El no matarás’ es
tanto para inocentes como para culpables
Aica, 22 Jun 2016
“El Jubileo Especial de la Misericordia es una ocasión
propicia para promover en el mundo formas cada vez más maduras de respeto a la
vida y la dignidad de cada persona. No hay que olvidar que el derecho
inviolable a la vida, don de Dios, pertenece también al criminal”, afirmó el
papa Francisco en un videomensaje con motivo del VI Congreso mundial contra la
pena de muerte en Oslo (Noruega).
El Congreso está organizado por la ONG francesa
“Ensemble contre la peine de mort” y por la Coalición Mundial contra la Pena de
Muerte de la que forman parte 40 organizaciones de todo el mundo.
“Saludo a los organizadores de este Congreso mundial
contra la pena de muerte, comenzó diciendo el pontífice en su videomensaje, al
grupo de países que lo apoyan, especialmente a Noruega, país que lo acoge, y a
todos los participantes: representantes de los gobiernos, de las organizaciones
internacionales y de la sociedad civil. Quiero además expresar mi
agradecimiento personal, y también el de los hombres de buena voluntad, por su
compromiso con un mundo libre de la pena de muerte”.
“Un signo de esperanza es el desarrollo en la opinión
pública de una creciente oposición a la pena de muerte, incluso como una
herramienta de legítima defensa social. De hecho, hoy día la pena de muerte es
inadmisible, por más grave que haya sido el delito del condenado”.
“Es una ofensa a la inviolabilidad de la vida y a la
dignidad de la persona humana que contradice el designio de Dios sobre el
hombre y la sociedad y su justicia misericordiosa, e impide cumplir con
cualquier finalidad justa de las penas. No hace justicia a las víctimas, sino
que fomenta la venganza. El mandamiento «no matarás» tiene valor absoluto y
abarca tanto a los inocentes como a los culpables”.
“El Jubileo Especial de la Misericordia es una ocasión
propicia para promover en el mundo formas cada vez más maduras de respeto a la
vida y la dignidad de cada persona. No hay que olvidar que el derecho
inviolable a la vida, don de Dios, pertenece también al criminal”.
“Deseo hoy alentar a todos a trabajar no sólo por la
abolición de la pena de muerte, sino también por la mejora de las condiciones
de reclusión, para que respeten plenamente la dignidad humana de las personas
privadas de libertad. ‘Hacer justicia’ no significa que se deba buscar el
castigo por sí mismo, sino que las penas tengan como finalidad fundamental la
reeducación del delincuente”.
“La cuestión debe ser encuadrada en la óptica de una
justicia penal que sea abierta a la esperanza de reinserción del culpable en la
sociedad. ¡No hay pena válida sin esperanza! Una pena clausurada en sí misma,
que no dé lugar a la esperanza, es una tortura, no es una pena”.
“Espero que este Congreso pueda dar un nuevo impulso
al compromiso con la abolición de la pena capital. Por eso mismo, animo a todos
los participantes a continuar con esta gran iniciativa y les asegura mí
oración”, concluyó el Santo Padre su mensaje.+
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El Catecismo reconoce a la autoridad pública el derecho y el deber de aplicar penas proporcionadas a la gravedad del delito (2266).
El párrafo 2267 recuerda la enseñanza tradicional de la Iglesia, que no excluye el recurso a la pena de muerte, en las condiciones que detalla.