ocho años fundamentales para la Doctrina
social de la Iglesia.
Por Stefano Fontana
Observatorio Van Thuan, 23
aprile 2020
El 19 de abril marcaba el
aniversario de la elección de Benedicto XVI como Sumo Pontífice (19 de abril de
2005). Un pontificado lleno de gran riqueza, también para la Doctrina social de
la Iglesia, y con una característica especial: la importancia de su aportación
a la Doctrina social se debe, no tanto a las enseñanzas directas en este
ámbito, sino de manera más general a la aclaración sobre los cimientos de la
enseñanza social de la Iglesia. Me gustaría aclarar este punto que,
habitualmente, no se resalta lo suficiente.
La encíclica Deus Caritas
est (2005) contiene un párrafo largo, el n. 48, que podemos considerar una
pequeña encíclica social. La Caritas in veritate (2009) es una encíclica
plenamente social, con la que se conmemora la Populorum progressio de Pablo VI.
Los Mensajes para la Jornada mundial de la Paz de los ocho años de pontificado
contienen importantes enseñanzas sociales. También hay algunos discursos
memorables, como por ejemplo, el que pronunció ante el Parlamento alemán en
2011, cuyos temas fundamentales eran el poder y el derecho natural. Sin
embargo, y sin quitar nada a la importancia de estas intervenciones, el mayor
mérito del papa Benedicto ha sido el de haber ahondado, como ninguno de sus
predecesores, en los principios que hacen que la Doctrina social de la Iglesia
no sólo sea posible, sino también necesaria. Me gustaría intentar ilustrar aquí,
brevemente, por lo menos tres de estos principios, que considero muy
relevantes.
El primero de ellos consiste
en haber afirmado de nuevo, con una gran profundidad filosófica y teológica, la
relación entre la naturaleza y lo sobrenatural, siguiendo los pasos de la
insuperable tradición cristiana. Pensemos, por ejemplo, en el discurso en el
Colegio de los Bernardinos, en París (2008). En él explica que buscar a Dios
(Quaerere Deum) debe ser el primer gran deber de la Iglesia, como lo era para
los monjes medievales, puesto que de ello deriva la justa organización del
mundo: ocuparse de las almas asilvestradas permite, además, bonificar las
ciénagas y cultivar la tierra. Enseñanzas de este tipo -y el magisterio de
Benedicto XVI tiene una gran riqueza en este sentido- tienen gran importancia
para la Doctrina social de la Iglesia.
En el discurso en los Bernardinos se
ratificaba, con la típica levedad y el buen gusto intelectual que caracterizan
al papa Benedicto, que sin las cosas últimas tampoco hay las penúltimas, que
sin Dios no hay hombre y que si la Doctrina social de la Iglesia deja de ser
evangelización tampoco será promoción humana. El primado de Dios, confirmado en
este discurso, implicaba también un lugar en el mundo para Dios, también en la
escena pública, porque si toda la ciudad no busca a Dios, la política no
alcanza sus propios fines. Era el gran tema del primado de la gracia sobre la
naturaleza a fin de evitar cualquier forma de pelagianismo y de naturalismo
político.
El segundo principio de gran
importancia estructural es el tema de la verdad, que permite unir entre ellas a
la razón y la fe. El catolicismo es la religio vera que entra en relación con
la razón en virtud de esta verdad y que hace que la razón misma sea verdadera,
mientras que las otras religiones no son capaces de plantearle a la razón el
problema de su verdad y de exigirla, puesto que no tienen una exigencia plena
de verdad, como tiene, en cambio, la religión “de rostro humano”, es decir, el
catolicismo. Esta es la religión del Logos y no del mito; por lo tanto, es la
religión que hace libres. Dado que el más no proviene del menos, no es posible
que el orden y la inteligencia humanas hayan nacido de la casualidad o del
determinismo, sino que se derivan de la Sabiduría ordenadora de Dios. Benedicto
XVI confirmaba, así, la importancia de la ley moral natural y del derecho
natural, temas a los que ha dedicado muchísimas de sus enseñanzas, autónomas en
su ámbito y, al mismo tiempo, necesitadas de la religio vera, sin la cual la
inteligencia humana pierde la confianza en sí misma.
El tercer principio de gran
relevancia es la enseñanza sobre el concepto correcto de laicidad, también este
un tema fundamental para la Doctrina social de la Iglesia, porque define las
relaciones entre política y religión. Benedicto XVI ha afirmado en numerosas
ocasiones que en Occidente ha nacido, por primera vez, una cultura no sólo independiente, sino también contraria a la religión. Esto sucedió sobre todo con
la Ilustración. Dado que es imposible pensar en una laicidad como zona neutra
de las religiones, esta laicidad pronto se transforma en antirreligiosa. Es
como decir que es imposible una laicidad moderada o abierta, y que la laicidad
moderna siempre es también laicismo. De aquí la conclusión más importante de este
discurso: un mundo sin Dios es un mundo contra Dios. Y de aquí también la
famosa provocación a los laicos de vivir como si Dios no existiera. Por último,
de aquí parte también la idea de que cuando la razón política expulsa a Dios de
la escena pública, ella misma se transforma en una nueva religión, en Dios.
Los tres principios que he
resaltado de manera resumida son base suficiente para releer y corregir muchos
recorridos de la teología católica que se han salido del camino correcto,
muchas teorías católicas de la política y muchos comportamientos prácticos de
los católicos en la escena pública. Por todo esto, el magisterio de Benedicto
XVI sigue teniendo una importancia fundamental para la Doctrina social, por lo
que no hay que olvidarlo en absoluto, aunque nos impidieran de muchas maneras
recordarlo.