POR JULIO ALGAÑARAZ
Nueva denuncia shock
sobre la existencia y las andanzas de un “lobby gay” en el Vaticano. Un ex
comandante de la Guardia
Suiza , el centenar de alabarderos helvéticos que custodian al
Papa desde 1506, afirmó que el grupo de poder secreto es tan poderoso “que
resulta peligroso para la seguridad del Papa”.
El comandante Elmar
Maeder, actualmente administrador de una empresa farmacéutica en su país, dio
una entrevista al semanario suizo de Berna Schweiz am Sonntag que ayer rebotó
en algunos diarios italianos. “De la existencia de este lobby gay puedo hablar
por experiencia personal”, afirmó.
Maeder, de 51 años,
se refiere a los avances “lascivos” y hasta los manoseos sexuales de altos
prelados y algún cardenal a sus subordinados. “Puse en alerta a mis hombres,
intimándolos a tener cuidado ante ciertos personajes de la Curia ”, agregó.
“El problema es que
esta red (el lobby gay) está integrada por personas tan fieles entre sí que
constituyen una suerte de sociedad secreta”, que –según deja entender el ex
comandante de la Guardia
(elegido siempre entre los oficiales del ejército suizo)– sería más fuerte que
la misma institución vaticana.
“Si hubiese sabido
que uno de nuestros hombres era gay, nunca le habría permitido hacer carrera.
Aunque para mi la homosexualidad no es un problema, el riesgo de deslealtad
hubiera sido demasiado elevado”, señaló.
Maeder afirmó en la
entrevista que había denunciado a la Secretaría de Estado lo que ocurría y advertido
del peligro de este lobby gay, pero da a entender que tras seis años al comando
de la Guardia Suiza ,
entre 2002 y 2008, la respuesta fue tan insuficiente que prefirió renunciar al
cargo.
El semanario suizo
había publicado hace 15 días el testimonio de un guardia suizo que no pertenece
más al cuerpo, quien dijo que había sufrido molestias por parte de un prelado
de la Secretaría
de Estado vaticana y por parte de un cardenal.
El purpurado, según
el ex alabardero, lo habría llamado de madrugada a su celular para invitarlo a
su vecina residencia.
Francisco se encontró
con el difícil tema del lobby gay cuando fue elegido Papa, el 13 de marzo
pasado. En junio, algunos medios contaron un encuentro de Jorge Bergoglio con
representantes de la
Confederación latinoamericana de Religiosos y Religiosas
(Clar).
En ese diálogo, el
Papa argentino dijo a la delegación: “En la Curia hay personas por cierto santas, pero
también hay una corriente de corrupción. Se habla de un lobby gay y es cierto,
existe. Tenemos que evaluar qué se puede hacer”.
En julio, al regresar
de la Jornada Mundial
de la Juventud
en Río de Janeiro, Francisco respondió en el avión que lo traía a Roma, en un
largo diálogo con los periodistas: “Se escribe tanto sobre el lobby gay. Yo
todavía no encontré quien me presente la carta de identidad en el Vaticano que
diga ‘gay’. Dicen que hay. Creo que, cuando uno se encuentra con una persona
así, debe distinguir entre el hecho de que sea un gay del hecho de que forme
parte de un lobby. Los lobbies no son buenos. Esto es lo malo. Si una persona
es gay y está cerca del Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para
juzgarla?” Aquella declaración tuvo una enorme repercusión.
Cuando Francisco se
encontró con su predecesor Joseph Ratzinger, éste le entregó la documentación
de las investigaciones que realizaron para Benedicto XVI tres ancianos
cardenales. En 300 páginas describieron las alternativas del célebre caso
Vatileaks, o sea del robo de decenas de documentos de los aposentos
pontificios, por parte del mayordomo del Papa alemán, Paolo Gabriele.
Pero en esas 300
páginas había también un informe sobre el lobby gay como grupo de poder en el
Vaticano y sus mecanismos de funcionamiento. No se sabe si incluía los nombres
de altos prelados y cardenales. Lo cierto es que tanto el Vatileaks como las
presiones y chantajes del lobby gay vaticano contribuyeron a convencer a
Benedicto XVI de que debía renunciar, porque no lograba controlar los
escándalos y choques entre facciones internas de la Curia Romana , el
gobierno central de la
Iglesia.
Ratzinger además se
sentía muy cansado a sus casi 86 años y con poca fuerza para afrontar la crisis
de su pontificado. Renunció en febrero, un hecho histórico que abrió el paso en
marzo al Cónclave que eligió a Bergoglio. Antes, Benedicto XVI nombró jefe de la Casa Pontificia a
su secretario, monseñor Georg Gaenswein, quien aún desempeña ambas funciones y
reside en el convento del Vaticano donde vive el ahora Papa emérito.
Clarín, 21-1-14