Todos buscamos la felicidad, pero no trazamos
los mismos caminos hacia ella. Lo mismo pasa con los taxistas de Nueva Delhi:
nunca hacen la misma ruta y un viaje que debería durar 10 minutos puede
terminar siendo un calvario de hora y media bajo vapores abrasivos. Eso le pasó
ayer a este enviado. Detuvo un tuc tuc (taxi moto) y le pidió que lo llevara
hasta el festival del Arte de Vivir.
A pesar de todo, se llegó a destino con margen de tiempo para ver lo que no podía no verse: primero, la milonga de 500 argentinos arriba del escenario y después la meditación mas grande de la historia, una ola de silencio que consiguió lo que nadie, calmar por un rato a esta ciudad salvaje.
A pesar de todo, se llegó a destino con margen de tiempo para ver lo que no podía no verse: primero, la milonga de 500 argentinos arriba del escenario y después la meditación mas grande de la historia, una ola de silencio que consiguió lo que nadie, calmar por un rato a esta ciudad salvaje.
Europeos que, como Los Beatles, llegaron
hasta la India para cultivar su espiritualidad y africanos y asiáticos vestidos
con atuendos inclasificables aplaudieron de pie a los 500 argentinos (de los
2.000 que llegaron a la India) que bailaron sobre el escenario. Interesante
performance: las mujeres de rojo, los varones de negro y con sombrero bailaron
un tango tirando a valsecito.
Fue más importante lo simbólico, esa
exportación de cultura autóctona aportada al festival, que cualquier otra cosa.
Hubo aplausos y abrazos en el escenario y gestos de aprobación desde esa
especie de púlpito ocupado por esa especie de Papa que podría ser el Guruji
Ravi Shankar, patrono y anfitrión de un evento que contó hasta con enviados de
las altas esferas del Vaticano. También hubo discursos del primer ministro de
Noruega, del presidente de Colombia, de funcionarios de los Estados Unidos.
Habló el primer ministro de Mongolia y desfilaron por el lugar funcionarios de
alto rango de Sudáfrica, China e Inglaterra.
Después llegó el momento de la meditación más
grande de la que se tenga registro hasta ahora: a las 20.50, cuatro millones de
personas cerraron los ojos e hicieron silencio. Comenzaron los mantras y el
Ravi Shankar tomó la palabra. Oraciones breves, una voz adormecedora, shanti,
shanti, shanti, el silencio se prolongó. Hubo también un momento gracioso: el
Ravi tuvo tos y un rumor de sonrisas amenazó con romper la concentración
generalizada. Rápidamente, Shankar volvió a zambullirse en la respiración. A
las 21, diez minutos después, la multitud abrió los ojos. Y comenzó la
despedida.
Pero entonces hubo una sorpresa: una segunda
vuelta de bandoneón y 2x4. Por las pantallas gigantes, la gente pudo disfrutar
de nuevo a las parejas argentinas haciendo gala de su destreza. Y los primeros
planos del director de cámaras del festival mostraban la emoción en el rostro
de los bailarines argentinos. Una emoción que se potenció al final, cuando se
escucharon las palabras del Guruji. “Qué lindo, qué lindo”, dijo Shankar y los
argentinos que viajaron hasta la India tuvieron su día soñado.
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