el nuevo Manual
de George J. Woodall
Observatorio Van Thuan, 27 agosto 2018
El destino de los Manuales de Doctrina social de la
Iglesia, ayer y hoy
¿Son aún necesarios los Manuales de Doctrina social de
la Iglesia? Es reciente la publicación de un Manual de Doctrina social de la
Iglesia, hecho que queremos señalar con sorpresa y satisfacción. Me refiero a:
George J. Woodall, Dottrina Sociale della Chiesa, Fede & Cultura, Verona
2018, que acaba de llegar a las librerías. El volumen forma parte de la
Colección “Teologia Ecclesiale”, dirigida por el prof. Don Mauro Gagliardi.
¿Por qué hay que señalar esta publicación con sorpresa
y satisfacción? Porque el actual clima eclesial y teológico, caracterizado por
un encendido pastoralismo y una praxis escéptica y sospechosa de la doctrina,
no es favorable a la Doctrina social de la Iglesia como “corpus” doctrinal.
Pero para escribir un manual sobre ella hay que comprenderla precisamente así.
Además, como he dicho antes, el Manual de don Woodall se inserta en una
Colección sistemática de teología dirigida por don Mauro Gagliardi. Así, el
corpus doctrinal de la Doctrina social de la Iglesia se sitúa en el más amplio
corpus doctrinal de la doctrina de la fe católica, como es justo que sea. Es la
doctrina de la fe católica la que produce la Doctrina social de la Iglesia y es
esta, a su vez, la que ilumina los problemas sociales prácticos que hay que
resolver. Hoy, en cambio, se tiende a hacer el recorrido inverso: de los
contextos sociológicos a la Doctrina social de la Iglesia y, desde esta, a la
doctrina de la fe. Está claro que con este planteamiento un Manual estaría
fuera de lugar.
Hubo un tiempo en el que los manuales fueron
sustituidos por los Diccionarios. Me gustaría recordar aquí por lo menos dos:
el de la Universidad Católica de Milán, publicado por Vita e Pensiero en 2004,
y el editado por Enrique Colom y Giampaolo Crepaldi, publicado por la editorial
LAS en 2005. Este se ha impuesto y ha tenido un éxito notable tanto por la
importancia de los dos editores, como por el hecho que se publicó en nombre del
Pontificio Consejo “Justicia y Paz”. El diccionario de la Universidad Católica
nacía, sobre todo, de la necesidad de hacer trabajar de manera concreta a los
profesores de la universidad milanesa sobre la Doctrina social. No hay nada que
decir sobre la utilidad de los Diccion
arios de Doctrina social de la Iglesia,
pero hay que observar que su planteamiento no es sistemático, sino fragmentado,
por lo que se conciliaban mejor con la cultura postmoderna de la dispersión;
sin embargo, precisamente por esto, no expresaban plenamente el carácter
arquitectónico de la Doctrina social de la Iglesia, que no es una suma de ideas,
sino un saber real y bien compaginado.
En los años noventa del siglo pasado, hubo un fuerte
debate entre los expertos sobre la naturaleza de la Doctrina social de la
Iglesia: si era teología moral (como indicaba el n. 41 de la Sollicitudo rei
socialis de Juan Pablo II), o teología social (como sostenían en cambio algunos
profesores del Instituto de Pastoral Redemptor hominis de la Universidad
Lateranense), o era una categoría propia (como también afirmaba la citada
encíclica de Juan Pablo II). Todos los que, como quien firma este artículo,
presionaban para que la Doctrina social de la Iglesia se configurara como una
disciplina independiente, aunque con la formalidad de la teología moral y, por
lo tanto, con un enseñanza específica propia en las facultades teológicas y en
los seminarios, presionaban también para que se publicaran manuales específicos
y no diccionarios.
Estas diatribas ya han quedado atrás. La Doctrina
social de la Iglesia sigue sin impartirse de manera independiente, sino que se
enseña dentro de otras disciplinas, como por ejemplo, moral social, hasta que
ya no sea impartida para nada, sin que nadie se queje por ello. También esto es
un síntoma del fracaso del proyecto de relanzamiento de Juan Pablo II de la
Doctrina social de la Iglesia, como ha reconocido el arzobispo Giampaolo
Crepaldi en un libro reciente (La Chiesa italiana e il futuro della pastorale
sociale, Cantagalli, Siena 2017).
Método inductivo y deductivo
Uno de los méritos del nuevo Manual del profesor
Woodall es plantear bien la cuestión epistemológica. Tal vez se podrían haber
utilizado palabras más fuertes, pero hay que apreciar el tono sereno y
equilibrado del autor, según el cual la aburrida discusión sobre las
expresiones “Doctrina social de la Iglesia” o “Enseñanza social de la Iglesia”,
que ha caracterizado sobre todo los años noventa del siglo pasado, no ha sido
de gran valor (p. 20), como tampoco la discusión subyacente concerniente a la
oposición entre método inductivo y método deductivo (pp. 20-23).
Aquí el autor habría
podido dar los nombres e indicar a los “culpables”. Cita sólo uno en la
bibliografía a pie de página en el capítulo que aborda este tema, a saber: el
padre Bartolomeo Sorge, y sin indicarlo como “culpable”. Pero el discurso de
don Woodall es igualmente claro, aunque no es directamente polémico. La
sustitución de la metafísica, de la dogmática y de la moral -“los principios y
las normas”- por las ciencias sociales ha subvertido el método y ha impuesto un
modo de proceder conocido como “inductivo”, que a menudo se deja conquistar por
el “sociologismo” (p. 20).
El resultado ha sido que, para empezar, los
documentos magisteriales están impregnados de valoraciones sociológicas sin
valor cognoscitivo o magisterial que crean confusión en los fieles, que creen que
deben obediencia a las consideraciones privadas del Papa sobre el calentamiento
global o del presidente de la Conferencia episcopal de su país sobre las
dinámicas de las migraciones, cuando en realidad estos temas no obligan ya que
no atañen a la fe o la moral.
El método inductivo pone en primer plano las ciencias
sociales; las ciencias sociales proporcionan a menudo datos ideológicamente
orientados, por lo que gran parte de los textos de los documentos magisteriales
no obliga a la fe del creyente. Difícilmente se puede contestar esta secuencia.
¿Qué pasa entonces con los amplios espacios que la Evangelii Gaudium y la
Laudato Si’ dedican a los problemas ecológicos y, sobre todo, al cambio
climático y al calentamiento global?
El prof. Woodall lo dice con firmeza y
claridad: “Es necesario distinguir muy bien la doctrina social verdadera de las
simples opiniones personales de un pontífice sobre el alcance de determinados
desarrollos históricos, como también de las afirmaciones de índole
científico-técnica: dos realidades que, es evidente, no son de competencia del
Magisterio de la Iglesia, que se limita a doctrinas y enseñanzas de rebus fidei
et morum… Son también ajenas a esta doctrina las afirmaciones que parecen
constatar una ’confirmación papal’ del calentamiento climático, que en cambio
es un fenómeno que hay que verificar” (p. 22). Muchos observan que el lenguaje
de los documentos magisteriales en cuestiones ambientales ya utilizan el
lenguaje de las Naciones Unidas; la causa es esta.
La relación entre lo “antiguo” y lo “nuevo”
Obviamente, el Manual de Woodall es muy amplio, como
conviene a un manual. A este respecto, tenemos que observar algunas
curiosidades. Una, ciertamente interesante, es la relación entre la ley antigua
y la ley nueva, es decir, entre las disposiciones sociales del Antiguo
Testamento y las del Nuevo Testamento. Me gustaría recordar aquí que Benedicto
XVI, en su famoso diálogo con el rabino, había dicho que no es posible eliminar
el Antiguo Testamento ni siquiera de la Doctrina social de la Iglesia, y que la
ley antigua hay que seguirla y conservarla. El Manual de Woodall examina con
detalle y en profundidad las fuentes escriturales de la Doctrina social de la
Iglesia, a las que dedica los capítulos II y III (este último especialmente
denso), y sostiene la idea de la continuidad, mientras que hoy hay una fuerte
tendencia a sustituir gnósticamente la justicia con la misericordia.
Tomemos
como ejemplo un capítulo aparentemente secundario, como el que atañe a la usura
(pp.74-75). El autor considera que el Nuevo Testamento no rechaza en absoluto
las tesis casuísticas sobre la usura expresadas en el Antiguo en defensa de los
pobres que piden un préstamo. Sería por lo tanto interesante preguntarse por
qué desde hace siglos el Magisterio no condena la usura y el motivo. Si la
Doctrina social de la Iglesia se deshace, más o menos claramente, del Antiguo
Testamento, ya no es la misma.
Los principios de la Doctrina social de la Iglesia
En las páginas 98 a 117, el Manual presenta los
principios fundamentales de la Doctrina social de la Iglesia. De manera
arriesgada, en primer lugar situa la dignidad de la persona humana, pero el
autor mantiene bajo control los riesgos del personalismo. Es interesante la
inclusión de un “nuevo” principio en “La jerarquía de los valores”; interesante
porque hace referencia a un orden ontológico (el valor, de hecho, expresa el
ser como apreciable) que arroja luz también sobre los otros principios,
impidiendo que sean valorados de manera subjetiva o relativista. Este podría
ser el caso del capítulo sobre la libertad religiosa, tema que es siempre muy
insidioso: considerarlo un principio real de la Doctrina social de la Iglesia
es temerario en algunos aspectos, atenuados por el equilibrio argumentativo del
autor y por la compensación recíproca entre los varios principios que se
completan el uno al otro.
El capítulo sobre el bien común (pp. 102-103) no
explicita claramente la verticalidad del bien común, es decir, la centralidad
de Dios en el ámbito público, y el papel público fundamental de la religión
católica y de la Iglesia, pero la carencia está compensada por otras
consideraciones en otras partes del texto. También el principio de la
“legalidad” (pp. 115-116) es nuevo respecto a las enumeraciones clásicas de los
principios de la Doctrina social de la Iglesia y esto se presta a posible
interpretaciones erróneas que el autor intenta evitar. Es positivo que no esté
indicado el principio de la “Elección preferencial por los pobres”, como hace
tiempo que se está haciendo, ya que se trata de un principio ambiguo.
Como hemos dicho, el nuevo Manual es completo y
valioso, equilibrado también en su modo de exponer novedades que tal vez
habrían merecido una mayor fuerza, y valiente en mantener siempre una
argumentación serena y razonable. Una obra digna de atención y un marcado punto
de referencia, que aborda argumentos límite dando la impresión que concede algo
a lo moderno en el intento de incluirlo en la tradición católica, pero sin caer
en el modernismo. Un equilibrio que no siempre es fácil de mantener. Son
también interesantes las temáticas que no siempre son abordadas en los manuales
como la obediencia, la bioética, la educación sexual, la comunicación.
Señalo, por último, la notable atención que el autor
reserva a los escritos del arzobispo Giampaolo Crepaldi, citados con frecuencia
en notas a pie de página y, por lo tanto, a la actividad de nuestro
Observatorio.
Stefano Fontana