Y la nueva tarea de la doctrina social de la iglesia
Observatorio Van Thuan, 29 agosto 2018
Stefano Fontana
Nuestro Observatorio dedicará su Décimo Informe anual
sobre la Doctrina social de la Iglesia en el mundo, cuya salida se prevé para
el mes de octubre de 2018, al tema: “Islam: un problema político”.
La Doctrina social de la Iglesia está llamada, en esta
fase, a desarrollar una nueva tarea. No parece que la cuestión haya sido
abordada y por esto vale la pena hacerlo. La presencia del islam en Europa, ya
sea bajo la forma del fundamentalismo terrorista, de la conquista por la vía
demográfica y cultural apoyada por los fenómenos migratorios, o por las
inversiones realizadas por algunos países árabes, sobre todo Arabia Saudita,
está destinada a crear en breve una situación explosiva que muchos
observadores, a decir verdad, anuncian desde hace tiempo sin ser escuchados.
Ahora, ante esta situación, la Doctrina social de la
Iglesia debe asumir la nueva tarea de valorar el islam desde el punto de vista
político y decir si es compatible con una sociedad con las características que
propone. Hasta el momento la Iglesia no ha hecho este trabajo, ni siquiera lo
ha iniciado. Está en marcha un diálogo interreligioso con el islam, sobre el
cual no deseo pronunciarme en esta ocasión. Simplemente quiero observar que es
distinto a una valoración del islam desde el punto de vista político. El
diálogo religioso es de tipo pastoral o, aunque de manera ambigua, de tipo
teológico, pero no atañe al islam político en relación a la visión católica de
la vida social y política. El islam es estudiado, además, por algunas
disciplinas concretas, como la teología de las religiones, pero también en este
caso el ámbito es muy distinto.
Todo podemos observar que el islam tiene una visión
propia del Estado, de los derechos humanos, de la mujer, de la familia, de la
relación entre lo sagrado y lo profano, de la moral y del derecho, de la
economía y de la política, del papel público de la religión y la democracia.
Todos observamos que cuando en Italia entran inmigrantes de religión musulmana
no sólo entra una religión, sino también una civilización, un bloque único de
concepciones dentro del cual está incluido el islam político. Todos somos
capaces de ver que ya en muchos países de Europa se han formado -y más se
formarán en el futuro- partidos políticos islámicos que representan y dan
concreción a las concepciones políticas del islam. Todos podemos ver que se
trata de conceptos muy distintos respecto a otros presentes en Occidente.
Algunos dicen que son tan distintos que impiden la integración. El tiempo
apremia, pero los católicos aún no se han puesto en marcha utilizando la
Doctrina social de la Iglesia.
Cuando decidan hacerlo (admitido que lo hagan si
consiguen superar su actual ideología tontamente integracionista), en mi
opinión deberán tener presentes dos aspectos fundamentales.
El primero es no perderse en cuestiones periféricas
sino ir al núcleo, es decir, al rostro de Dios en el islam; todo el resto es un
derivación muy coherente de esto. Por esto se debería volver a la lección de
Benedicto XVI en Ratisbona. El Dios del islam es totalmente transcendente,
supera cualquier categoría humana, que no se le puede aplicar tampoco de manera
analógica. Él no es una esencia, sino una voluntad y no está obligado a
respetar ninguna ley racional. Él no habla al hombre si por “hablar” al hombre
se entiende expresar una verdad y entrar en una relación de diálogo. Él emite
sus dictámenes y no pide al hombre que consulte consigo mismo al valorarlos.
Él, por otra parte, los ha comunicado no mirando a su Logos, sino de manera
inescrutablemente oscura. En el islam no se puede hablar de una moral natural
ni de un derecho natural. El bien es lo que Dios prescribe por medio del
Corazón y su Profeta; el mal es todo lo que está prohibido. La moral tiene una
esencia religiosa y legalista. La ley civil se funda en la sharia, la ley
islámica, y en el fiqh, el derecho islámico. Para valorar el islam político a
la luz de la Doctrina social de la Iglesia, se deberá empezar desde aquí, desde
el rostro de Dios.
El segundo aspecto que hay que tener presente consiste
en no confundir el modelo de sociedad occidental con el que propone la Doctrina
social de la Iglesia. Si no hiciera esta distinción, el católico comprometido
en este frente correría el riesgo de alinear la Doctrina social de la Iglesia
al servicio del liberalismo occidental. Dado que el islam a menudo asocia
Occidente y cristianismo, sería allanarle el camino. Tomemos como ejemplo los derechos
humanos. El islam tiene una visión muy distinta de la que prevalece hoy en
Occidente. Pero también la Doctrina social de la Iglesia tiene una muy
distinta. Por lo tanto, no se debe criticar la sartén de la visión islámica de
los derechos humanos para caer en las brasas de la visión nihilista occidental
de los derechos humanos. Podemos poner el ejemplo de la laicidad. El islam
ignora este concepto, pero tampoco la Doctrina social de la Iglesia apoya
-aunque muchos hoy lo creen- la visión fundamentalmente atea de la laicidad
como neutralidad de los absolutos morales y religiosos. Sería un error
contradecir al islam reivindicando un concepto de laicidad que no es el
canónico, sino el de la Ilustración.
La confrontación de los católicos con el islam necesita,
por tanto, de la utilización de la Doctrina social de la Iglesia, comprendida
como un corpus orgánico de verdad sobre la convivencia humana que hay que
aplicar con rigor cognoscitivo y de valoración, sin condiciones en vista de una
integración vacía de contenidos.