Audiencia a los miembros de la Comisión Teológica Internacional
Señor cardenal,
venerados hermanos en el Episcopado,
ilustres profesores y profesoras, ¡Queridos colaboradores!
Es una gran alegría para mí poder acoger la conclusión de la Sesión anual Plenaria de la Comisión Teológica Internacional. Quisiera expresar, antes que nada, un sentido agradecimiento por las palabras que el señor cardenal William Levada, en calidad de presidente de la Comisión, ha querido dirigirme en vuestro nombre.
Las ponencias de esta Sesión este año han coincidido con la primera semana de Adviento, ocasión que nos recuerda cómo todo teólogo está llamado a ser hombre del adviento, testigo de la espera vigilante, que ilumina las vías de la inteligencia de la Palabra que se ha hecho carne. Podemos decir que el conocimiento del verdadero Dios tiende y se nutre de ese “momento” que nos es desconocido, en que el Señor volverá. Estar vigilantes y vivir la esperanza de la espera, no es, por tanto, un deber secundario para un recto pensamiento teológico, que encuentra su razón en la persona de Aquél que se encuentra con nosotros e ilumina nuestro conocimiento de la salvación.
Hoy tengo el placer de reflexionar brevemente con vosotros sobre tres temas que la Comisión Teológica Internacional está estudiando en los últimos años. El primero, como se ha dicho, está relacionado con la cuestión fundamental de toda reflexión teológica; la cuestión de Dios y en particular, la comprensión del monoteísmo. A partir de este amplio horizonte doctrinal habéis profundizado también en un tema de carácter eclesial: el significado de la Doctrina Social de la Iglesia, reservando, además, una atención particular a un tema que hoy es de gran actualidad para el pensamiento teológico sobre Dios: la cuestión del mismo estatus de la teología actual, en sus perspectivas, en sus principios y criterios.
Texto completo en:
Señor cardenal,
venerados hermanos en el Episcopado,
ilustres profesores y profesoras, ¡Queridos colaboradores!
Es una gran alegría para mí poder acoger la conclusión de la Sesión anual Plenaria de la Comisión Teológica Internacional. Quisiera expresar, antes que nada, un sentido agradecimiento por las palabras que el señor cardenal William Levada, en calidad de presidente de la Comisión, ha querido dirigirme en vuestro nombre.
Las ponencias de esta Sesión este año han coincidido con la primera semana de Adviento, ocasión que nos recuerda cómo todo teólogo está llamado a ser hombre del adviento, testigo de la espera vigilante, que ilumina las vías de la inteligencia de la Palabra que se ha hecho carne. Podemos decir que el conocimiento del verdadero Dios tiende y se nutre de ese “momento” que nos es desconocido, en que el Señor volverá. Estar vigilantes y vivir la esperanza de la espera, no es, por tanto, un deber secundario para un recto pensamiento teológico, que encuentra su razón en la persona de Aquél que se encuentra con nosotros e ilumina nuestro conocimiento de la salvación.
Hoy tengo el placer de reflexionar brevemente con vosotros sobre tres temas que la Comisión Teológica Internacional está estudiando en los últimos años. El primero, como se ha dicho, está relacionado con la cuestión fundamental de toda reflexión teológica; la cuestión de Dios y en particular, la comprensión del monoteísmo. A partir de este amplio horizonte doctrinal habéis profundizado también en un tema de carácter eclesial: el significado de la Doctrina Social de la Iglesia, reservando, además, una atención particular a un tema que hoy es de gran actualidad para el pensamiento teológico sobre Dios: la cuestión del mismo estatus de la teología actual, en sus perspectivas, en sus principios y criterios.
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