Por Juan Federico
La Voz del Interior, 9-12-17
Hoy, las autoridades ignoran qué toman aquellos que
chocan o pelean durante la madrugada y terminan en un hospital o en la morgue.
Los organizadores eran conscientes de que ponían vidas
en peligro y la ciudad no debería haber autorizado jamás la realización de esa
fiesta masiva de música electrónica.
De esa manera, el fiscal alemán Uwe Mühlhoff resumió
ayer el núcleo central de la acusación por la muerte de 21 jóvenes en el evento
denominado Love Parade, una tragedia que ocurrió en 2010 en la ciudad de
Duisburgo y que, a más de siete años, recién llega a ser juzgada.
Hoy, en Córdoba, se cumple una semana de la fiesta de
música electrónica que se desarrolló en Forja y finalizó con un muerto, Pablo
Daniel Rielo (35), intoxicado por consumir éxtasis. Un evento que terminó de
manera trágica y que otra vez vuelve a poner en foco el negocio de la noche y
sus responsabilidades.
Las diferencias con aquella tragedia alemana son
abismales por un cúmulo de factores. Pero en ambos casos queda flotando la
amarga acusación que ayer realizó el fiscal alemán.
Cuando los organizadores del evento en Forja fueron a
solicitar autorización estatal, se acordó un operativo en el que siempre lo no
dicho fue lo más importante: todos dieron por descontado que en la fiesta de
música electrónica iba a existir un alto consumo de sustancias tóxicas, muchas
de ellas ilegales.
De lo contrario, cómo justificar un puesto sanitario
con suero, 50 puntos de hidratación gratuitos, ambulancias y todo un diagrama
que, por ejemplo, jamás se piensa para fiestas que incluso son mucho más
concurridas.
Aquí está una de las claves: los que se encargan de
planificar y autorizar la noche en Córdoba no son ingenuos. No es que piensan
que en los boliches y bailes no se consumen drogas, sino que saben (o suponen)
qué tipo de sustancia corren en cada evento en particular.
¿Y qué se hace, entonces? Se diagrama una especie de
sistema sanitario que sólo sirve para el predio en el que se realice el evento.
Lo que suceda en la calle, aunque sea a un metro, parece que ya no es
responsabilidad de nadie.
O sea, al momento de planificar se establece (aunque
no se diga) que habrá un abundante consumo de alcohol y drogas. Pero el Estado
sólo se preocupa por el evento en particular. Luego, cuando la masa de personas
intoxicadas vuelve a las calles, en autos, a pie o como sea, ya pasa a ser otro
cuento.
Así, hoy la Municipalidad de Córdoba y la Provincia ignoran,
por ejemplo, qué toman aquellos que chocan o pelean de madrugada y terminan en
la guardia de un hospital o en una morgue. Mucho menos, dónde ingirieron las
sustancias y durante cuánto tiempo.
Es extraño pensarlo, pero si un joven se alcoholiza en
un boliche, sale caminando a los tumbos y es atropellado cuando intenta cruzar
una calle (o si esta persona ebria toma un auto y embiste a alguien, da lo
mismo el ejemplo), no tendrá ninguna responsabilidad el empresario que le
vendió la bebida o en cuyo local alguien lucró comercializando drogas ilegales.
Sólo la Justicia se preocupará por él si es que el
alcoholizado (o drogado) se descompensa en su predio. De allí para afuera, una
gran “zona gris” donde nadie más es culpable, sólo parece ser responsabilidad
de aquel que decidió beber o drogarse. Toda una política pública.
Hoy, la investigación por la muerte en la fiesta
electrónica de Forja tiene a un grupo de policías y médicos en la mira. Se
trata de los agentes que en la calle patrullaban y llegaron a socorrer a Rielo
por el llamado de vecinos al 101. Y se evalúa si la ambulancia del 107 demoró
demasiado en asistirlo, además del rol de los médicos privados que estaban
dentro del evento y no salieron en auxilio de Rielo.
Tanto desde la Policía como desde la Municipalidad, se
explica que ni la fuerza azul ni el 107 están preparados, ante la cantidad de
casos, para levantar, cada noche, a los borrachos e intoxicados que se
derrumban en las veredas de Córdoba.
Dos instituciones que terminan por convertirse en un
llamado desesperado por lo que antes nadie logró evitar, pese a que todo estaba
planificado.