P. Juan C. Sanahuja
Como en 2011, Benedicto XVI vuelve a referirse a la persecución visible y a la persecución inadvertida
En su discurso de ese año a los embajadores acreditados ante la Santa Sede, Benedicto XVI volvió a insistir en los principios básicos del orden natural: la familia -como institución que tiene en su raíz el matrimonio entre un hombre y una mujer-, el derecho a la vida, la libertad de los padres para educar a sus hijos y la libertad religiosa.
La legalización del aborto se opone al futuro de la humanidad
“Además de un objetivo claro, que es el que los jóvenes conozcan plenamente la realidad y por tanto la verdad, la educación necesita de lugares. El primero es la familia, fundada sobre el matrimonio entre un hombre y una mujer. No se trata de una simple convención social, sino más bien de la célula fundamental de toda la sociedad. Consecuentemente, las políticas que suponen un ataque a la familia amenazan la dignidad humana y el porvenir mismo de la humanidad. (…) En la familia la persona se abre al mundo y a la vida y, como tuve ocasión de recordar en mi viaje a Croacia, ‘la apertura a la vida es signo de apertura al futuro’. (…) De forma más genérica, y mirando sobre todo al mundo occidental, estoy convencido de que las medidas legislativas que tantas veces no solo permiten sino que favorecen el aborto, ya sea por motivos de conveniencia o por razones médicas discutibles, se oponen a la educación de los jóvenes y por tanto al futuro de la humanidad”.
Tras reclamar políticas que hagan accesible a todos una educación escolar que promueva el desarrollo cognitivo de la persona y se haga cargo del crecimiento armonioso de la personalidad, “incluyendo su apertura al Transcendente”, el Santo Padre insistió -como el pasado año- en que las legislaciones deben reconocer la libertad de las instituciones educativas católicas. “La Iglesia católica se ha mostrado siempre particularmente activa en el área de las instituciones escolares y académicas, cumpliendo una apreciable labor al lado de las instituciones estatales. Deseo por tanto que esta contribución sea reconocida y valorada también por las legislaciones nacionales. A este respecto, se comprende que una labor educativa eficaz requiera igualmente el respeto de la libertad religiosa. Ésta se caracteriza por una dimensión individual, así como por una dimensión colectiva y una dimensión institucional. Se trata del primer derecho del hombre, porque expresa la realidad más fundamental de la persona. Este derecho, con demasiada frecuencia y por distintos motivos, se sigue limitando y violando”.
La persecución visible y la persecución inadvertida
Extendiéndose sobre el derecho a la libertad religiosa, Benedicto XVI afirmó: “Al tratar este tema no puedo dejar de honrar la memoria del ministro paquistaní Shahbaz Bhatti, cuyo combate infatigable por los derechos de las minorías culminó con su trágica muerte. Desgraciadamente no se trata de un caso aislado. En muchos países, los cristianos son privados de sus derechos fundamentales y marginados de la vida pública; en otros, sufren ataques violentos contra sus iglesias y sus casas. A veces son obligados a abandonar los países que han contribuido a edificar, a causa de continuas tensiones y de políticas que frecuentemente los relegan a meros espectadores secundarios de la vida nacional. En otras partes del mundo, se constatan políticas orientadas a marginar el papel de la religión en la vida social, como si fuera causa de intolerancia, en lugar de contribuir de modo apreciable a la educación en el respeto de la dignidad humana, la justicia y la paz”.
Entre los signos alentadores en el ámbito de la libertad religiosa el Santo Padre mencionó la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos sobre la presencia del crucifijo en las aulas de las escuelas italianas.
Con respecto a África, el Papa mencionó especialmente “el aumento de la violencia en Nigeria, como nos lo han recordado los atentados cometidos contra algunas iglesias en el tiempo de Navidad”.
NOTICIAS GLOBALES, 10-1-12