Germán Masserdotti
La Prensa, 04.06.2020
Cuando se habla de la
Doctrina Social de la Iglesia, suele salir como tema de conversación la
"opción preferencial por los pobres". Como precisa el papa Francisco,
para la Iglesia "la opción por los pobres es una categoría teológica antes
que cultural, sociológica, política o filosófica".
Para establecer el sentido
evangélico de esta "opción preferencial" -único sentido auténtico,
conviene aclarar-, corresponde tener presente los puntos básicos de referencia
enunciados por san Juan Pablo II en su Homilía del 11 de octubre de 1984 en la
Misa por la Evangelización de los Pueblos en Santo Domingo. Allí, el papa Wojtyla afirma, en primer lugar,
que la "opción preferencial por los pobres" debe realizarse "en
una línea de fidelidad al Evangelio, que prohíbe el recurso a métodos de odio y
violencia".
Agrega, inmediatamente: que
esta opción preferencial por los pobres, debe abrirse "a cuantos quieren
salir de su pecado y convertirse en su corazón" -es decir, no es exclusiva
y excluyente-; debe realizarse "sin que esa opción signifique ver al pobre
como clase, como clase en lucha, o como Iglesia separada de la comunión y
obediencia a los Pastores puestos por Cristo"; debe realizarse
"mirando al hombre en su vocación terrena y eterna"; debe realizarse
"sin que el imprescindible esfuerzo de transformación social exponga al
hombre a caer tanto bajo sistemas que le privan de su libertad y le someten a
programas de ateísmo, como de materialismo práctico que lo expolian de su
riqueza interior y trascendente"; debe realizarse "sabiendo que la
primera liberación que ha de procurarse al hombre es la liberación del pecado,
del mal moral que anida en su corazón".
Como señala Benedicto XVI,
lo primero que nos da la fe en Jesucristo es "una familia, la familia
universal de Dios en la Iglesia católica. La fe nos libera del aislamiento del
yo, porque nos lleva a la comunión: el encuentro con Dios es, en sí mismo y
como tal, encuentro con los hermanos, un acto de convocación, de unificación,
de responsabilidad hacia el otro y hacia los demás. En este sentido, la opción
preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios
que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza".
La
opción preferencial por los pobres, entonces, es evangélica. De este modo, ella
no debe relacionarse con la lucha dialéctica que, por otra parte, no soluciona
ningún problema porque se nutre de la injusticia para poder
"funcionar" contradictoriamente.
El Magisterio de la Iglesia
reprueba la violencia revolucionaria sin ambigüedades. También debe decirse que
esta condena no implica una especie de conformismo con las injusticias
generadas por un determinado sistema económico que es generado por seres
humanos de carne y hueso. Sin embargo, como señala la Instrucción Libertatis
conscientia sobre libertad cristiana y liberación de la Congregación para la
Doctrina de la Fe (22 de marzo de 1986), "en el recurso sistemático a la
violencia presentada como vía necesaria para la liberación, hay que denunciar
una ilusión destructora que abre el camino a nuevas servidumbres". En la
encíclica Populorum progressio, Pablo VI enseña que la insurrección
revolucionaria "engendra nuevas injusticias, introduce nuevos
desequilibrios y provoca nuevas ruinas".
"Dios es Amor",
enseña el Apóstol San Juan. "El
mensaje del Cristianismo es un mensaje de plenitud -afirma Carlos A. Sacheri en
`El orden natural'-. Plenitud humana y plenitud sobrenatural, armónicamente
conjugadas en la adhesión a una Verdad plena que es el mismo Cristo, el Verbo
de Dios encarnado, Salvador de los hombres".