DON BOSCO

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"BUENOS CRISTIANOS Y HONRADOS CIUDADANOS"

LA ADULACIÓN A LOS POBRES


y el odio a los ricos no es doctrina católica

 – Por Cosme Beccar Varela

 Prensa Republicana, 7 septiembre, 2015

“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (S. Mat. 5,3). Esta frase de Nuestro Señor Jesucristo en el Sermón de la Montaña es una constante en la enseñanza del Divino Maestro. Él mismo era pobre a los ojos del mundo porque trabajó como carpintero para mantener a su Madre y dijo de Sí mismo: “Las raposas tiene madrigueras y la aves del cielo nidos, más el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza” (S. Mat, 18,20). Era pobre entre los pobres y nació en un pesebre, en compañía de un buey y de un asno.

En todo momento enseñó que quien, llamado por Dios, quiera ser perfecto debe vender sus bienes y repartir su precio entre los pobres, como le dijo al joven rico (S. Mateo 19, 21). Y añadió “En verdad os digo que dificilmente un rico entrará en el reino de los cielos” (S. Mateo, 19, 23).

Esta es la enseñanza de Nuestro Señor que la Santa Iglesia ha interpretado bajo inspiración del Espíritu Santo de tal manera que no se entienda que todos los pobres son buenos ni tampoco que todos los ricos son malos y, desde luego, jamás instigando a la envidia y al odio del pobre contra el rico.

San Pio X, en ejercicio de su autoridad de Supremo Pontifice escribió: “La igualdad de los diferentes miembros sociales consiste sólo en que todos los hombres tienen su orígen en Dios Creador, que han sido redimidos por Jesucristo y deben a la norma exacta de sus méritos y deméritos ser juzgados y premiados o castigados por Dios.

“De aquí viene que en la sociedad humana, sea conforme a la ordenación de Dios que haya gobernantes y gobernados, patronos y proletarios, ricos y pobres, sabios e ignorantes, nobles y plebeyos, los cuales unidos todos por un vínculo de amor, se ayuden mutuamente a conseguir su último fin en el cielo y en la tierra, su bienestar material y moral”
 (“Fin dalla prima nostra Encíclica”, II y III, pag. 464, Doctrina Pontificia, Documentos Sociales, Edic. BAC).

Mientras Jesús comía en casa de Lázaro, “María tomó una libra de perfume de nardo auténtico, de gran precio, y derramolo sobre los pies de Jesús y los enjugó con sus cabellos y se llenó la casa de la fragancia del perfume. Por lo cual, Judas Iscariote, uno de sus discípulos, aquel que le había de entregar, dijo: *¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para limosnas para los pobres? Esto dijo, no porque él pasase algún cuidado por los pobres; sino porque era ladrón y teniendo la bolsa, hurtaba el dinero que había en ella. Pero Jesús respondió: *Déjala. Lo ha guardado para mi sepultura. Pues a los pobres, los tenéis siempre entre vosotros; pero a mi no me tenéis siempre” (S. Juan 12. 3-8).

Es decir, siempre habrá pobres y siempre habrá oportunidad de ayudarlos. Sólo el comunismo pretende que aplicando su perversa doctrina los pobres desaparecerán, lo cual es falso como puede verse en Cuba donde la miseria es inmensa. Siempre habrá ricos también, sólo que en el comunismo y sus afines (...) son los comunistas, supuestos defensores de los pobres a los cuales roban como robaba Judas Iscariote fingiendo amor por ellos, los que se enriquecen.



Desde hace un tiempo se pretende imponer la idea de que la Iglesia Católica es una Iglesia pobre sólo y para los pobres. Los “ricos”, por lo tanto no merecen estar en la Iglesia y al no mencionarlos jamás sino para vituperarlos, se crea un sentimiento de odio de los pobres contra los ricos. En ese lenguaje genérico, no se define ni lo que es ser pobre ni lo que es ser rico. En consecuencia, pobre puede ser cualquier si se lo compara con un millonario y rico puede ser cualquiera si se lo compara con alguien que duerme en la calle, sin querer averiguar si esa situación es fruto de la pereza del “sin techo” y si lo poco que tiene el supuesto rico es el fruto de su trabajo y de su ahorro, sin que por eso pueda decirse que es dueño de una fortuna, cosa, que por otra parte, si la que tuviera fue legítima adquirido, es algo irreprochable.

El comunismo es el paradigma de esa generalización indefinida y demagógica en cuya ideología todo aquel que tiene algo y además es educado y culto, es un “burgués” reo de muerte y todo aquel que tiene poco o casi nada, por más que eso sea el resultado de su pereza o la pena de sus delitos, es un “proletario” a los que incita a unirse (“¡Proletarios del mundo, uníos!” para acabar con los “burgueses”.

Sin embargo, también hay católicos que son iguales a los comunistas o peores en la unilateral y rabiosa exaltación de los pobres y el odio feroz contra los ricos.

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Leon Bloy, intelectual francés de fines del siglo XIX y principios del XX, tenido por un católico piadoso, aunque exaltado, pero no por eso menos admirado por los sectores de “falsa derecha”, escribió un libro que se llama “La sangre del pobre”. En su primer homilía después de elevado al trono de San Pedro, Francisco lo citó. Se ve que conoce su obra y no le pareció indebido citarlo en su primer homilía, sin hacer reserva alguna

Sin embargo, Leon Bloy es un caso repugnante de la demagogia resentida para con los pobres y del odio mortal contra los ricos. Cito algunas frases de ese libro para mostrar que la exaltación del pobre no siempre es recomendable.

“La sangre del rico es un pus fétido extravasado por las úlceras de Caín. El rico es un mal pobre, un harapiento hediondo del que las estrellas tienen miedo” (pag. 95, edic, Hyspamerica)

“¡Ah, es tiempo ya! El derecho a la riqueza, negación efectiva del Evangelio, irrisión antropofágica del Redentor, está inscripto en todos los códigos. Imposible arrancar esta tenia sin desgarrar las entrañas y la operación urge ya.” (pag. 97). O sea, aunque la supresión de la riqueza implique “desgarrar las entrañas” de los ricos, es urgente hacer eso “¡ya!”.

Y para que no se crea que Bloy habla de los archmillonarios ladrones (como lo son “casi” todos los archimillonarios), dice más adelante:”Todo hombre que posee más de lo que es indispensable para su vida material y espiritual, es un millonario, consecuentemente un deudor de aquellos que no poseen nada”. (pag. 112) Es raro que haya alguien que “no posee nada”. Hasta los linyeras tiene sus bolsos llenos de cosas.

“El apóstol Judas, que devolvió el dinero (N:que cobró por la entrega de Nuestro Señor a los judíos), será pues el juez de quienes revienten sin devolverlo. La locución *reventar* e, incluso, *reventar por el vientre*, debe tener su origen en la muerte del Traidor y conviene admirablemente a la muerte de los ricos.  Se quiere a toda costa, que el Evangelio hable de un *mal* rico, como si pudiera haberlos buenos.” (pag. 115)

“Pero hay una ley promulgada por los diablos que quiere que algunos niños nazcan ricos y otros niños nazcan pobres”. (pag. 150). Como Dios es el autor de la vida y con Su divina Providencia dispone la desigualdad de los nacimientos de los hombres, Bloy está blasfemando al decir que esa disposición divina es diabólica.

“Y todo lo que puede hacer el rico -si el demonio le devuelve el alma- es renunciar a sus riquezas. Pues es indispensablemente preciso que el Evangelio se cumpla y que se constituya el Reino del Pobre”. (Pag. 181). Es decir que la doctrina de San Pio X que transcribí más arriba sería contraria al Evangelio y el Rey San Luis no habría sido santo sino un enemigo de Cristo, sólo porque era rey y como tal, era rico.

“El dinero es para Gloria de Dios, sépalo bien, y la Gloria de Dios está en el seno de los pobres. Cualquier otro uso que de él pueda hacerse es una prostitución y una idolatría. Pero ante todo, es un robo”. (pag. 154). Esa es frase del socialista Proudhon. Por el contrario, la propiedad bien adquirida es de derecho natural, según enseña la Iglesia. Así lo define, entre otros, San Pio X en la Enclíca citada, punto V.

“Pues la Pobreza es la Esposa del Hijo de Dios, y cuando se celebren sus bodas de oro, los Descalzos y los Muertos de Hambre acudirán desde los extremos de la tierra para ser testigos”. (pag. 182). La Esposa de Nuestro Señor Jesucristo es la Santa Iglesia Católica, Apostólica, Romana que está compuesta de pobres y de ricos. Esa exaltación de la “Pobreza” a la dignidad de “esposa del Hijo de Dios” es la afirmación de un adulterio mentiroso.

Conclusión: decir que la Iglesia es una Iglesia de los pobres, hablar sólo de los pobres, hacer de esto un “leit motiv” incesantemente martillado en la cabeza de los católicos desde las más altas cátedras, no es católico y lleva en su seno ese odio infernal contra los ricos y esa adulación demagógica a los pobres que inspiraban a Leon Bloy, sin acordarse que los éstos también tienen un alma que salvar antes que un estómago que satisfacer (una cosa no excluye la otra), y una negación del derecho de propiedad junto con una incitación a la lucha de clases, esencia del comunismo (ver “Manifiesto comunista” de Marx y Engels).

Lo curioso es que en los ambientes de la “falsa derecha” siempre se admiró a Leon Bloy.  No puedo entender por qué. Es Babel rediviva y merece la misma maldición de Dios que la primera.