se refirió a la verdadera democracia
Aica, 28 Ago 2018
El arzobispo emérito de La Plata, monseñor Héctor
Aguer, en su reflexión en el programa Claves para un Mundo Mejor, que se emitió
por Canal 9 el sábado 25 de agosto, se refirió a la necesidad de construir una
democracia verdadera desde lo que enseña la Doctrina Social de la Iglesia”.
Dijo que se necesitan menos discursos prodemocráticos y más democracia en
serio. Esto vale para los políticos, pero vale también para cada uno de los
ciudadanos. No cumplimos nuestro deber como ciudadanos cuando cada dos años
ponemos una boleta en la urna con nombres que no conocemos y gente que sostiene
principios que tampoco conocemos".
"La democracia suele ser definida como el
gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo", comenzó su reflexión
el prelado platense, y continuó: "A la democracia se le añaden a veces
algunos adjetivos que la determinan o califican: hay democracia republicana,
democracia social, democracia popular, etc. Nosotros estamos acostumbrados a
hablar, en los últimos años, de la democracia recuperada”.
El obispo se refirió “al retorno a un régimen
democrático después de aquella doble tragedia del siglo pasado, en los años 70
y a principios de los 80, que fue la irrupción de la guerrilla con el propósito
de instituir acá un estado marxista y luego la dictadura militar con los
excesos que conocemos, y una vez concluida la guerra interna desatada por
múltiples demonios, se recuperó la democracia. Yo diría, con perdón, 'ma non
tropo', pero no demasiado porque queda mucho por recuperar aún. En lugar de
eso, yo diría que tenemos que lograr una verdadera democracia, llegar a una
verdadera democracia. Si como un conocido dirigente proclamó: con la democracia
se come, se vive, se educa, falta mucho para que el pueblo alcance en su
conjunto esos bienes”.
“El Presidente de la Nación, hace unos meses -recordó
monseñor Aguer- se mostró orgulloso de haber habilitado el debate sobre el
aborto. Un debate histórico propio de la democracia, dijo”. Pienso que según la
Doctrina Social de la Iglesia ese debate no es propio de la democracia y para
eso voy a leerles del 'Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia' varias
citas de la encíclica 'Centesimus Annus' del papa San Juan Pablo II, una
encíclica del año 1991 en la que el santo pontífice polaco conmemoró el
centenario de la famosa 'Rerum Novarum', del papa León XIII, sobre la condición
de los obreros, donde habla concretamente, en el punto 406, de la democracia y
dice el papa Wojtyla:
“La Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la
medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones
políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a
sus propios gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente de manera
pacífica. Por esto mismo, no puede favorecer la formación de grupos dirigentes
restringidos que, por intereses particulares o por motivos ideológicos, usurpan
el poder del Estado. Una auténtica democracia es posible solamente en un Estado
de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana.
Requiere que se den las condiciones necesarias para la promoción de las
personas concretas, mediante la educación y la formación en los verdaderos
ideales, así como de la subjetividad de la sociedad mediante la creación de
estructuras de participación y de corresponsabilidad”.
“Es interesante -comentó monseñor Aguer- el pasaje
citado porque habla, por un lado del bien de las personas individuales y, por
otro, de una especie de subjetividad de la sociedad. Es decir, la sociedad
tiene una cierta personalidad, digamos así, en la que se aseguran los derechos
de todas las personas y, además, se cumplen los deberes correspondientes”.
“Sigo con la cita de San Juan Pablo II", prosiguió
Aguer: “Una auténtica democracia no es sólo el resultado de un respeto formal
de las reglas, sino que es el fruto de la aceptación convencida de los valores
que inspiran los procedimientos democráticos: la dignidad de toda persona
humana, el respeto de los derechos del hombre, y la asunción del bien común
como fin y criterio regulador de la vida política. Si no existe un consenso
general sobre estos valores, se pierde el significado de la democracia y se
compromete su estabilidad”.
"Luego el Papa hablaba de los riesgos de la
democracia o de una democracia sin valores, una democracia contra el orden
natural o contra la razón de la naturaleza humana y dice: “La doctrina social
identifica uno de los riesgos mayores para las democracias actuales en el relativismo
ético, que induce a considerar inexistente un criterio objetivo y universal
para establecer el fundamento y la correcta jerarquía de valores. Hoy se tiende
a afirmar que el agnosticismo y el relativismo escéptico son la filosofía y la
actitud fundamental correspondientes a las formas políticas democráticas, y que
quienes están convencidos de conocer la verdad y se adhieren a ella con firmeza
no son confiables desde el punto de vista democrático, al no aceptar que la
verdad sea determinada por la mayoría o que sea variable según los diversos
equilibrios políticos”.
"Es lo que está pasando aquí -dijo el arzobispo
emérito-. En nuestra deshilachada Argentina se ha perdido el sentido de los
valores humanos; se habla de derechos sin los correspondientes deberes. En los
últimos 35 años el daño está a la vista: caída continua de la vida económica;
devastación del mundo laboral; impunidad de los políticos indignos y ladrones;
uso perverso e ideológico de temas de lesa humanidad; caída abrupta de las costumbres
sociales. Tales los frutos de la democracia recuperada. No se trata de perderla
sino de hacer una nueva, con gente nueva, sin los eternos funcionarios
atornillados a sus puestos”.
“¿De qué democracia me hablan -exclamó monseñor Aguer-
si no se reconoce el derecho a vivir del niño por nacer? ¿Si se pretende fundar
el consentimiento social en la nada, en los caprichos singulares o en los
lobbies o en las tendencias sociológicas y no en un orden objetivo de valores
que respeta todo lo que el hombre es en su naturaleza? Ahí está la cuestión”.
“Por eso yo digo: menos discursos prodemocráticos y
más democracia en serio. Esto vale para los políticos ciertamente (lo de los
cuadernos no lo voy a tocar ahora) pero vale también para nosotros, para cada
uno de los ciudadanos. Nosotros no cumplimos simplemente nuestro deber como
ciudadanos cuando vamos cada dos años a poner una boletita en la urna con
nombres que no conocemos, con gente que sostiene principios que tampoco
conocemos. La democracia se vive si uno cumple sus deberes y reclama sus
derechos. Si la vida de los ciudadanos elige placer libertario más que trabajo
y generoso empeño social, si solo busca su propio bien, perece el bien común”.
Para concluir su reflexión sobre la democracia,
monseñor Aguer señaló: “Observen que así, nosotros los católicos, no somos
confiables democráticamente, porque sostenemos que existe una verdad objetiva y
que esa verdad objetiva está sostenida por esa verdad suprema que es Dios. La
cuestión de Dios es insoslayable en una auténtica democracia. “Si Dios no
existe, todo está permitido”, decía Jean Paul Sartre. Pero en el preámbulo de
nuestra Constitución histórica se apela a Dios, fuente de toda razón y
justicia: de esa fuente ha de brotar la razón y la justicia que encaminen el
presente y el futuro de la Nación Argentina. Razón, verdad, no mentira;
justicia, no rencor ni venganza”.+