La caridad es la vía maestra de la doctrina social de
la Iglesia
Por: Hernán Bressi | Fuente: Catholic.net
El primado de Pedro.
Después de la resurrección y ascensión a los cielos,
Cristo abandonó la tierra confiándole a la Iglesia la continuación de su obra.
Quiso que su doctrina se perpetuara en el mundo no sólo por medio de la
escritura, sino por el magisterio vivo capaz de adaptarse a todas las
circunstancias y necesidades hasta el fin de los tiempos. La Tradición
Apostólica y la enseñanza escrita por medio de las Sagradas Escrituras no
pueden sustituir la enseñanza oral. “[…] Pero el oficio de interpretar
auténticamente la palabra de Dios escrita o transmitida ha sido confiado
únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en el
nombre de Jesucristo. Este Magisterio, evidentemente, no está sobre la palabra
de Dios, sino que la sirve, enseñando solamente lo que le ha sido confiado, por
mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo la oye con piedad, la
guarda con exactitud y la expone con fidelidad, y de este único depósito de la
fe saca todo lo que propone como verdad revelada por Dios que se ha de
creer”.(Dei Verbum, 10)
Cristo por institución divina lo distingue con una
especialísima preferencia y primacía sobre los demás confiándole el Primado a
uno de los Apóstoles, Simón (Pedro), queriendo que su sucesor fuera el Vicario
de Cristo en la tierra.
En el evangelio de Mateo, la Escritura nos narra con
lujo de detalle y solemnidad la promesa que el Señor hiciera a Pedro. Era en
Cesárea de Filipo. Cristo preguntó a su Apóstoles:
“… ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?
Ellos contestaron: unos, que Juan Bautista; otros, que Elías; otros que
Jeremías u otro de los profetas. Y Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que
soy? Tomando la palabra Pedro, dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.
“Y Jesús respondiendo, dijo: Bienaventurado tú, Simón,
Hijo de Juan, porque no es la carne ni la sangre quien eso te ha revelado, sino
mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo a ti que Tú eres pedro y sobre
esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán
contra ella. Yo te daré las llaves del reino de los cielos, y cuanto atares en
la tierra será atado en los cielos, y cuanto desatares en la tierra será
desatado en los cielos. Entonces ordenó a los discípulos que nadie dijera que
Él era el Mesías”. (Mt 16, 13-20).
Cristo con estas palabras promete a Pedro el Primado
valiéndose de tres imágenes.
La roca: Fundamento granítico que dará estabilidad
indestructible por todos los tiempos.
Las llaves: Símbolo de la plenitud de poder. Es el
Señor en la Casa de la Iglesia.
Poder de atar y desatar: El poder de perdonar o
retener los pecados a los fieles en lugar de Dios.
Cristo promete a Pedro en particular la firmeza
inquebrantable en la fe y en la autoridad doctrinal, en la Última Cena:
“…Simón, Simón: Satanás os busca para cribaros como el
trigo. Mas yo he rogado por ti para que no desfallezca tu fe y tú, una vez
convertido, confirma a tus hermanos” (Lc 22, 31).
El primado es ejercido por Pedro después de la
Crucifixión cuando dirige la elección del Apóstol Matías y preside el Concilio
Apostólico de Jerusalén alrededor del año 50 DC. El Objetivo principal del
Concilio fue la liberación de la ley judaica. Es él quien predica el primer
sermón de Pentecostés y recibe en el seno de la Iglesia a Cornelio venido de la
gentilidad. En cambio, Pablo recibe por vocación de Cristo el Apostolado
encaminándose a Jerusalén “para ver a Cefas” y permanece catorce días a su lado
(Gálatas 1, 18).
La Iglesia ha sido instituida para todos los tiempos
hasta la consumación de los tiempos porque ha de prolongar la misión de Cristo.
Por lo que su fundamento granítico ha de ser perdurable.
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El magisterio eclesiástico ha sido instituido por
Cristo, a fin de que introduzca a todos los hombres con certeza y autoridad
divina en la verdad revelada, y conserve esta verdad inmutada y libre de todo
error, como un tesoro precioso, a través de los siglos hasta el fin de los
tiempos. Debido a esto, el hombre puede abandonarse a él incondicionalmente con
la absoluta certeza que navega en aguas seguras del Maestro de la Verdad que es
Cristo que sobrevive en él.
Así dice por ejemplo, Cristo:
“…Muchas cosas tengo aún que deciros, mas no podéis
comprenderlas ahora; en cambio, cuando venga el Espíritu de Verdad, él os
enseñara todas las verdades”. (Jn 16, 12).
San Pablo llama a la Santa Madre Iglesia “la columna y
apoyo de la verdad” (I Timoteo 3, 15). Nuevamente aparece que el don de la
infalibilidad no le ha sido otorgado a Pedro tan sólo para el breve tiempo de
su vida mortal, sino “hasta el fin de los tiempos”. El Concilio Vaticano I, al
definir como dogma de fe la infalibilidad papal, nada nuevo ha enseñado sino
expuesto una doctrina de fe revelada. Pero este don de la infalibilidad le ha
sido a otorgado a la Iglesia con fines bien determinados que marcan los límites
del privilegio. Sólo rige cuando habla en doctrina sobre la fe y las
costumbres. La Iglesia ha recibido la misión de interpretar fielmente y de
preservar de todo error la doctrina de Jesús (Concilio Vaticano I), no la ha
sido otorgada la infalibilidad para dirimir cuestiones que pertenecen al
dominio puramente natural.
La Revelación se ha cerrado como un todo perfecto con
la predicación de Cristo, dicho con mayor precisión: con la muerte del último
Apóstol ya que estos fueron los intermediarios elegidos por Cristo para
transmitir su revelación a todos los hombres. Pero no todas las verdades
individuales de la Revelación se presentan en todo momento con toda su
claridad, en la conciencia de los hombres.
El magisterio eclesiástico se presenta en dos formas:
1. Ordinario y 2. Extraordinario.
El magisterio ordinario tiene lugar cuando una
doctrina es enseñada o predicada en la Iglesia universal como verdad revelada.
Por consiguiente, cuando la totalidad de los Obispos o cuando la fe de la
Iglesia universal se expresa por uso o por costumbre general en todas las
Iglesias particulares por una fórmula de oración generalizada en todas las comunidades
católicas, y ante todo por la celebración de la Liturgia, nos hallamos ante una
verdad de fe. Ejemplo: La Asunción a los cielos en cuerpo y alma de María
Santísima.
Existe una doble forma de magisterio extraordinario:
El Concilio Ecuménico (siempre que se realice en unión
con el Papa quien debe aprobar sus resoluciones). De este modo fue definida la
infalibilidad del Papa por el Concilio Vaticano I en 1870, con la circunstancia
notable que el Santo Padre se abstuvo explícitamente de casi toda influencia
sobre los Padres conciliares.
Definición Ex cathedra[1]: Se presenta cuando el Papa,
en su carácter de Maestro supremo de toda la Cristiandad toma una decisión con
la plenitud de su autoridad concerniente a la fe y las costumbres que obligue a
la Iglesia universal. Las definiciones dogmáticas del magisterio extraordinario
suelen por regla general realizarse tan sólo en casos de herejías o cuando
surge una amenaza contra la fe. Ejemplo: Dogma de la Inmaculada Concepción.
El católico no atribuye al Papa considerado como mero
hombre o teólogo a título personal ni la omnisciencia, ni la infalibilidad
personal, ni mucho menos la impecabilidad doctrinal, sino que confía en el
Espíritu Santo viviente en la Iglesia, en la seguridad de que asiste al Dulce
Cristo en la tierra cuando éste explique solemnemente a los hombres las
doctrinas de la fe y de la moral.[2] “…La asistencia del Espíritu Santo no
significa que la elección papal goza de “infalibilidad”, así como tampoco
significa que en el Cónclave sea necesariamente elegido el mejor candidato. Si
la elección es válida, explica el Cardenal Journet, aún cuando fuese el
resultado de intrigas y de malas decisiones apresuradas, se tiene la certeza de
que el Espíritu Santo, que asiste a la Iglesia sacando bien incluso del mal,
permite que ello ocurra en orden a fines superiores y misteriosos”[3].
Aproximaciones al Magisterio social de Benedicto XVI
El 19 de abril de 2005, el cardenal Ratzinger fue
elegido como sucesor de Juan Pablo II tomando el nombre de Benedicto XVI,
después de cuatro rondas de votaciones. Coincidió con la fiesta de San León IX.
La tercera Encíclica de Benedicto XVI fue firmada el 29 de Junio de 2009 y
presentada el 7 de julio. Benedicto XVI aplica las enseñanzas de sus dos
primeras encíclicas —Deus caritas esty SpeSalvi— a los grandes temas sociales
del mundo de nuestros días. En una primera parte examina las enseñanzas de sus
dos predecesores: Pablo VI (especialmente en su encíclica Populorumprogressio)
y Juan Pablo II. En la segunda parte recorre los grandes dramas que azotan a la
humanidad en nuestros días, abordando con realismo y esperanza los problemas
creados por la crisis financiera, por la falta de instituciones internacionales
capaces de reformar la ineficacia burocrática que alarga el subdesarrollo de
muchos pueblos, y por la falta de ética de muchas mentalidades que predominan
en las sociedades opulentas.
Desde CentesimusAnnus (CA, 1991), la última encíclica
social, han pasado 18 años. El mundo ha cambiado. Lo que entonces llamábamos mundialización,
acentuada, es la actual Globalización. Hay un auge del sentimiento religioso y
ético, demasiado sincretista (relativismo cultural y religioso). El mapa
geoestratégico y equilibrio de poder ha cambiado con nuevas Potencias
emergentes. Y el surgimiento de una nueva crisis económica trajo como
consecuencia una brecha más profunda entre ricos y pobres; países desarrollados
y sub-desarrollados y una inestabilidad política-cultural mayor en el escenario
global.
Frente a este escenario mundial, la pluma de Benedicto
XVI sale a su encuentro para delinearnos con su profundidad y claridad
teológica de siempre el camino seguro a seguir para el testimonio católico en
el mundo moderno con su carta encíclica Caritas in Veritate (2009).
Las contribuciones de su parte al Magisterio social de
la Iglesia fueron:
Fe y Razón se perfeccionan mutuamente.
Dictadura del relativismo.
La hermenéutica de la reforma del Concilio Vaticano II
vs. la hermenéutica de la ruptura.
La “Nueva Evangelización”.
Necesidad de conversión de la Iglesia. (purificación
de los pecados internos por medio de la penitencia, sacramentos, etc).
Diálogo con todos intra y extra eclesia.
La religión contribuye al debate ético en las
democracias.
3. Su Magisterio Pontificio en Caritas in Veritate:
En Caritates in veritate, Benedicto expone los grandes
principios indispensables para el desarrollo humano integral del hombre y de
los pueblos:
La atención a la vida del hombre como centro de todo
verdadero progreso.
El respeto del derecho a la libertad religiosa,
siempre unido íntimamente al desarrollo del hombre.
El rechazo de una visión prometeica del ser humano,
que lo considera artífice absoluto de su propio destino.
La necesidad de romper la vieja idea de que la
economía debe producir recursos y la política distribuirlos.
La globalización es más económica que política y ésta
se circunscribe a espacios limitados.
La economía debe seguir criterios éticos en todas sus
fases, y no de cualquier ética sino de una ética amiga del hombre (37).
2. La caridad es la vía maestra de la doctrina social
de la Iglesia. Todas las responsabilidades y compromisos trazados por esta
doctrina provienen de la caridad que, según la enseñanza de Jesús, es la
síntesis de toda la Ley (cf. Mt 22,36-40). Ella da verdadera sustancia a la
relación personal con Dios y con el prójimo; no es sólo el principio de las
micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino
también de las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y
políticas.
Para la Iglesia —aleccionada por el Evangelio—, la caridad es todo
porque, como enseña San Juan (cf. 1 Jn 4,8.16) y como he recordado en mi
primera Carta encíclica «Dios es caridad» (Deus caritas est): todo proviene de
la caridad de Dios, todo adquiere forma por ella, y a ella tiende todo. La
caridad es el don más grande que Dios ha dado a los hombres, es su promesa y
nuestra esperanza. Soy consciente de las desviaciones y la pérdida de sentido
que ha sufrido y sufre la caridad, con el consiguiente riesgo de ser mal
entendida, o excluida de la ética vivida y, en cualquier caso, de impedir su
correcta valoración. En el ámbito social, jurídico, cultural, político y
económico, es decir, en los contextos más expuestos a dicho peligro, se afirma
fácilmente su irrelevancia para interpretar y orientar las responsabilidades
morales. De aquí la necesidad de unir no sólo la caridad con la verdad, en el
sentido señalado por San Pablo de la «veritas in caritate» (Ef 4,15), sino
también en el sentido, inverso y complementario, de «caritas in veritate». Se
ha de buscar, encontrar y expresar la verdad en la «economía» de la caridad,
pero, a su vez, se ha de entender, valorar y practicar la caridad a la luz de
la verdad.
De este modo, no sólo prestaremos un servicio a la caridad,
iluminada por la verdad, sino que contribuiremos a dar fuerza a la verdad,
mostrando su capacidad de autentificar y persuadir en la concreción de la vida
social. Y esto no es algo de poca importancia hoy, en un contexto social y
cultural, que con frecuencia relativiza la verdad, bien desentendiéndose de
ella, bien rechazándola.
5. La doctrina social de la Iglesia responde a esta
dinámica de caridad recibida y ofrecida. Es«caritas in veritate in re sociali»,
anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad. Dicha doctrina es
servicio de la caridad, pero en la verdad. La verdad preserva y expresa la
fuerza liberadora de la caridad en los acontecimientos siempre nuevos de la
historia. Es al mismo tiempo verdad de la fe y de la razón, en la distinción y
la sinergia a la vez de los dos ámbitos cognitivos. El desarrollo, el bienestar
social, una solución adecuada de los graves problemas socioeconómicos que
afligen a la humanidad, necesitan esta verdad. Y necesitan aún más que se
estime y dé testimonio de esta verdad. Sin verdad, sin confianza y amor por lo
verdadero, no hay conciencia y responsabilidad social, y la actuación social se
deja a merced de intereses privados y de lógicas de poder, con efectos
disgregadores sobre la sociedad, tanto más en una sociedad en vías de
globalización, en momentos difíciles como los actuales.
78. Pablo VI nos ha recordado en la
Populorum progressio que el hombre no es capaz de gobernar por sí mismo su
propio progreso, porque él solo no puede fundar un verdadero humanismo. Sólo si
pensamos que se nos ha llamado individualmente y como comunidad a formar parte
de la familia de Dios como hijos suyos, seremos capaces de forjar un
pensamiento nuevo y sacar nuevas energías al servicio de un humanismo íntegro y
verdadero. Por tanto, la fuerza más poderosa al servicio del desarrollo es un
humanismo cristiano,[157] que vivifique la caridad y que se deje guiar por la
verdad, acogiendo una y otra como un don permanente de Dios.
Cuestión social: se ha convertido radicalmente en
antropológica (75).
El Estado: Con frecuencia llega tarde. La movilidad
del dinero le quita poder (24). Pero debe recuperarlo para poder corregir y
evitar injusticias (41).
Participación: Tanto en la vida de los Estados como a
nivel internacional. subsidiariedad fiscal, que permitiría a los ciudadanos
decidir sobre el destino de porcentajes de los impuestos que pagan al Estado
(60).
Derechos y deberes: "Es importante urgir una
nueva reflexión sobre los deberes que los derechos presuponen, y sin los cuales
éstos se convierten en algo arbitrario. Hoy se da una contradicción. Por un
lado, se reivindican presuntos derechos con la pretensión de que las
estructuras públicas los reconozcan y promuevan, por otro, hay derechos
elementales y fundamentales que se ignoran y violan (43).
La ONU precisa reforma, como la arquitectura económica
y financiera internacional para que sea real el concepto de familia de naciones
(67).
Vida y familia: La apertura a la vida está en el
centro del verdadero desarrollo. Cuando una sociedad va hacia la supresión de
la vida, no encuentra motivación y energía para esforzarse en el servicio del
bien del hombre (28).
Es necesidad social, incluso económica, proponer la
hermosura de la familia y del matrimonio, unión de hombre y mujer, su sintonía
con las exigencias más profundas del corazón y de la dignidad de la persona. No
es correcto considerar el aumento de población como la primera causa del
subdesarrollo, incluso desde el punto de vista económico (44).
Se inspira en PopulorumProgressio (PP): queriendo
conmemorar su 40 aniversario, siendo el documento más citado en sus 159 notas,
el Concilio, el magisterio de Juan Pablo II, Juan XXIII y su propio Magisterio
anterior. Alude a S. Agustín, Sto. Tomas y Heráclito. Aunque no la cita
literalmente, está muy cerca de QuadragesimoAnno (QA).
Metodología expositiva: Se construye sobre la
dialéctica-diálogo: fe-razón (56), natural-sobrenatural, material-espiritual,
ley natural-ley divina… que resuelve siempre con equilibrio y armonía.
(Introducción, 6 capítulos y conclusión).
Algunas enseñanzas de Caritas in veritate (CiV) son
eco de QA:
Subsidiariedad, recuperar el papel del Estado,
necesidad de un nuevo orden para ser protagonistas y no víctimas de la
crisis...
4. El magisterio de la caridad en la trasformación de
la realidad humana.
El hombre es una creatura creada a imagen y semejanza
de Dios que se distingue por su complejidad.Es a la vez espíritu y materia,
libre y dependiente; autónomo e irrepetible y se realiza, quiera o no, en la
entrega a los demás; abierto a la trascendencia y naturalmente sociable. Es un
animal raro, mal dotado en comparación con el resto de los animales pero por el
contrario ha cambiado la faz de la tierra porque posee razón. Las consecuencias
más notables de esa capacidad son las siguientes:
La Técnica.
La Tradición.
El lenguaje simbólico.
El Progreso.
El arte.
La capacidad de razonamiento esencialmente distinta a
cualquier reacción instintiva “inteligente” de los animales.
La reflexión.
La ciencia.
La religión.
Por medio de la tradición y el don de la palabra
(lenguaje) el hombre aprende más y más; a diferencia de los animales que solo
podemos referirnos al adiestramiento. El hombre es capaz de ciencia objetiva y
de religión, reconociendo con su inteligencia un fundamento objetivo absoluto
de lo real: Dios creador y sólo en un Dios personal se reconoce plenamente como
ser espiritual. Pero en definitiva, ¿Cuál es el fin de la vida?Los
existencialistas afirman radicalmente que el hombre no tiene sentido alguno. Es
un error de la naturaleza, una criatura mal hecha, una pasión inútil, separando
la esencia de la existencia. Pero los cristianos nos apoyamos en la Revelación
Divina. El Concilio Vaticano II (especialmente GS 12) adopta el esquema bíblico
y patrístico de la historia de la salvación: la dignidad del hombre está
estrictamente unida y fundada en la creación (imagen), en la redención
(restauración de la imagen) y en la escatología (cumplimiento) habiéndole sido
reintegrado en su unicidad por medio de Cristo destinándolo al encuentro con
Dios Padre en la recapitulación final.
Siguiendo el magisterio de Benedcito XVI podemos
afirmar sin temor a equivocarnos que por medio de la caridad tanta personal
como social llegaremos por camino seguro a lograr la transformación de la
realidad en la que estamos insertos porque como bien nos dice su Santidad “…La
caridad es la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia. Todas las
responsabilidades y compromisos trazados por esta doctrina provienen de la
caridad que, según la enseñanza de Jesús, es la síntesis de toda la Ley (cf. Mt
22,36-40). Ella da verdadera sustancia a la relación personal con Dios y con el
prójimo; no es sólo el principio de las micro-relaciones, como en las
amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones,
como las relaciones sociales, económicas y políticas. Para la Iglesia
—aleccionada por el Evangelio—, la caridad es todo porque, como enseña San Juan
(cf. 1 Jn 4,8.16) y como he recordado en mi primera Carta encíclica «Dios es
caridad» (Deus caritas est): todo proviene de la caridad de Dios, todo adquiere
forma por ella, y a ella tiende todo. La caridad es el don más grande que Dios
ha dado a los hombres, es su promesa y nuestra esperanza”. (CV, 2).
Creemos que el método que la doctrina social de la
Iglesia nos enseña para transformar la realidad (Ver, Juzgar y Actuar) es el
medio para alcanzar este fin, haciendo carne por medio de nuestro testimonio la
Palabra del Verbo Encarnado.
.4. Conclusión :
Para concluir estas sencillas reflexiones podemos
decir que la propuesta de cambio que propone Benedicto XVI es muy atenida,
posible, realista, original y fecunda ya que solo por medio de un humanismo
integral trascendente se logrará el desarrollo integral de los pueblos; razón
por la cual el conocimiento y la aplicación de la DSI es fundamental para ese
fin. La agudeza y profundidad del diagnóstico-pronóstico de Benedicto XVI hace
visible las causas de los males sociales y morales que aquejan al hombre y la
responsabilidad de los distintos actores sociales involucrados indispensables y
necesarios para lograr una verdadera trasformación católica.
Los cambios evangélicos-pastorales tiene que ir en
camino de ser positivos ya que el diagnóstico-pronostico fue aceptados por
todos, pero todavía los cambios no terminaron de ser integrales en la práctica
porque la metanoia necesaria para su ejecución no se hanconcretados.
Remarcaría a modo de cierre que el desarrollo
trascendente e integral del hombre y de los pueblos debe tomar también en
consideración el hábitat ecológico para su perfeccionamiento. Dogma y praxis
deben ir en comunión, armonía y en pleno perfeccionamiento. El dogma se debe
ver reflejado, palpado y hecho carne en la praxis respetando la dignidad y
naturaleza trascendental de la persona y su contexto socio-político, sobre la
realidad cultural del pueblo, sus costumbres, idiosincrasia, etc., ordenándolas
a la luz del evangelio por otros medios de evangelización más personales y
directos poniendo el énfasis en el bien común, despojándonos del hombre viejo
en pos del hombre nuevo de Cristo.
[1] En San Lucas 21, 31-32, podemos encontrar la
fundamentación exegética de la prueba directa de la infalibilidad pontificia.
[2] En todos los demás casos que el Papa usa su poder
magistral como sea por medio de las Encíclicas, Exhortaciones Apostólicas u
otros documentos sin manifestar su intención definición ex cathedra, no es
infalible. Tampoco los documentos de las Congregaciones Romanas que asisten al
Papa en el Gobierno de la Iglesia.
[3] C. Journet, La Iglesia del Verbo Encarnado, p. 625