después de las elecciones se encaren
más crudamente al menos tres cosas:
1. Un intento de “estabilización” a través
de una “tablita” de alineamiento de la devaluación oficial del peso a la
inflación real, con aumento de las tasas de interés a niveles más elevados y
positivos (cosa que ya está ocurriendo a través del aumento del piso de las
tasas de mercado – Badlar y conexas - tomando como referencia las que paga el
BCRA por Lebac/Nobac).
2. Un mayor blanqueo del plan de ajuste
encubierto que se viene llevando a cabo para disponer de mayores recursos
destinados al pago de la Deuda
(aumento de la presión tributaria, retraso cambiario relativo, baja de
subsidios contra aumento de precios y tarifas de servicios públicos, freno del
ritmo de aumento de salarios y jubilaciones, etc.). Y
3. Fin de la Deuda intra-Estado – por
agotamiento o tope en sus posibilidades de “préstamo puente” interno – y vuelta
al Mercado Internacional de Capitales, para colocar más deuda en función de la Hoja de Ruta Boudou: 1.
Liquidación del problema de los holdouts, 2. Arreglo con el Club de París, y 3.
Retorno al Mercado Financiero Mundial.
Este último punto,
presentable ante la opinión pública como una supuesta victoria sobre los
“fondos buitre” (que entrarían en la nueva reapertura del Megacanje y/o en sus
negociaciones paralelas), como el logro de un acuerdo con el Club de París que
suponga el anuncio de nuevas Inversiones Extranjeras Directas (IED) y como una
colocación piloto o experimental “exitosa” de bonos externos en el mercado
internacional de capitales, bajo el argumento de hacerlo a tasas de interés más
bajas, le abriría las puertas a la Argentina para
“reinsertarse” – una vez más – en el mercado de Deuda Externa.
Sólo faltaría saber
si estos cambios se llevarán a cabo, durante el período de transición, por el
propio gobierno CFK – contradiciendo su discurso del des-endeudamiento y su aparente
resistencia a volver a endeudarse en el exterior – o si tales cambios serán
hechos por otra administración que prematuramente la suceda.
EN CONCLUSION:
El panorama
post-electoral de Octubre pareciera estar definido en sus rasgos esenciales.
Las cosas habrían pasado a tener, por ahora, un compás de espera en base a la
fórmula de: primero, que el pueblo vote, y luego el gobierno – quienquiera esté
al frente del Ejecutivo - informará sus decisiones.
Como ya ha ocurrido
en otros momentos de la historia reciente, las grandes estructuras de poder
económico-financiero, nacionales y multinacionales, están preparando la Transición al 2015, que
la Clase Política
tiene luego que llevar a cabo.
Esta transición, sin
embargo, encuentra tres escollos básicos que el gobierno tiene que resolver en
función de las exigencias del capital financiero internacional:
1. El dilema de la posición de reservas
netas del BCRA, sus necesidades de reposición y/o acumulación de divisas y el
nuevo marco de libertad en el movimiento de capitales.
2. El manejo de las cuentas fiscales de
modo de volver a garantizar tanto la autonomía del BCRA como el logro de
superávits gemelos: fiscal y externo.
3. El modo de allanar el cumplimiento de la Hoja de Ruta Boudou para
volver al Mercado Internacional de Capitales para colocar nueva deuda.
Estas elecciones no
traerán cambios por sí mismas sino que los verdaderos cambios se harán después
de las elecciones: es la forma tradicional en que la Democracia queda
subordinada a las exigencias del Electoralismo.