El 30 aniversario de una encíclica olvidada
Stafano Fontana
Brújula
cotidiana, 09_08_2023
El 6 de agosto de
hace 30 años, Juan Pablo II publicó la encíclica Veritatis splendor “sobre
algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza moral de la Iglesia”.
L'Osservatore Romano no ha mencionado el aniversario. Vatican News y Avvenire
tampoco. Es cierto que se suelen recordar los 25 y 50 años de tales
acontecimientos, como es el caso de las bodas, como también es cierto que la
JMJ ha monopolizado la comunicación de la Iglesia estos días, pero tal olvido
general deja a uno estupefacto. Esta actitud expresa bien el desprecio que la
Iglesia oficial dedica a la encíclica sobre moral de un gran Pontífice.
La Veritatis
splendor no contiene toda la doctrina moral católica, su propósito era
denunciar y corregir ciertas tergiversaciones de la moral católica sobre
cuestiones fundamentales. Ahora esas tergiversaciones se han convertido en la
norma en la Iglesia, de modo que conmemorar la encíclica se conviertiría en
algo comprometedor. Mejor no hablar de ella, abandonarla en el torbellino del
olvido, como si nunca se hubiera escrito. ¿Cómo se podría recordar estos días
esa encíclica sin sonrojarse y sin darse cuenta de que choca por completo con la
Amoris laetitia y, en general, con el estatus de la teología moral en la era
del Papa Francisco? ¿Cómo hacer pasar por continuidad una diferencia tan
evidente y sustancial? De hecho, para encontrar conmemoraciones de este 30
aniversario hay que remitirse a centros de pensamiento más o menos críticos con
el abandono de esa perspectiva de la teología moral, como Catholic Thing o
Crisis Magazine.
La condena de
Veritatis splendor y la damnatio memoriae ordenada a su respecto no se han
producido expresamente, sino en el gris de la sombra. En el actual pontificado
no ha habido ningún documento que revise las enseñanzas de Juan Pablo II. En
otras palabras: nunca se ha explicado por qué la Veritatis splendor debe quedar
a la deriva. Nunca se ha explicado qué había de erróneo o inadecuado en ella.
Simplemente han decidido pasar página. El tiempo pasa, la gente olvida, y
quienes siguen teniéndola presente y señalando las contradicciones con las
nuevas enseñanzas, tarde o temprano se cansarán y todo quedará en nada.
Pero la Iglesia
que pasa página es como un ejército que deja a sus soldados en territorio
enemigo, abandonándolos. La Veritatis splendor, y lo mismo puede decirse de
Humanae vitae, no son sólo textos para abandonar en el olvido: sobre ellos
muchos cristianos han construido la batalla de su vida. Olvidar esos documentos
sin decir por qué, significa dejar solos a esos compañeros de viaje.
De esta vuelta de
página en silencio, de este fingir que el convidado de piedra no existe, de
este proceder como si todo comenzara después de la Veritatis splendor, dos
aspectos llaman particularmente la atención. Uno se refiere al método y el otro
al contenido.
La imposición
desde arriba del nuevo rumbo de la teología moral católica antitético a la
Veritatis splendor ha tenido lugar no sólo sin explicar por qué, sino también
mediante golpes y maniobras políticas, mediante subterfugios y zancadillas, es
decir, de manera poco decorosa. La historia del Instituto Juan Pablo II
atestigua el desprecio por las personas, las maquinaciones políticas, una nueva
situación jurídica inventada ad hoc y funcional a la transformación sustancial
de la finalidad del Instituto. Se podrían haber elegido caminos menos lesivos
para la memoria de Juan Pablo II y menos irrespetuosos con quienes se habían
comprometido válidamente con esa institución.
Los nombramientos
de controvertidos miembros de las Academias Pontificias, las provocadoras
declaraciones sobre cuestiones de ética teológica del Presidente de la
Pontificia Academia para la Vida, los creativos eslóganes pronunciados por
Francisco en diversas entrevistas, la promoción en la Iglesia de personalidades
alineadas con las nuevas perspectivas de la ética católica, la provocación y
gestión de procesos revolucionarios como los sínodos sobre la familia, las
notas a pie de página de la Amoris laetitia... Gracias a estas formas poco
ortodoxas e irrespetuosas se cavó la tumba de la encíclica Veritatis splendor.
En cuanto al
aspecto del contenido, hay que señalar que la damnatio memoriae ha sido completa,
no se ha salvado ningún aspecto de la misma, ninguna misericordia para los
vencidos. No se ha salvado la teología fundamental de referencia de la
encíclica, la visión antropológica que subyace en ella, los problemas del
conocimiento de la norma natural y revelada, la relación entre ambas, la
relación entre la norma y la conciencia, la existencia de acciones que son
siempre erróneas y que no deben hacerse en ningún momento, la valoración del
papel de las circunstancias, el aspecto objetivo y público del pecado, la
propia visión del pecado visto ahora como inadecuación en relación con un
ideal, la posibilidad de reconocer jurídicamente acciones contrarias a la ley
natural y la propia concepción de la ley moral natural.
Nada se salvó de
la Veritatis splendor. La encíclica no existe. ¿Por qué conmemorarla?