DON BOSCO

DON BOSCO
"BUENOS CRISTIANOS Y HONRADOS CIUDADANOS"

DEBEMOS CAMBIAR LA ARMADURA POR EL RADAR


POR ROXANA KRELMER

Por qué la violencia no deja de sacudirnos? Varios episodios se sucedieron en los últimos días: una anestesista descargó siete tiros contra un auto estacionado en su cochera, el intendente de Lobos fue asesinado a golpes de hacha por un empleado del municipio que meses atrás había sido desplazado de su cargo por supuestas irregularidades en su desempeño y los partidos de fútbol siguen siendo un marco habitual para el crimen.

La violencia se vincula fundamentalmente con tres fenómenos. Por un lado, la falta de una educación emocional, de una formación para la vida que permita gestionar el conflicto asertivamente, es decir, defendiendo los propios derechos sin agredir. Este entrenamiento debería ser proporcionado en la escuela, y podría estar presente en los programas televisivos de ficción, tal como se hizo en Estados Unidos con los Simpsons, una serie que participó en diversas campañas educativas. También se podría promover la gestión pacífica del conflicto en los afiches callejeros, e iniciando cada partido de fútbol con cinco minutos de una buena campaña publicitaria en favor de la no violencia. Una posibilidad, como señala el psicólogo Sergio Korman, sería que jugadores prestigiosos de cada club -Riquelme en Boca o Cubero en Vélez- dieran una vuelta a la cancha con una enorme bandera que promueva la no violencia y el aliento al propio equipo, gane o pierda.

Existe suficiente evidencia empírica de que cuando se les recuerdan las pautas éticas, las personas están más dispuestas a cumplirlas. Los trabajos del investigador Dan Ariely, publicados en el libro “Por qué mentimos ... en especial a nosotros mismos” mostraron que recordar las normas éticas vuelve más probable la posibilidad de cumplirlas. En Japón es muy común que en el subte aparezcan inscripciones que subrayan la importancia de respetar a los mayores.

No es lo mismo conocer las normas que tenerlas presente.

Un segundo fenómeno que correlaciona con la violencia es la desigualdad, que no es meramente un problema económico sino de falta de educación. Supone un quebrantamiento del lazo social, un incremento de la desconfianza interpersonal y de la adversatividad. La violencia simbólica de una sociedad que se define como democrática pero que supone un acceso muy desigual a los bienes más valorados, genera resentimiento. No justifica el crimen ni alcanza para explicarlo, pero es un factor probabilístico que lo incrementa. Dos reflejos puntuales de esta situación son lo que habitualmente llamamos “inseguridad” y la proliferación de juicios entre vecinos.

El tercer fenómeno es que en la Argentina casi un millón de armas de fuego están en manos de 625 mil usuarios individuales. Por eso es de fundamental importancia seguir generando iniciativas para evitar su uso generalizado.

La violencia comienza al ignorar la voluntad del prójimo y convertirlo en una “cosa” destinada a satisfacer los propios intereses. A menudo el violento se siente con derecho a reciprocar el maltrato y, tal como observó Gandhi, el “ojo por ojo” suele conducir a la ceguera general.

Si hemos de vivir en una sociedad democrática, es de fundamental importancia entrenarnos para aprender a gestionar el conflicto. La democracia se inventó hablando. Así es como aprendemos a retener los impulsos, a no considerar a la ira como una fatalidad o un destino impuesto por los dioses, a escuchar al prójimo y a ponernos en su lugar.

Si se quiere poner fin al rencor, se lo debe hacer en un marco totalmente distinto al de la fuerza bruta. Debemos cambiar la armadura por el radar y desestimar la violencia en favor de los argumentos, que son nuestras mejores herramientas para la paz.

(*) Licenciada en Filosofía y doctora en Ciencias Sociales.


Clarín, 22-10-13