según Pixar-Disney
Roberto Marchesini
Brújula cotidiana,
30-07-2021
Un dibujo animado
de 2015, Inside Out, que tuvo un gran éxito en todo el mundo, es un ejemplo del
modelo educativo actual: una vida totalmente impulsada por las pasiones. No hay
razón, que distinga el bien del mal, lo útil de lo dañino, que decida el rumbo
a dar a la vida.
En 2015, Pixar,
junto con Disney, produjo un dibujo animado psicológico de gran éxito. Ganó el
Oscar y el Globo de Oro a la mejor película de animación: Inside out. Es una
película psicológica porque algunos profesionales de la salud mental
colaboraron en la redacción del guion.
La película muestra
un período de cambio en la vida de una niña de once años, Riley: criada en
Minnesota, se muda con su familia a San Francisco, California. Cinco emociones
actúan en el interior de la niña: Alegría, Tristeza, Repugnancia, Ira y Miedo.
Cada vez que sucede algo relevante, se produce un recuerdo caracterizado por
cada una de las cinco emociones; los recuerdos más importantes, los recuerdos
básicos, construyen la personalidad de la niña. Alegría monopoliza la vida de
la niña, intentando por todos los medios excluir a Tristeza. Sin embargo, al
final de la película, Alegría tiene que aceptar que Tristeza también puede
desempeñar un papel fundamental en la vida de Riley. De esta forma, la vida de
la niña se vuelve más equilibrada y todo marcha sobre ruedas.
A primera vista
parece un gran producto para niños, con una moraleja importante: en la vida
todas las emociones, incluida la tristeza, juegan un papel. Pero... hay un
pero. Sí: ¿dónde está la razón? ¿No existe? ¿La vida de la niña está impulsada
únicamente por las emociones? Demos un paso hacia atrás.
La antropología
clásica está bien representada en la alegoría del carro alado de Platón. El
hombre es como un carro, tirado por dos caballos (uno blanco y otro negro)
cuyas bridas están firmemente sostenidas por un auriga. Los caballos son las
pasiones (irascible y concupiscible) y el auriga es la razón. El significado es
claro: sin caballos (es decir, las pasiones) el carro no iría a ninguna parte;
pero la dirección la decide el auriga, esa es la razón. Es la razón, en efecto,
la que tiene la tarea de discernir entre el bien y el mal, entre lo útil y lo
perjudicial; por tanto, para decidir el rumbo a dar en la vida del hombre,
guiándolo hacia el bien y alejándolo del mal.
En el mundo moderno
esta antropología está invertida. La razón es desplazada, destronada,
atrofiada. Se dice que es incapaz de discernir entre el bien y el mal porque no
puede captar las verdades metafísicas. Solo puede captar las realidades
materiales, aquellas que caen bajo nuestros sentidos, las mensurables. Así, la
filosofía y, en particular la metafísica, son reemplazadas por la ciencia, el
instrumento de conocimiento que simplemente mide. No dice cómo deberían ser las
cosas, sino cómo son. Ya no hay ningún “debe ser”.
¿Y quién conduce
al hombre en lugar del auriga-razón? Los caballos, es decir, las pasiones. Ve a
donde te lleve el corazón (no la razón), satisface tu sed (es decir, tus
apetitos)... Sin embargo, hay un detalle relevante que dejar claro: quien no
sigue la razón, pero sigue las pasiones, no es libre. Es esclavo: ante todo de
las pasiones, pero también de todo aquel que le ponga una correa al cuello. El
hombre libre es el que elige entre el bien y el mal; y obviamente elige el
bien. La libertad es, de hecho, la posibilidad de elegir el bien.
Toda la modernidad
-desde el empirismo hasta la Ilustración, desde el romanticismo hasta el
género- insiste en convencer al hombre de que su parte más auténtica y pura, la
única que puede guiarlo en la vida, es aquella pasional; y esa razón, con su
obsesión por la moral, por la distinción entre el bien y el mal, es un tirano
cruel al que hay que derrocar. También lo es la cultura pop, en la que estamos
inmersos.
Así que volvamos a
Inside out. La película muestra una antropología muy clara, que ahora podemos
reconocer: Riley es guiada por las pasiones, solo por las pasiones. La razón no
existe. Este es el mensaje que Pixar / Disney comunica a los niños, a millones
de niños, a través de un cuento, de una historia.
El objetivo de
cada revolución son siempre los niños.