por Ing. Daniel
Iglesias Grèzes
Montevideo, 14 de
agosto de 2016
¿Qué es el transhumanismo?
Existen muchas definiciones del
transhumanismo. Por ejemplo, la World Transhumanist Association (Asociación
Transhumanista Mundial) dio las siguientes dos definiciones de transhumanismo:
“1- El movimiento intelectual y cultural que afirma la posibilidad y la
deseabilidad de mejorar fundamentalmente la condición humana a través de la
razón aplicada, especialmente desarrollando y haciendo disponibles tecnologías
para eliminar el envejecimiento y mejorar en gran medida las capacidades
intelectuales, físicas y psicológicas.
2- El estudio de las ramificaciones,
promesas y peligros potenciales de las tecnologías que nos permitirán superar
limitaciones humanas fundamentales, y el estudio relacionado de las materias
éticas involucradas en desarrollar y emplear tales tecnologías.”
Estas definiciones pueden dar la
impresión de que el transhumanismo es algo inocuo o incluso positivo. Por eso
propondré mi propia descripción de esta nueva ideología: el transhumanismo es
una utopía materialista que pretende utilizar medios tecnológicos para
transformar al ser humano en algo más que humano. Los transhumanistas conciben
lo transhumano como una etapa de transición hacia lo posthumano.
El símbolo que
representa al transhumanismo (H+) manifiesta claramente esa voluntad de autotrascendencia.
Para captar rápidamente la esencia del transhumanismo, conviene considerar que
la gran mayoría de los transhumanistas aspira a que el progreso tecnológico
permita al hombre alcanzar la inmortalidad. Además, los transhumanistas
imaginan que en una sociedad transhumanista la esperanza de vida promedio
superaría los 120 años y en general las personas estarían dispuestas a
reemplazar sus órganos sanos por dispositivos artificiales, a fin de mejorar
sus capacidades físicas o psíquicas. Con base en su fe progresista y
cientificista, los transhumanistas creen firmemente que estas cosas ocurrirán,
más pronto o más tarde.
Concluiré esta somera descripción del
transhumanismo citando parte de un artículo de Wesley J. Smith: The
Materialists’ Rapture (El rapto de los materialistas), publicado el 28/06/2013
en la excelente revista norteamericana First Things. La traducción es mía.
“Los proselitistas del
‘transhumanismo’ afirman que, a través de las maravillas de la tecnología, tú o
tus hijos vivirán para siempre. No sólo eso, sino que dentro de décadas tú
serás capaz de transformar tu cuerpo y tu consciencia en una infinita variedad
de diseños y propósitos: una evolución auto-dirigida que conduce al desarrollo
de ‘especies post-humanas’ con superpoderes semejantes a los de personajes de
comics. En verdad, un día seremos como dioses: ‘En el futuro distante’, suspiró
el biólogo de Princeton Lee Silver en su libro Remaking Eden [Rehaciendo el
Edén], nos convertiremos en ‘seres mentales’ inmortales tan ‘diferentes de los
humanos como los humanos lo son de los gusanos primitivos con cerebros
diminutos que por primera vez se arrastraron a lo largo de la superficie de la
tierra’.
El extraordinario inventor Ray
Kurzweil es probablemente el proponente más famoso del transhumanismo.
Kurzweil, quien ahora es el jefe de ingeniería de Google, predice que ‘la
Singularidad’, un ‘punto de inflexión’ adveniente de aceleración tecnológica
exponencial, desencadenará una cascada imparable de avances científicos que
conducirá a la inevitable superación de la muerte física. Kurzweil predice que
la inmortalidad humana estará aquí hacia 2045, alcanzada por medio de la carga
de nuestras mentes en computadoras. ‘Tendremos cuerpos no-biológicos’,
profetizó, ‘que nos permitirán vivir en una realidad virtual que será tan
realista como la realidad real’.
Otros proyectos transhumanistas
incluyen la ingeniería genética de embriones para producir niños mejorados, la
vida en una conciencia de grupo y la alteración radical del cuerpo para expresar
mejor la hiper-individualidad.” (Wesley J. Smith).
Dentro del transhumanismo existen
distintas corrientes (abolicionismo, extropianismo, inmortalismo, posgenerismo,
singularitarianismo, tecnicismo, tecnogaianismo, transhumanismo democrático,
transhumanismo libertario), pero en esta primera aproximación no puedo entrar a
analizarlas.
¿Qué tanto se ha desarrollado el
transhumanismo?
Los primeros autodenominados
transhumanistas se reunieron formalmente a principios de 1980 en la UCLA
(Universidad de California en Los Ángeles), que se convirtió en el centro
principal del pensamiento transhumanista.
En 1998 los filósofos Nick Bostrom y
David Pearce fundaron la World Transhumanist Association (WTA), una
organización internacional no gubernamental que trabaja por el reconocimiento
del transhumanismo como un objeto legítimo de la investigación científica y la
política. En 1999, la WTA redactó y aprobó la Declaración Transhumanista. En
2008 la WTA cambió su nombre por Humanity+. En ese entonces contaba con unos
5.000 miembros. A la fecha Humanity+ tiene su sede central en Los Ángeles y
cuenta con casi 10.000 miembros y tres instituciones afiliadas, es decir
instituciones que buscan trabajar juntas con Humanity+.
Se trata del
Singularity Institute, el Foresight Institute y la Mormon Transhumanist
Association. Según su actual constitución, Humanity+ tiene la forma jurídica de
una empresa: Humanity+, Inc. Su sitio web tiene el siguiente lema: “No limites
tus desafíos. Desafía tus límites.”
Actualmente Humanity+ cuenta con 58
capítulos o grupos locales: 23 en los Estados Unidos y 35 en otros 30 países
(contando como países a América Latina y a Second Life). En América Latina hay
un capítulo en vías de organización, denominado Asociación Transhumanista. Esta
asociación tiene en Yahoogroups foros de discusión correspondientes a 17 países
de América Latina, incluyendo a Argentina pero no a Uruguay. Sin embargo, la
portada del sitio web de la Asociación Transhumanista muestra las banderas de
diez países de América Latina, incluyendo a Uruguay.
Por otra parte, existen ya partidos
políticos transhumanistas en unos 25 países de los cinco continentes. Esos
partidos están agrupados en el Partido Transhumanista Global. En 2012 fue
elegido en Italia el primer diputado transhumanista de la historia. Se trata de
Giuseppe Vatinno, licenciado en física, periodista y profesor sobre energía y
temas medioambientales en el Politécnico de Milán y en la Universidad La
Sapienza de Roma.
El Partido Transhumanista de los
EE.UU. fue fundado en 2015 y presentará un candidato a la Presidencia en las
elecciones de este año. Su candidato (Zoltan Istvan) cree que "todos
habremos cambiado y viviremos 500 años o más" en cuestión de un cuarto de
siglo. Para esa fecha, no cree que vayan a existir los sexos ni las razas, así
que las discriminaciones acabarán de un plumazo. Los úteros artificiales
reemplazarán los partos naturales ("bárbaros y peligrosos
médicamente", según Istvan) y podremos cambiarnos de sexo o de color de
piel cada semana gracias al desarrollo de la nanotecnología, para que no nos
aburramos de nosotros mismos. Istvan piensa que, con suficientes recursos, podemos
dominar el envejecimiento dentro de una década. Propone gastar al menos un
billón de dólares (o sea, un millón de millones de dólares) en diez años en la
investigación de la extensión de la vida.
En Internet es posible encontrar
muchas noticias que permiten evaluar el grado de difusión que ha alcanzado ya
el transhumanismo. Me limitaré a citar una de esas noticias, que me parece muy
ilustrativa.
En 2012 se informó que la Asociación
Iberoamericana de Criopreservación (que agrupa a 50 investigadores españoles)
planea instalar en Madrid el primer cementerio español dedicado a la
criogenización, como alternativa a los servicios funerarios tradicionales. En
dicho cementerio (o, como prefieren llamarlo, “albergue de pacientes”, ya que
consideran que no trabajan con seres definitivamente muertos), se conservarían
los cadáveres para poder aprovechar los futuros avances médicos. Según su
teoría, cuando uno fallece por una enfermedad, se lo congela, y si en un futuro
se encuentra la cura a esa enfermedad, se lo descongela. En los EE.UU. unas 50
personas fallecidas se sometieron a la criogenización en 2011.
En España más de
cien personas estaban interesadas en la criopreservación de sus restos
mortales. Según el autor del artículo que estoy refiriendo, los mayores problemas
de esa técnica son su elevado costo (100.000 euros) y que no existe ninguna
garantía de que funcione correctamente. Aunque la ley española no ampara
expresamente el enterramiento de personas en cápsulas de criogenización, la
asociación referida quiere aprovechar el vacío legal para continuar con su
proyecto. Sin embargo, hay quienes cuestionan éticamente esa técnica y se prevé
que la OMC estudie si esa práctica es éticamente lícita.
¿Cuáles son las raíces y las
conexiones ideológicas del transhumanismo?
El transhumanismo es una ideología
evolucionista. Según el transhumanismo, la evolución, que en el pasado hizo
surgir la vida no consciente a partir del universo inanimado y la humanidad a
partir de la vida no consciente, transformará a la humanidad primero en la
transhumanidad y después en la posthumanidad. Es fácil ver que el darwinismo y
el darwinismo social figuran entre las principales raíces ideológicas del
transhumanismo.
Hacia mediados del siglo XIX la
selección natural fue descubierta de forma simultánea e independiente por dos
biólogos británicos: Charles Darwin y Alfred Wallace. Darwin era partidario del
naturalismo filosófico, es decir de la doctrina que niega la existencia de lo
sobrenatural o bien su influencia en nuestro mundo. En cambio Wallace creía en
el diseño inteligente de los seres vivos. El establishment científico de la
Inglaterra victoriana, firmemente inclinado hacia el naturalismo filosófico,
apoyó a Darwin y dejó que la obra de Wallace cayera en el olvido. Thomas
Huxley, apodado “el bulldog de Darwin”, fue el principal difusor del darwinismo
en Inglaterra, pese a que en privado manifestaba dudas sobre un aspecto central
de la teoría darwinista: el gradualismo de la evolución. Huxley logró convencer
a muchos de que la ciencia y la religión estaban absoluta e inevitablemente
enfrentadas con respecto a la teoría de la evolución; y de que la ciencia
darwinista representaba la derrota definitiva de la religión, y especialmente
del cristianismo.
El darwinismo social combinó la obra de
Herbert Spencer con la teoría darwinista de la evolución, sosteniendo que la
lucha por la supervivencia del más apto se da también dentro de las sociedades
humanas. Contribuyó a dar un barniz científico a las teorías racistas en boga
hacia fines del siglo XIX y fue el principal sustento intelectual del
movimiento eugenésico, que buscó mejorar la raza humana por medios análogos a
los empleados en la cría de perros o caballos. Los eugenistas pretendían
favorecer la reproducción de los seres humanos juzgados por ellos como más
aptos y obstaculizar o incluso impedir la reproducción de los juzgados por
ellos como menos aptos. Charles Darwin expresó ideas racistas y eugenésicas en
su libro El origen del hombre, de 1871.
Francis Galton, primo de Charles
Darwin, fundó la Sociedad Eugenésica Británica en 1907. De 1911 a 1928 dicha
Sociedad fue presidida por Leonard Darwin, economista y octavo hijo de Charles
Darwin. También otros tres hijos de Charles Darwin fueron miembros de la
Sociedad Eugenésica. El matemático Charles Galton Darwin, nieto de Charles
Darwin y ahijado de Francis Galton, presidió la Sociedad Eugenésica durante
seis años a mediados del siglo XX. Julian Huxley, nieto de Thomas Huxley,
presidió la misma Sociedad de 1959 a 1962. Antes había sido el primer Director
General de la UNESCO. Pese a ser no creyente, apoyó la difusión de los escritos
del P. Pierre Teilhard de Chardin y escribió el prólogo de su libro principal,
El fenómeno humano.
Como el darwinismo social, el
transhumanismo pretende que el hombre tome las riendas de la evolución y busque
deliberadamente mejorar o trascender la naturaleza humana. Y, como el
movimiento eugenésico, el movimiento transhumanista pretende utilizar la
ciencia y la tecnología para alcanzar su objetivo de mejorar la raza humana.
La mayoría de los transhumanistas son
ateos o agnósticos, pero existe una minoría de transhumanistas creyentes. La
mayoría de esa minoría se inscribe dentro de la espiritualidad New Age. Entre
la New Age y el transhumanismo existen no pocas afinidades. Los partidarios de
la New Age (o Nueva Era) esperan la próxima llegada de la Era de Acuario, en la
cual los hombres ascenderán a un nuevo nivel de consciencia. Los
transhumanistas esperan algo parecido, aunque se proponen alcanzarlo por medio
de la ciencia y la tecnología, en lugar de las técnicas de meditación
orientales. Probablemente no sea casualidad que tanto la New Age como el
transhumanismo hayan tenido su primer centro de irradiación en California.
El transhumanismo y la ideología de
género tienen muchos puntos de contacto. Por ejemplo, ambas ideologías sueñan
que el progreso científico permitirá crear úteros artificiales, liberando a la
mujer de la carga de la maternidad, y permitirá “cambios de sexo” más
“perfectos” que los actuales.
Por último señalaré un punto de
contacto entre el transhumanismo y el ecologismo radical animalista. Como este
último, algunos transhumanistas buscan abolir el sufrimiento en todos los seres
vivos capaces de sentir dolor.
¿Cuáles son los principales peligros
del transhumanismo?
Muy sensatamente, Francis Fukuyama ha
calificado al transhumanismo como “la idea más peligrosa del mundo”. En
realidad, los peligros del transhumanismo son tantos que me es difícil elegir
los principales; pero haré el intento.
La técnica, aunque a priori es
moralmente ambivalente, es en términos generales algo muy bueno, porque
responde a la vocación humana al trabajo y el desarrollo. Para contribuir
auténticamente al desarrollo humano, la técnica debe respetar la verdad del
hombre; pero si no respeta la naturaleza humana, la técnica se convierte en una
grave amenaza contra el mismo ser humano, en sus dimensiones individual y
social. La grave amenaza de un progreso técnico amoral no es una mera
posibilidad teórica sino una triste realidad que hiere seriamente a nuestra
actual civilización. Si extrapolamos simplemente la actual tendencia a un
desarrollo técnico mayormente desvinculado de la ley moral natural, nos
enfrentamos a la oscura perspectiva de una sociedad cada vez más deshumanizada.
Esa tendencia se muestra hoy con
máxima claridad en el ámbito de la bioética. En su encíclica Caritas in
Veritate, el Papa Benedicto XVI dijo lo siguiente: “En la actualidad, la
bioética es un campo prioritario y crucial en la lucha cultural entre el
absolutismo de la técnica y la responsabilidad moral, y en el que está en juego
la posibilidad de un desarrollo humano e integral. Éste es un ámbito muy
delicado y decisivo, donde se plantea con toda su fuerza dramática la cuestión
fundamental: si el hombre es un producto de sí mismo o si depende de Dios. Los
descubrimientos científicos en este campo y las posibilidades de una
intervención técnica han crecido tanto que parecen imponer la elección entre
estos dos tipos de razón: una razón abierta a la trascendencia o una razón
encerrada en la inmanencia. Estamos ante un aut-aut decisivo” (74).
La ideología transhumanista infunde
nuevos bríos a esa tendencia funesta. La biotecnología divorciada de la ética
está empeñada en una tarea de deshumanización que C. S. Lewis, en el título de
uno de sus libros, denominó La abolición del hombre, o sea de la naturaleza
humana y, por consiguiente, de la humanidad. Éste es, por otra parte, el
objetivo explícito del transhumanismo.
La extrapolación de las tendencias
presentes en la actual “cultura de la muerte”, máxime si son potenciadas por el
transhumanismo, nos enfrenta a un futuro posible muy inquietante, anticipado en
la notable novela (yo diría profética) de Aldous Huxley, Un mundo feliz, que
hace más de 80 años previó el advenimiento de una sociedad hedonista,
masificada y clasista, marcada por la manipulación del origen de la vida
humana, por medio de la clonación. De proseguir el curso actual, el ser humano
se convertirá en un producto industrial más, comprable y vendible por catálogo.
De paso, dejo constancia de que Aldous Huxley era hermano de Julian Huxley.
Entre los innumerables aspectos
moralmente ilícitos o al menos problemáticos de la actual revolución
biotecnológica, me detendré aquí en uno, los intentos de hibridación, citando
el numeral 33 de la Instrucción Dignitas Personae de la CDF, de 2008:
“Recientemente se han utilizado óvulos de animales para la reprogramación de
los núcleos de las células somáticas humanas –generalmente llamada clonación
híbrida– con el fin de extraer células troncales embrionarias de los embriones
resultantes, sin tener que recurrir a la utilización de óvulos humanos. Desde
un punto de vista ético, tales procedimientos constituyen una ofensa a la
dignidad del ser humano, debido a la mezcla de elementos genéticos humanos y
animales capaz de alterar la identidad específica del hombre. El uso eventual
de células troncales extraídas de esos embriones puede implicar, además,
riesgos aún desconocidos para la salud, por la presencia de material genético
animal en su citoplasma. Exponer conscientemente a un ser humano a estos
riesgos es moral y deontológicamente inaceptable.”
Por último diré que la afanosa
búsqueda de la inmortalidad por medio de la ciencia y la tecnología, además de
estar destinada al fracaso, probablemente produciría grandes injusticias
sociales. Las enormes sumas de dinero requeridas para llevar la esperanza de
vida promedio a 100 años en los países desarrollados estarían infinitamente
mejor invertidas en el combate a la malaria y muchas otras enfermedades que
matan cada año a millones de personas en los países subdesarrollados. Además,
el envejecimiento radical de la población o de parte de ella generaría
terribles problemas sociales en los mismos países desarrollados.
Reflexiones finales
Las premisas materialistas del
transhumanismo vician gran parte de sus propuestas. Para el materialista, en el
fondo no hay una diferencia esencial entre el ser humano y los seres vivos
irracionales, y tampoco entre éstos y los seres inanimados. En última
instancia, de ese error inicial provienen la negación del libre albedrío en el
hombre y la confusión entre la inteligencia humana y la “inteligencia
artificial” de las computadoras o los robots. Dicho de forma clara y simple: no
es posible “subir” mi mente a una computadora. Un programa de computadora que
simulara mi forma de pensar, de hablar y de actuar no sería mi mente; no sería
yo. Es completamente absurdo buscar la inmortalidad por esa vía.
Permítanme terminar esta ponencia con
una reflexión teológica cristiana. La causa primera del divorcio entre la
tecnología y la moral es el pecado original. En el relato bíblico del pecado
original, Adán y Eva se dejaron seducir por el deseo de llegar a ser como
dioses obrando contra la voluntad de Dios. El pecado original no residió en que
Adán y Eva quisieran ser como dioses, pues Dios mismo los había creado a su
imagen y semejanza y los había llamado a ser sus hijos, sino en que comieron del
fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, el único que Dios les había
prohibido comer. Su pecado tampoco consistió en querer conocer el bien y el
mal, sino en querer determinar arbitrariamente el bien y el mal para ellos
mismos. Adán y Eva desoyeron la ley moral inscrita en su propia conciencia y
obraron en contra de su misma naturaleza. Quisieron ser felices al margen de
Dios o en contra de Dios, cosa imposible.
Se podría decir que el dogma del
pecado original es el único dogma cristiano que es susceptible de una
cuasi-comprobación empírica. En efecto, es fácil constatar que, en el ámbito de
nuestra experiencia, rige lo que podríamos llamar “la ley de la culpabilidad
universal”. Todos nosotros, con nuestras culpas leves o graves, contribuimos a embrollar
las cosas en todos los niveles.
La Biblia vincula el origen de la
técnica con la descendencia de Caín (cf. Génesis 4,22) y asocia una portentosa
obra técnica (la construcción de la torre de Babel: Génesis 11,1-9) con un
momento importante en la historia del pecado. Esto nos indica que, en el hombre
caído por el pecado, el poderío técnico puede convertirse en una herramienta
muy eficaz de alienación y de desunión social. Esto se aprecia claramente en el
caso del transhumanismo.
El movimiento transhumanista pretende
vencer el dolor y la muerte y crear un Cielo en la Tierra, por medio de las
solas fuerzas naturales del hombre, en un intento de compensar la pérdida de la
fe religiosa con un sucedáneo materialista. Ofrece al hombre la salvación y la
vida eterna sin necesidad del perdón de Dios ni de la conversión moral, sin
necesidad de dogmas, sacramentos u oración. No es difícil escuchar en la
pseudo-religión transhumanista un eco de la mentira de la serpiente en el
jardín del Edén: “Seréis como dioses…” Mentira que apela en primer lugar a
nuestra soberbia, pero también a nuestra pereza y miedo. Por ejemplo, ¿para qué
esforzarme por ser un buen atleta si puedo correr más rápido y sin esfuerzo con
piernas artificiales? ¿Y cómo me animaré a sacrificar mi vida por una causa
noble si la vida terrena es para mí el valor supremo?
Hay una pequeña minoría de
transhumanistas que son cristianos. Esos cristianos se afilian a las tesis del
protestantismo liberal, infiltradas en el catolicismo bajo el nombre de modernismo
o progresismo. Por lo dicho hasta aquí, es evidente que esos cristianos
incurren en la herejía pelagiana, pues creen que el hombre se salva por sus
solas fuerzas, sin necesidad de la gracia de Dios. Vale la pena volver a
considerar aquí a Teilhard de Chardin, quien tenía una visión de la evolución
muy semejante a la del transhumanismo. Según Teilhard, la evolución misma, por
su propio ímpetu, tiende de la cosmogénesis a la biogénesis, de la biogénesis a
la noogénesis, y de la noogénesis a la cristogénesis, por medio de la
convergencia de la humanidad en Cristo, el Punto Omega. No en vano Teilhard,
que esperaba que el cristianismo diera lugar a una nueva religión superior, es
el teólogo que más ha influido en los pensadores de la New Age.
En cambio, los verdaderos cristianos
creemos que Nuestro Señor Jesucristo, único Redentor del hombre y Salvador del
mundo, es también el Salvador de la ciencia y de la técnica, y que, para
superar la actual crisis moral de nuestra civilización técnica, necesitamos ante
todo personas y comunidades santas, que, siguiendo a Cristo, impulsados por su
Espíritu, vayan por la Cruz a la Luz.