A propósito del libro “¿Qué es una familia?”, de Fabrice Hadjadj
(Tomado y adaptado de: Archipiélago Ortodoxia, el blog de Jorge Soley)
Fabrice Hadjadj, filósofo y escritor francés católico converso.
Director de la Fundación Anthropos en Lausanne, Suiza
¿Y si la familia no fuera el “hogar cerrado” que siempre se ha pensado? ¿Y si fuera la “institución anarquista por excelencia”? De hecho, es anterior a las ideologías y al estado. Fundamentada en lo más concreto del ser humano — o sea, en eso que todos estamos pensando —, aparece con el deseo que une a un hombre y a una mujer. Tanto si es regia como si es puritana, la oscura fuente de donde brota la familia está en nuestra ropa interior.
Y los nacimientos que brotan de ella desconciertan a sus mismos autores, los abren a una novedad que burla sus planes: un pequeño trisómico(*) puede surgir de la mejor pareja de ingenieros; un hermafrodita, de una pareja de activistas contrarios al matrimonio homosexual; un poeta, de dos eminencias de las finanzas…
Sin ninguna anomalía particular, todo hombrecito que nace es siempre un acontecimiento que excede la capacidad de sus padres. Pero a los “innovadores” les gustaría poner límites a una novedad tan desconcertante. Querrían transformar la familia en laboratorio y que dejara de estar fundamentada en el sexo para estarlo en la ingeniería. El padre reemplazado por el experto, el abrazo apasionado por el tubo de ensayo transparente, la mesa familiar por la tableta electrónica, etc.
Este nuevo libro de Hadjadj, “¿Qué es una familia?”, quiere mostrar el vínculo que une lo lógico con lo genealógico, oponiéndose a su dislocación contemporánea en provecho de la tecnología. Se atreve a afirmar que la diferencia de los sexos es el cimiento de la inteligencia humana, y que el nacimiento ordinario está más cargado de porvenir que todos los magníficos futuros planificados por la “procreación médicamente asistida”.
Parece cada vez más claro que el rechazo prometeico del mundo moderno hacia la naturaleza es ya, y lo va a seguir siendo, uno de los grandes asuntos de nuestro tiempo. Esto incluye todo lo relacionado con la generación de seres humanos, desde las técnicas de fabricación de los mismos in vitro hasta los recientemente popularizados “vientres de alquiler”. Una de las cuestiones clave en este asunto, que supone una quiebra radical, es la transformación de la gestación en producción. Me gustaría llamar la atención sobre dos puntos en los que el pensador francés Fabrice Hadjadj me parece preclaro.
En primer lugar, cuando Hadjadj plantea, con su estilo provocador, cómo, si son lógicos, los defensores de la producción de niños en vientres de alquiler exigirán la eugenesia, el mínimo control de calidad que se debe exigir en toda producción:
“Indiscutiblemente, según acabamos de ver, si se pasa del nacimiento a la fabricación del hombre, exigir un individuo sin defecto alguno será de una moralidad total. Y si la bioética tiene algo que hacer en este ámbito, no hay tarea más urgente que establecer una oficina de reclamaciones e incluso un servicio posventa. Supongamos que nuestro inteligente teléfono portátil recién estrenado deja de funcionar. Nos escandalizaría bastante oír al vendedor invocar a los dioses y culpar del defecto a la fatalidad.
Estamos en nuestro derecho, en el orden de la fabricación, cuando exigimos un producto perfecto. Cosa que no es cierta en el orden del nacimiento (incluyo en este término la fecundación, la gestación, el parto e incluso, en cierto modo, la educación consecutivas a la unión de un hombre y una mujer). En el mismo momento en que el nacer se convierte en un hacer, todos los imperativos morales no podrán hacer otra cosa más que reforzar la eugenesia a la que esa misma moral pretende poner trabas”.
En segundo lugar cuando, a continuación, Hadjadj señala cómo, el paso de la gestación natural a la fabricación in vitro impone un igualitarismo que despoja a la mujer de lo suyo y consolida la dominación del hombre, una dominación, eso sí, que se ejerce a través de la técnica:
“Si hay algo que el imperio de la fabricación rechaza por su esencia, más aún que cuidado del bebé, es la gestación. La gestación consiste en acoger en uno mismo un fenómeno oscuro que escapa dos veces a su control: en su proceso y en su término. La fabricación es todo lo contrario: se trata de construir fuera de lo mismo de manera totalmente visible, algo que se controla desde un extremo al otro de la cadena. El paso de la gestación in útero a la fabricación in vitro puede aparecer como la gran emancipación de la mujer del futuro, pues por su perfecta igualdad con el hombre puede ser enrolada por un patrón en la gran guerra económica. Pero, realmente, es su total capitulación. Porque la gestación es lo propio de lo femenino. El macho no puede llevar en sí a un hijo, sino solamente fabricar objetos fuera de sí. Por lo tanto, pasar de la gestación oscura a la fabricación transparente, promover la objetivación del útero artificial y el rechazo a la muñeca en provecho del tetris(**), es asegurar la dominación fálica. Pero una dominación fálica sin falo, puesto que el macho de musculatura mecánica es reemplazado por el ordenador que juega al Meccano. Nuestra época tiene esa particularidad: gracias a la tecnología, la dominación fálica queda asegurada principalmente por mujeres histéricas seguidas por hombres”.
Bienvenidos al mundo feliz.
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(*) individuo que tiene un cromosoma extra
(**) videojuego de puzzle