Aunque la producción
es ilegal, hay unos 20 sólo en Buenos Aires
Por Franco
Varise
Ignacio Goyret se
dedica al cultivo de marihuana. También tiene un negocio a la calle (grow shop
o "tiendas de cultivo") en el pasaje Santa Rosa, Palermo, donde vende
lo necesario para la producción de esta planta. Armarios de cultivos para
interiores, lámparas especiales, medidores de conductividad, sustratos especiales
y tierra. Sólo en Buenos Aires existen unos veinte grow shops, como Basta de
Lobby.
En todo el país suman
unos 50, sin contar los comercios online. Son locales comerciales legales donde
se venden implementos para el autocultivo , salvo las semillas -no están
permitidas- o los otros derivados de la planta, más ilegales todavía. Todo el
resto está disponible como si se tratara de un vivero común y corriente
dedicado exclusivamente a una sola planta. La mayoría de estos comercios abrió
sus puertas en los últimos cinco años.
Un detalle: la imagen
de la famosa hoja de marihuana no aparece por ninguna parte. Ahora la
iconografía pasa por lo orgánico y lo medicinal. "Tengo cinco empleados,
pago todos los impuestos y lo que vendo es legal, sin ofender a nadie. Nuestros
clientes son ABC1 y la verdad es que el autocultivo crece año tras año",
explica Goyret en la oficina de su local.
"Yo vendo lo que
sería un Mercedes Benz o un Lamborghini y considero que hay un público que se
merece un lugar distinto al del estereotipo del fumón ; hoy se parece más al
usuario de Apple...", agrega.
Esto es parte de una
tendencia donde la percepción social respecto de esta sustancia psicoactiva
ilegal ha mutado en los últimos años. Con polémicas y sospechas de grandes intereses
por detrás, el marketing de la "marca marihuana" ha revertido a
simple vista muchas advertencias y dilemas morales, barreras legales y serias
recomendaciones médicas. Al punto de que actualmente se discute su liberación
en Uruguay, donde un proyecto de ley ya cuenta con la sanción de la Cámara de Diputados. Apenas
cruzando el río, el Estado se haría cargo de la comercialización del producto:
algo impensado un par de años atrás. En Estados Unidos, principal país
productor y consumidor de esta sustancia, dos estados ya la han legalizado y en
otros 16 se comercializa de manera medicinal.
Atención: en la Argentina la tenencia y
el cultivo de marihuana es ilegal y está penado con entre 4 y 15 años de
prisión. Pero en los hechos, tras un fallo de la Corte Suprema , el 60
por ciento de los 12.000 procesos iniciados anualmente por tenencia de
marihuana son desestimados al final del proceso judicial.
"Somos una
industria y, si Moreno [el secretario de Comercio Interior] me dejara laburar
más, sin las trabas a la importaciones de los materiales que necesito para
fabricar los indoors [invernaderos], ya tendría cinco locales más
abiertos", reclama Goyret, que se considera un pionero de un negocio que,
a juzgar por la cantidad de clientes que ingresan en el lugar, resulta bastante
promisorio. Un indoor grande con todos los implementos para cultivar las
plantas cuesta 18.500 pesos: ya no le queda stock. "El tipo que pasa por
la calle y ve el local se engancha con el diseño y las curiosidades; a mí este
negocio me parece increíble porque ayuda a despejar los estigmas", explicó
Esteban Vicubiviell, un joven de 28 años que justo ingresaba en Basta de Lobby
para comprar algunas cosas.
Gustavo, arquitecto y
de muy buena posición económica, decidió contarle a su hijo de 13 años que él y
su mujer fuman marihuana. Al contrario de lo que ocurría antes, cuando
eventualmente los hijos admitían el uso a sus padres, la confesión de Gustavo,
de 43 años, puede sonar irresponsable para algunos o una cuestión lógica para
otros. Su reflexión, según comentó a LA NACION mientras observaba la vidriera de Cannabis
Club -otro grow shop en la galería Bond Street-, surgió de la necesidad de que
ya no quería esconderse y de que su hijo supiera de qué se trata esta droga que
no es de venta legal como ocurre con el tabaco o el alcohol.
"Hace tiempo que
entre amigos hablamos de si está bien contarles a nuestros hijos más grandes
que fumamos; para nosotros es algo social y nos pareció importante que él
supiera con información certera sus efectos y también los riesgos", cuenta
Gustavo. En esta familia porteña nadie fuma tabaco y son cuidadosos con el
alcohol.
Si uno presta
atención en la calle, en las reuniones sociales y en ciertos grupos de personas
adultas, notará una ambigua naturalización de la marihuana. Incluso con una
tolerancia mayor que al cigarrillo. Mientras que el tabaquismo es un hábito en
retroceso, con mayores normativas y campañas para desalentar el consumo, la
marihuana parecería ubicarse en la fase contraria. "Está de moda el cultivo,
porque los chetos la comparten después de una comida como si fuera un buen vino
y les gusta hablar de sus plantas. Si se legaliza, me rompen el negocio porque
esa gente directamente compraría y dejaría de demandar insumos para
cultivarla", afirma Goyret.
En todos los grow
shops también están a la venta las dos revistas (THC y Haze) dedicadas al tema.
"Hay una tendencia a la normalización, especialmente en ciertos sectores
sociales más informados, donde se evalúan los riesgos, porque la marihuana no es
inocua, y se despejan patrones, como el de ser un delincuente", expresó
Sebastián Basualdo, editor de THC.
En la conversación,
Goyret, dueño del grow shop , expone su punto de vista respecto de los
beneficios para el Estado por el cobro de más impuestos sobre la actividad. A
medida que avanza en su relato, la pregunta se plantea sola: ¿y las semillas
prohibidas para el cultivo de dónde salen? "Bueno, en la Argentina está prohibido
el comercio de todos los derivados de la marihuana, incluida la semilla. Pero
en Europa, la semilla no fue incorporada a la prohibición de los derivados,
entonces se hacen grandes producciones...", responde Goyret, aunque aclara
que ese tema no tiene nada que ver con su negocio.