y el catolicismo social
Germán
Masserdotti
La Prensa,
20.10.2020
El 5 de mayo de
1891 el papa León XIII daba a conocer la carta encíclica Rerum novarum dedicada
a la situación de los obreros. Como afirma el `Compendio de la Doctrina social
de la Iglesia', la solicitud social "no ha tenido ciertamente inicio con
ese documento, porque la Iglesia no se ha desinteresado jamás de la sociedad;
sin embargo, la encíclica `Rerum novarum' da inicio a un nuevo camino:
injertándose en una tradición plurisecular, marca un nuevo inicio y un
desarrollo sustancial de la enseñanza en campo social". Como apunta el
mismo Compendio, el tema central de la encíclica es "la instauración de un
orden social justo, en vista del cual se deben identificar los criterios de
juicio que ayuden a valorar los ordenamientos socio-políticos existentes y a
proyectar líneas de acción para su oportuna transformación".
¿De qué manera
impactó la aparición de la Rerum novarum en la Argentina? Responder este
interrogante nos lleva a hacer una referencia obligada al movimiento social
católico de fines del siglo XIX. Como sostiene Néstor Tomás Auza en `Los
católicos argentinos: su experiencia social y política': "Uno de los
resultados del ensayo católico de acción política" en el siglo XIX fue el
de "suscitar en las filas católicas inquietudes por los problemas
nacionales". Esta inquietud, agrega Auza, "fue suficiente como para
suscitar un número de hombres que, al ser convocados por un organizador,
tuvieron valor de afrontar, a pesar de sus escaso número y de las dificultades
de todo orden, la organización social-obrera en nombre de los principios
católicos. Visto a la distancia, aquel movimiento es digno de admirar. Hubo allí
fervor, confianza en los principios defendidos, abnegación, energía, adecuación
a la realidad y constancia".
Como antecedentes
a la aparición de la Rerum novarum de León XIII, en el Congreso Nacional de
Católicos de 1884 ya habían aparecido "preocupaciones de carácter
social" y, en este sentido, se sancionaron algunas conclusiones.
"Dando un
ejemplo de perseverancia, y contando con la práctica adquirida en la acción
política -apunta Auza-, prolongaron su acción en el campo social algunas
figuras de prestigio como Emilio Lamarca, Santiago O'Farrel, Alejo de Nevares,
Apolinario Casabal, Rómulo Ayerza, Pedro Alcácer, Bernardino Bilbao. Todos
ellos, no obstante las diferencias de criterio o de apreciación en los medios
técnicos, colaboraron activamente, destacándose, por sobre todos, el doctor
Lamarca, debido al celo, la abnegación y la dedicación con que se entregó a
todos los ensayos de tipo social que se efectuaron hasta su muerte en
1922".
CIRCULOS OBREROS
El hecho más
destacado a fines del siglo XIX fue el de la fundación de los Círculos de
Obreros el 2 de febrero de 1892. El padre redentorista alemán Federico Grote,
fue su fundador. Como apunta Auza, se trataba de "una personalidad
completa, de inteligencia despierta, decidida vocación social y abnegación sin
límites".
Dado que ocuparnos
de los Círculos de Obreros exigiría más de una nota, apuntemos ahora,
solamente, lo siguiente: el catolicismo social, con sentido de justicia social,
fue pionero en la atención y la preocupación por la suerte de los obreros en la
República Argentina. Este dato conviene tenerlo muy presente para destacar que
las conquistas sociales que se plasmaron durante la década del 40 en el siglo
XX en la República Argentina no fueron hechos aislados ni novedosos. La actividad
del laicado católico argentino a fines del siglo XIX, bajo el influjo de la
auténtica Doctrina social de la Iglesia, es un hecho innegable y con el que se
debe contar para escribir la historia completa del progreso social en nuestra
querida Patria.
Como conclusión y
por su vigencia, nos parece oportuno recordar una de las enseñanzas que nos
ofrece León XIII en la Rerum novarum. Se trata de un mal capital "suponer
que una clase social sea espontáneamente enemiga de la otra, como si la
naturaleza hubiera dispuesto a los ricos y a los pobres para combatirse
mutuamente en un perpetuo duelo. Es esto tan ajeno a la razón y a la verdad,
que, por el contrario, es lo más cierto que como en el cuerpo se ensamblan
entre sí miembros diversos, de donde surge aquella proporcionada disposición
que justamente se podría llamar armonía, así ha dispuesto la naturaleza que, en
la sociedad humana, dichas clases gemelas concuerden armónicamente y se ajusten
para lograr el equilibrio. Ambas se necesitan en absoluto: ni el capital puede
subsistir sin el trabajo, ni el trabajo sin el capital. La concordia engendra
la belleza y el orden de las cosas; por el contrario, de la persistencia de la
lucha tiene que derivarse necesariamente la confusión juntamente con un bárbaro
salvajismo".