Por Leticia Costa Delgado.
"Comer sin miedo" es el título de su libro
publicado por el bioquímico español José Miguel Mulet, cuya edición en la
región motivó a El País a mantener una charla con quien no tiene pruritos en
sostener que los transgénicos sí son buenos, los pesticidas no son dañinos, la
agricultura ecológica no es más sana que la industrial y que el ganado que
crece con hormonas no es más saludable que el que vive a campo abierto.
La forma de fundamentar estas afirmaciones, la
formación que lo respalda y la sorpresa que genera al defender su posición con
ahínco, están detrás de los cinco millones de resultados de búsqueda que su
nombre arroja en Google.
Profesor titular de biotecnología, experto en
bioquímica y biología molecular en la Universidad Politécnica de Valencia,
publicó en 2011 el libro "Productos naturales, vaya timo" y su
popularidad motivaron a la editorial Destino (Grupo Planeta) a proponerle, en
2013, "Comer sin miedo", que vendió más de 10.000 copias y fue
editado luego en Colombia y México, generando tanto detractores como
partidarios.
Consultado por El País sobre qué miedos considera son
infundados, Mulet se refirió a los alimentos que usan químicos en su producción
y dijo que es falso que sean menos sanos. "La gente compra comida orgánica
porque cree que es mejor para la salud y para el medio ambiente, pero ninguna
de estas dos afirmaciones es cierta", enfatizó. "Todos los estudios
demuestran que nutricionalmente es igual".
Comida orgánica, precisó, es aquella que se produce en
base a un reglamento (en Uruguay está reglamentada por el Ministerio de
Ganadería, Agricultura y Pesca) que exige que todo lo que se le ponga al
cultivo sea natural. La gente se piensa que porque le compra directamente al
productor ya es ecológico pero no es así".
Desde su óptica, no tiene sentido evitar comer la
cáscara de una fruta porque podría acumular químicos . "No es verdad que
nos estemos intoxicando. Ningún agricultor quiere tratar la fruta porque sí;
para él es caro y trabajoso. Si lo hace es porque no tiene más remedio, por las
plagas", señaló.
"Entonces, utiliza los que le marca la ley, que
es muy estricta y solo autoriza los que no ocasionan problema para la salud.
Además, deja ponerlos en franjas de tiempo, como mucho un mes antes de
cosechar", aseguró Mulet, quien dirige el máster de Biotecnología
Molecular y Celular de Plantas en la Universidad de Valencia (UPV) y es
investigador del Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas de la UPV
y el consejo de investigaciones español.
En relación a la calidad de los productos cosechados
al aire libre y no en cámara, respondió que lucen mejores pero eso no los hace
más sanos.
"Si el señor que va a la feria recogió el tomate
el día antes posiblemente esté más bueno, porque en la mayoría de los
supermercados maduran en cámara para poder distribuirlos, pero nutricionalmente
son iguales", asegura y va más allá: "en esas ferias hay menos control
sanitario y es más fácil que haya algún accidente. Si en una feria detienen a
alguien con algún producto contaminado al día siguiente puede estar en otra y
nadie se entera".
Transgénicos.
La Intendencia de Montevideo incorporó el año pasado a
su digesto una norma que obliga a identificar los alimentos que genéticamente
modificados. La medida se adoptó por "razones de salud, económicas,
ambientales, religiosas y éticas".
Sin embargo, Mulet los defiende y asegura que son los
alimentos más controlados que existen. "Antes de salir al campo, un
transgénico tiene que superar más controles que cualquier otro alimento en la
historia de la humanidad. Los ambientalistas dicen ha pasado poco tiempo y aún
no sabemos su efecto. No es cierto, sí que lo sabemos", enfatiza.
Uno de los trabajos sobre los que se basa fue
realizado en Estados Unidos y comparó la salud del ganado desde 1980, cuando no
había granos genéticamente modificados, hasta la actualidad en donde
prácticamente todo el forraje que reciben proviene de soja y maíz transgénico.
El resultado, asegura el científico español, fue que
no hubo ningún impacto en salud ni en medio ambiente. "El ganado estaba
exactamente igual cuando comía tradicional que cuando come transgénico. No
tenemos ningún estudio tan completo en ningún otro alimento", subrayó y
agregó que si los transgénicos usan menos fertilizantes y pesticidas ayudan a
evitar la contaminación.
Consultado acerca de las agrupaciones ecologistas que
aseguran que en Argentina la producción de amplias zonas de soja transgénica
aumentó los casos de cáncer de tiroides, Mulet respondió que no ha visto ningún
estudio científico que lo demuestre.
Por el contrario, defendió el glifosato, el principal
herbicida que se utiliza en las plantaciones. Según Mulet, es menos tóxico que
un analgésico.
"Existe un índice de toxicidad, el IC50, que es
la cantidad que tenés que darle a 50 ratones para que 25 se mueran y 25 queden
tocados. Bueno, el IC50 del glifosato es menor que el de la cafeína o un analgésico.
O sea le harías más mal dándole un analgésico que glifosato, tiene una
toxicidad muy baja, por eso se usa", subrayó.
La semana pasada la Organización Mundial de la Salud
lo calificó entre otros cuatro pesticidas como "posibles" o
"probables" cancerígeno, aunque las "pruebas son
limitadas".
Para Mulet, si fuera tóxico haría tiempo que no se
utilizaría porque los agricultores no quieren contaminarse.
Por último, el científico español enfatizó que
agricultura nunca es sinónimo de ecología. "Si querés que en un campo haya
biodiversidad lo que tenés que hacer es no sembrar. Porque desde el momento en
que sacás la azada y arrancas toda la maleza, arrancás toda la diversidad del
terreno.
"Todo ha sido domesticado"
Para José Miguel Mulet, los consumidores olvidan que
todo lo que el hombre domesticó lo modificó, desde las verduras hasta los
animales. "Todas las razas de perros vienen de los lobos y la mayoría son
del siglo XIX o XX, son recientes. En la Edad Media no había pastores alemanes,
porque no existían", remarcó. Para él, el mismo razonamiento vale para el
maíz, la soja, o el tomate. "Que sean genéticamente modificadas
simplemente es ir un paso más allá de lo que estábamos haciendo hasta
ahora", consideró. Por otra parte, dijo que cuestionar los conservantes es
criticar algo que también se hace desde tiempos inmemoriales, solo que antes se
hacía con procesos artesanales y ahora se conocen las técnicas. "Decir
ahora que no queremos conservantes la verdad es que llega un poco tarde",
ironizó. En la misma línea, hay colorantes desde el azafrán, en el siglo XVI.
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Fuente: Diario El País de Montevideo
Publicado en A decir verdad, 5-4-15