MANUEL BRU
Aleteia, 17.04.2015
En una reciente conferencia en Madrid, el político
italiano Pierluigi Castagnetti, que fue vicepresidente de la Cámara de
Diputados de Italia, eurodiputado, y secretario del Partido Popular italiano,
dijo que para los políticos, los empresarios, y los economistas católicos, el
magisterio económico y social del Papa Francisco es, literalmente, una bomba de
relojería.
Ha echado al traste, comentaba, todas las
disquisiciones y planteamientos, por ejemplo, de la democracia cristiana
italiana, alemana, y europea, que desde hace décadas habían asumido casi
acríticamente los postulados del liberalismo económico.
Para Castegnetti la expresión del Papa de que el
sistema económico actual “mata” supone un paso decisivo en el ámbito del juicio
concreto de la Doctrina Social de la Iglesia, sin contradecir nada, en
absoluto, sino al contrario, siendo consecuente hasta el final con sus más
tradicionales postulados.
Decía, y es verdad, que la exhortación apostólica
Evangelii Gaudium (Nº 53-60) se ha convertido en el documento más importante de
la reflexión económica de la DSI. Y es que, si vamos a sus páginas, nos
encontramos con cinco denuncias que son cinco pasos de la reflexión deductiva
del Papa Francisco sobre el hegemónico sistema de la economía de mercado:
1. No a la globalización de la indiferencia: “No puede
ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en la calle y que sí lo sea
una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más
que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad (…) Casi
sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de
los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos,
como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe”.
2. No a la cultura del descarte: “Grandes masas de la
población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin
salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se
puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del descarte que,
además, se promueve”.
3. No a la cultura del derrame: “Algunos todavía
defienden las teorías del derrame, que suponen que todo crecimiento económico,
favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor
equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido
confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad
de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del
sistema económico imperante”.
4. No a la idolatría del dinero: “La crisis financiera
que atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una profunda crisis
antropológica: ¡la negación de la primacía del ser humano! Hemos creado nuevos
ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32,1-35) ha encontrado
una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de
la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano”.
5. No por tanto a “esta” economía de mercado: “hoy
tenemos que decir no a una economía de la exclusión y la inequidad. Esa
economía mata (…) Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la
ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil (…) Mientras las ganancias de unos pocos crecen
exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar
de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden
la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera”.