La legalización de la
marihuana abrirá puertas insospechadas.
Ricardo Trotti*
Mal o bien, la marihuana viene ganando terreno. En poco más de una década, se convirtió de droga ilícita
a permitida para uso medicinal en 14 estados de EE.UU. y su capital. Luego la
despenalización de su consumo se aceptó en varios países latinoamericanos.
Quienes favorecen la
legalización del cannabis anteponen conceptos prácticos y económicos. California,
por ejemplo, en ocasión de discutir la famosa Propuesta 19, en 2010, esperaba
recaudar 1.400 millones de dólares al año en impuestos. Preveía ahorrar miles
de millones por no tener que procesar a criminales y gastos carcelarios que
ascendían a 216 mil dólares al año por cada delincuente juvenil encarcelado, en
contraste con ocho mil dólares que se gastaban por un niño en el sistema
público escolar. Estimaban que la legalización blanquearía el mercado y
reduciría los precios de la droga; suficientes disuasivos para los
narcotraficantes.
Quienes están en
contra saben que la marihuana detona enfermedades psiquiátricas, provoca
adicción, incentiva el uso de drogas más fuertes, desinhibe conductas
delictivas, atrae efectos negativos al hogar y en el trabajo y provoca mayores
accidentes, por lo que los ahorros se transferirán como gastos a otro sector.
La sociedad estará más enferma y el narcotráfico no se diluirá; se enfocará en
otros negocios y productos más rentables.
Pero el mayor desafío
es para Latinoamérica. La legalización es una nueva contradicción de EE.UU.,
un país que apoya la erradicación de las drogas y el narcotráfico gastando
millones en los países de la región, a través de los planes Colombia y Mérida,
pero que hace cada vez menos para reducir el consumo; en definitiva, el mayor
incentivo de los narcotraficantes.
En una cumbre, el
mandatario colombiano Juan Manuel Santos ilustró el desafío que se avecina,
preguntándose cómo podía poner preso a un campesino pobre de su país por
plantar marihuana cuando será legal producirla, traficarla y consumirla en el
mercado más rico del mundo.
La legalización de la
marihuana abrirá puertas insospechadas. Es un error si se fundamentan criterios
económicos por sobre los problemas de salud pública o los efectos negativos en
el núcleo familiar, así como minimizar la necesaria discusión ética sobre el
tema y sus repercusiones morales.
La permisividad legal
que se conceda hoy a la marihuana nos debería hacer reflexionar sobre el después. ¿Será que la
ambición nos llevará en el futuro a legalizar drogas más duras y peligrosas?
*Periodista, desde
Miami