GABRIELA MICHETTI
DIPUTADA NACIONAL
(PRO)
Cada año, más de 6
mil personas mueren en nuestro país como consecuencia de hechos de tránsito.
Estamos hablando de alrededor de 20 muertes diarias.
Muertes que, en dos
de cada tres casos, se producen como consecuencia de que el conductor había
bebido alcohol o violado la velocidad permitida. Junto a esta epidemia de
homicidios viales, hay un dato que completa el cuadro trágico: la cantidad de
esos conductores presos en la Argentina tiende a cero.
¿Cuáles son las
razones de esta impunidad que insulta a toda la sociedad?
En primer lugar, se
sigue sosteniendo que estos hechos son desgracias producto de la fatalidad o el
infortunio. Se habla de accidentes, de lamentables sucesos imprevisibles e
inevitables. Pero esto es inaceptable.
Aquí la mala suerte
no existe.
Las cosas que pasan,
en estos casos, son consecuencia de lo que hacemos o dejamos de hacer. Es
simple: si un conductor se emborracha y luego circula a 100 km/h en una calle
donde la velocidad máxima es 40 km/h y mata a alguien, debemos tener en claro
que esa muerte no se produjo por culpa del destino.
Hubo causas
concretas, un resultado esperable y un responsable del hecho. Así de claro.
Si queremos empezar a
desterrar la impunidad, debemos asumir que manejar no es un derecho, sino una
responsabilidad.
De lo contrario,
habrá que tolerar que todos los homicidios viales, por más aberrantes que sean,
sigan siendo considerados por los jueces como culposos, es decir como “sin
querer”, y por lo tanto excarcelables, de menor cuantía, sin entidad. Una de
las causas de la impunidad, entonces, es esta visión de los siniestros viales.
Ahora bien, muchos
jueces sostienen que, aunque quieran condenar al conductor que mató a una o más
personas manejando alcoholizado, drogado o por exceso de velocidad, no tienen
la norma necesaria para hacerlo. Y tienen razón.
Otra de las causas de
la impunidad es la resistencia de los legisladores a adecuar el Código Penal,
próximo a cumplir un siglo, a la realidad actual.
Junto con el diputado
Ernesto Martínez, del Frente Cívico de Córdoba, estamos intentando una y otra
vez que al menos se trate un proyecto que propone pena de prisión para los que
cometan homicidios viales por haber tomado alcohol por encima del nivel
tolerado, consumido drogas o manejado a más de 50 kmh por encima de la
velocidad permitida.
Esta propuesta cuenta
con el apoyo de organizaciones como Madres del Dolor, Conduciendo a Conciencia,
ACTIVVAS y Red de Familiares de Víctimas de Tránsito. La comisión de
legislación penal de Diputados, de mayoría kirchnerista, ha rechazado siquiera
discutirlo. Y aquí hay otro dato alarmante: muchos legisladores parecen
identificarse con los conductores irresponsables antes que con las víctimas, a
quienes en numerosas reuniones no dejaron expresarse.
“Con una víctima no
se puede discutir”, sostienen. Y eso es un gran error: a las víctimas hay que
respetarlas, escucharlas y aprender de ellas.
Segunda causa visible
de la impunidad, entonces, es la falta de leyes que estén a la altura del
problema.
Enlazada con esta
cuestión está la que, a mi criterio, es la tercera gran causa de la impunidad y
que, de alguna manera, explica las anteriores: una doctrina penal dominante que
ve a la pena como tabú.
Para quienes
sostienen esta posición, el castigo debería abolirse por completo. Frente a
este absurdo, un absurdo hegemónico, nosotros preferimos la teoría de la
prevención general, a partir de la cual una sanción justa y adecuada, que
reproche una conducta disvaliosa, servirá para que la sociedad entienda qué se
espera de ella y cuál será la consecuencia de la comisión de un delito, como
modo de disuasión.
Volvamos al comienzo.
Son 20 vidas que se pierden día a día, con su lastre de familias destrozadas
para siempre.
Nuestro país ya no
puede tolerar en silencio esta sangría. Porque si no terminamos con la
impunidad, reforzaremos lo que un papá que perdió a su hijo por culpa de un
conductor borracho me dijo una vez: “Si vos querés matar a alguien, no le
pegues un tiro. Emborrachate y atropellalo con tu auto, que al rato estarás en
tu casa como si no hubiese pasado nada”.
Finalmente, es obvio
que no vamos a terminar con este flagelo sólo haciendo que quienes acabaron
irresponsablemente con la vida de alguien tengan que pasar un tiempo en la
cárcel.
El Código Penal no
resuelve por sí mismo los problemas culturales porque aplique más o menos
penas.
Hay que trabajar en
múltiples dimensiones. Pero ésta es una, clara y justa. No podemos seguir
mirando para el costado mientras las estadísticas de muertes viales nos golpean
año a año.
Clarín, 11-6-13