“No necesitamos una Iglesia que sea una
suborganización de la ONU”
Por Gabriel
Ariza | 14 mayo, 2019
El cardenal
Gerhard Ludwig Müller, prefecto emérito de la Congregación para al Doctrina de
la fe, no deja a nadie indiferente. Se ha convertido, muy a su pesar, en un
potente foco de atención. En su reciente visita Madrid, con motivo de una
liturgia solemne de la Orden Constantiniana, de la que es Gran Prior, ha
concedido esta entrevista en exclusiva a Infovaticana.
P.- Eminencia,
hablemos del concepto de sinodalidad. ¿Cuáles son los referentes
teológicos, según el magisterio de la Iglesia, de la sinodalidad? ¿Para qué se
está utilizando en la práctica, en la vida de la Iglesia, hoy este concepto?¿Hay
un riesgo de instrumentalizar esta práctica para otras cosas?
R.- Sinodalidad
es un neologismo. Antes existía la colegialidad de los obispos, el trabajo
junto con el papa. Y había los sínodos regionales, provinciales, el sínodo
general, el concilio ecuménico… Pero teológicamente es algo nuevo, con un poco
de invención. La colaboración es natural entre todos los miembros de la
Iglesia. Por eso no entiendo cuál es un sentido de sinodalidad que sea
diferente a lo que ya teníamos en toda la historia de la Iglesia. Como si los
procesos pudieran cambiar las ideas en la Iglesia. Más importante que los
procesos es orientarse hacia los principios clásicos de la Sagrada Escritura,
de la tradición apostólica, del magisterio, en las declaraciones, definiciones
infalibles… Estos son los puntos de referencia y no podemos cambiar poco a
poco la doctrina de la Iglesia para llevarla a las ideas que están en contra de
la Revelación.
P.- En este
sentido, hablando de procesos, ¿le preocupa la vía sinodal de la Iglesia alemana
como punta de lanza?
R.- Esto es una
locura. Ellos piensan que los abusos sexuales de parte de algunos clérigos
tendrían algo que ver con la interpretación de la sexualidad o con el celibato
y el acceso de las mujeres al sacerdocio. El caso de los abusos se
instrumentaliza para hacer otra agenda. Es absolutamente falso. Uno no puede
aceptar esto porque los abusos tienen muchas causas, entre otras la
desorientación de la moral. El fracaso de la moral personal y también
eclesiástica, dado que no se ha entendido bien la disciplina eclesiástica. Uno
es sacerdote de Jesucristo para dar un buen ejemplo a los demás. El sacerdote
corre el riesgo de caer en la tentación, de no respetar a los jóvenes en la
santidad de la vida, en la personalidad… Esas son las verdaderas razones de
este fracaso. La gran mayoría de los sacerdotes son buenos, no se puede hacer a
estos buenos sacerdotes culpables de la culpa personal de otras personas.
Nosotros sabemos que hay abusadores en las familias, que hay padres abusadores,
pero no se puede decir que la mayoría de estos perpetradores, de estos que
hacen estas cosas, son los padres. Porque la mayoría de los padres son buenos
padres.
P.- El texto de
Benedicto XVI sobre las causas de la pederastia en la Iglesia, ¿cree que ha
sido silenciado conscientemente por la argumentación que utiliza el papa
emérito?
R.- Él,
Benedicto XVI, dice la verdad y algunos
no quieren escucharlo. Inventan algunos teorías, que el arzobispo Georg
Gänswein y yo habríamos escrito ese texto. Es lo que he leído en la prensa. Él,
el Papa emérito, es más capaz de escribir estos textos que la mayoría de sus
críticos. Es decir, tiene una alta intelectualidad. Y él tiene la experiencia
suficiente, desde hace 60 años y también como prefecto de la Congregación para
la Doctrina de la Fe y después como papa. Los dos papas, Juan Pablo II y
Benedicto, hicieron todo lo que podían hacer contra la pedofilia en el clero.
Hay que reconocerles a ellos los méritos en la lucha contra esta peste. Los que
lo critican son ideólogos. La mayoría de estos no han leído, no ha estudiado
esta carta de 20 páginas o más. Solo han leído algunos títulos en los
periódicos que dijeron que el papa acusaba a la corriente del 68. Pero el papa emérito no ha dicho que son
culpables sino que preparaban la atmósfera del aniquilamiento de la moral y de
la conciencia.
P.- ¿Le preocupa
lo que pueda salir del Sínodo de la Amazonía?
R.- Lo que he
visto hasta ahora es muy superfluo. La razón de la carencia de sacerdotes no es
el celibato, es la falta de la preparación a la vocación, la vocación viene de
Dios y nos toca a nosotros escuchar y dar la respuesta a esta vocación de Dios,
que es una acto espiritual. La Iglesia tiene que fomentar una buena pastoral de
las vocaciones. El celibato es una realidad espiritual y quien no piensa en el
Espíritu de Dios no puede entenderlo. Como Jesús ha dicho: la gente del mundo
no entiende lo que es el celibato, dar la propia vida y no vivir en el
matrimonio, que es para nosotros un sacramento. Con el celibato damos también un
testimonio en la dimensión escatológica de esperanza para la vida eterna.
Porque la vida humana, cristiana, no termina en este mundo terreno. Tenemos una
esperanza más allá de esta vida. Todos los que hablan, que tienen sus
aspiraciones en este Sínodo de la Amazonía, hablan solo de algunos aspectos
prácticos. Y no entran en lo profundo de los temas. Piensan más según el mundo
que en un sentido espiritual.
P.- Usted ha
escrito varios libros sobre las mujeres y el sacerdocio. Ha habido una comisión
sobre el diaconado femenino. ¿Cree que se va a abrir la vida al diaconado
femenino y por tanto, en un futuro, al sacerdocio de la mujer?
R.- No.
Dogmáticamente no es posible. El papa no tiene el poder y la autoridad de
cambiar los sacramentos. Y nunca había un diaconado sacramental de las mujeres.
Y no se puede interpretar algunos datos de la historia en este sentido y nunca
la Iglesia dogmáticamente ha dicho que es posible que la mujer reciba el
sacramento del orden. Existe uno solo sacramento del orden: obispo, presbítero
y diácono, y no se puede separar, distinguir, el sacramento.
P.- Y una vía
intermedia de un diaconado ministerial no sacramental, ¿es posible?
R.- No. Por qué
llamarlo diaconado ministerial. Crearía una confusión en las palabras. Grandes
grupos de nuestros cristianos son instruidos por la prensa y no saben
distinguir teológicamente por una falta de formación teológica. Para eso
tenemos ministerios. Ministerios laicales también. Igual para los hombres y
para las mujeres. No tiene sentido construir algo con el sentido de diaconía
femenina, por que tenemos esta palabra –ministerios-, que procede del latín.
Por qué crear confusión. La palabra diácono es un término técnico para el
primer grado del sacramento del orden. No podemos terminológicamente confundir.
P.- Estamos en
un tiempo en el que la doctrina ha pasado a un segundo lugar. El primero lo ha
ocupado una concepción singular, incluso espiritual, de la praxis. ¿Qué papel
juega la doctrina en la vida cristiana, en la configuración de la identidad católica?
R.- Hay muchos,
ahora la Iglesia, que no saben qué es la doctrina. Piensan que es una teoría,
una especie de pensamiento. La doctrina de la Iglesia es el Evangelio de Jesús,
es la doctrina de Jesús, y de los apóstoles, y por eso es la presentación, la
verbalización del Logos, de la palabra de Dios. La doctrina de la Iglesia es la
explicación de la autorrevelación de Dios, y no es nuestra teoría sobre Dios, o
sobre algunos temas en la Iglesia. Se tiene que distinguir entre la doctrina
dogmática de la Iglesia y la doctrina académica de los teólogos. En esta
preparación de la llamada reforma de la Curia posponen la fe. Primero viene la
secretaría de Estado, que dicen verbalmente que la secretaría de Estado, con
las relaciones con los Estados, la diplomacia y la burocracia vaticana, está
más vinculada a la suprema misión del papa que la doctrina de la fe. Esto es
absurdo. Eso son algunas tareas mundanas, seculares. La misión espiritual viene
de Jesucristo. Jesucristo no ha constituido el Estado del Vaticano con su jefe,
y este jefe con su Estado gobierna la Iglesia. Es absurdo. Al revés es la
verdad. El Estado es solo una ayuda para garantizar la independencia, la
libertad del papa contra las influencias de los políticos. Pero no es la
esencia del ministerio petrino. Y cómo
se puede decir, entre los dicasterios, que viene primero el de la
evangelización y después la fe y la doctrina de la fe. La evangelización es la
praxis y la fe es la teoría. ¿Qué concepto de teoría y praxis tienen? ¿El del
sistema marxista? La fe es el origen, es la raíz de la justificación. Solo por
medio de la fe en Jesucristo somos salvados. Sin fe, ninguno puede agradar a
Dios. La fe es una virtud infusa. El primer don del Espíritu Santo a nosotros
es la fe y la esperanza, el amor. No se puede decir que la fe es solo una
teoría.
P – ¿Qué otros
aspectos de la reforma de la Curia le preocupan?
– También es muy
problemático que han sustituido las Congregaciones de los cardenales, que
representan la Iglesia romana, por dicasterios. Ahora tenemos solo dicasterios.
Los dicasterios son una burocracia. La curia romana no puede ser un aparato
burocrático para ayudar al papa, a las conferencias, a los obispos… Es una
realidad eclesiástica que representa a la Iglesia romana. Colegiado con el papa
como su cuerpo, está en primer lugar el colegio cardenalicio. La curia es
también una forma del trabajo del colegio cardenalicio. Y por eso, la
congregación es la expresión latina de sínodo. Hablan de la sinodalidad y
terminan con las Congregaciones, y en vez de sinodalidad o congregación ahora
introducen un término burocrático.
P.- ¿Qué le
motivó hacer pública su Confesión de fe?
R.- Era
necesario. Se habla mucho del clima, del cambio climático, de inmigrantes… y se
tiene que hablar sobre los temas de nuestra fe cristiana y católica. El
cardenal Kasper ha dicho que lo que yo había escrito eran algunos elementos
elegidos arbitrariamente por mí. Pero los temas son la Trinidad, la
Encarnación, la sacramentalidad de la iglesia, la unidad entre fe y vida y la expectativa
para la vida eterna, la dimensión escatológica. Es exactamente lo que dice el
símbolo, la profesión de la fe. Y estamos en esto. La Iglesia, como el papa
siempre dice, no es ONG, la Iglesia es la comunión en la fe, unidos en
Jesucristo, el hijo de Dios. La palabra de Dios que se hizo carne. Este es el
centro de la Iglesia, el sacramento en Cristo para llevar a la gente a la plena
comunión con Dios y entre nosotros, para dar un ejemplo o una señal de unidad a
la humanidad. Esto es la Iglesia. No necesitamos una Iglesia que sea una
suborganización de la ONU.
P.- Me gustaría
preguntarle sobre la formación teológica de los sacerdotes y los obispos.
¿Cuáles son las consecuencias de una ausencia de una formación teológica y
doctrinal de los sacerdotes y de los obispos?
P.- Los obispos
y los sacerdotes son los servidores de la Palabra. Por eso tienen que conocer
la Palabra. La inteligencia de la fe no es una realidad que viene de afuera
hacia la fe, viene de adentro, de la fe. La fe es un acto también racional.
Creemos con nuestra razón y con nuestra voluntad llevada de la gracia. Pero es
un acto verdaderamente humano. Y tenemos que estar preparados para dar una
respuesta a todos los que nos preguntan por la racionalidad de la esperanza que
está en nosotros. Tenemos esa gran tradición de la teología, de la
intelectualidad, de la fe. Todos los grandes maestros, sobre todo santo Tomás,
han hablado del obispo como el maestro de la palabra, como el que enseña la
palabra y tiene que conocer todos los elementos de la fe. No tiene que ser un
teólogo especialista como en la academia. Pero tiene que tener ese nivel. Tiene
que ser capaz de discutir con los profesores de teología. Tiene que informarse
cada día, leer la Biblia, estudiar la Biblia, los grandes textos y documentos
de la tradición apostólica. Y saber de los teólogos actuales. Toda la discusión
que tenemos hoy, la antropología, la falsa antropología, que define el hombre
como un ser biológico solo. Tenemos que dar respuestas convincentes a la
intelectualidad de hoy. No es suficiente ser ministros del culto, el
ritualismo, esto no es suficiente. O repetir algunas frases comunes. Tiene que
ser capaz de penetrar en los temas. Y por eso necesitamos un estudio de la
teología profundo, y también una formación permanente.
P.- En su
biografía hay un capítulo destacado con su relación con Gustavo Gutiérrez, con
quien elaboró también una teología sobre los pobres. Hoy estamos en un momento
en el que los pobres han adquirido un protagonismo singular como objeto
prioritario del discurso de la Iglesia en el sentido del Evangelio de que los
pobres están en el centro del mensaje. ¿Pero no se está utilizando este
discurso para algo más?
R.- Todo puede
ser instrumentalizado por parte de la ideología. Pero la fe cristiana, católica,
no es una ideología. Es la experiencia de la realidad de Dios en medio de
nosotros. Esta es la fe católica. Los pobres en el mundo no son una realidad
marginal. Es un gran tema, porque esos pobres son millones, viven bajo el nivel
de la dignidad humana. Con la fuerza de la fe, y el espirítu del amor, debemos
preocuparnos por el desarrollo integral de la humanidad. No puede ser que
algunos pocos sean riquísimos y otros no tengan nada. Las riquezas del mundo
son dadas para todos. La Doctrina Social de la Iglesia, y la teología de la
liberación en la línea de Gustavo Gutiérrez, dicen que esto no es ideología
marxista sino que nos plantea cómo podemos hablar de Dios frente a estas
injusticias, desigualdades y sufrimientos. La lucha contra la estructura de la
pobreza, contra la falta de la dignidad
humana, pertenece a la misión de la Iglesia, a la diakonía.