Bélgica
y el suicidio asistido o la autodestrucción humana.
Carlos
Álvarez Cozzi
Las agencias de noticias nos dan cuenta por estas
horas de lo grave contra la vida y la dignidad humanas, que continúa sucediendo
en Bélgica, no muy diferente de lo que pasa en Holanda. Como ya es sabido, a la
eutanasia o suicidio asistido se ha agregado incluso una norma que autoriza
legalmente a los menores de edad a solicitar el suicidio asistido.
Es lo que en su brillante tesis el intelectual
catalán Josep Miró ha denominado consecuencias de la “sociedad desvinculada”,
en su libro de igual título.
Pero veamos el caso: En Bélgica se mató a una mujer sana sin siquiera avisar a sus hijos.
Tom
Mortier, un profesor de química de la Universidad de Lovaina, pasó a oponerse a la
eutanasia tras el suicidio asistido de su madre de sesenta y cuatro años.
En abril de 2012, Mortier se quedó traumatizado cuando el Hospital Universitario de Bruselas le llamó para informarle de que su madre, Godelieve De Troyer, había muerto por eutanasia el día anterior. El hospital quería que retirara su cuerpo de la morgue. “Aún sigo intentado entender cómo es posible que se practique la eutanasia en gente físicamente sana sin tan siquiera contactar a los hijos”, dijo Mortier.
En abril de 2012, Mortier se quedó traumatizado cuando el Hospital Universitario de Bruselas le llamó para informarle de que su madre, Godelieve De Troyer, había muerto por eutanasia el día anterior. El hospital quería que retirara su cuerpo de la morgue. “Aún sigo intentado entender cómo es posible que se practique la eutanasia en gente físicamente sana sin tan siquiera contactar a los hijos”, dijo Mortier.
Tras
la muerte de su madre, Mortier denunció al Dr. Distelmans
ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. También publicó una serie de artículos en
los que exponía otros casos moralmente cuestionables en los que estaba implicado el Dr.
Distelmans.
Adviértase el
desprecio por el don de la vida en todo este episodio. Don que si recibimos sin acto nuestro y no debemos
de disponer por acto nuestro. Cuando una persona, como esta señora, estaba
claramente necesitada de apoyo sicológico y siquiátrico para sacarla de la
depresión, en lugar de recibirlo, terminó encontrando a un médico complaciente
que en forma totalmente anti ética, cumplió con sus deseos de morir en forma
provocada.
El galeno, como si fuera Dios, decidió que su paciente, en lugar de
diagnosticar en forma urgente un apoyo para compensarla, aceptó rápidamente el
papel del Dr. Muerte y amparado por la normativa vigente en ese país, y le
provocó la muerte administrándole una inyección letal.
Donde quedó el
juramento hipocrático, la ética en la relación médico-paciente? Es tal el
materialismo imperante en esas sociedades, que la vida humana no es
trascendente, es una “cosa” disponible, es la simple supervivencia de un animal
que puede terminarse cuando se desee y por cualquier razón, incluso fútil.
Se parte del
presupuesto que la persona es dueña no sólo de su cuerpo sino de su propia vida
y puede terminar con ella cuando desee, como si ello estuviera dentro del
“comercio de los hombres” o fuera objeto de la autonomía de su voluntad. Que
una persona se quite la vida por sí misma es imposible de evitar para la ley
pero que ésta consagre eso y todavía lo considere un “derecho” para procurarlo
en forma asistida con la intervención de un médico es el colmo del relativismo
suicida. A eso parecen querer llevar a la humanidad: a su autodestrucción. Sólo
la recuperación de los valores y virtudes, sólo mediante la recuperación de la
cultura del vínculo humano podremos salir de este profundo pozo.