Como católica practicante, escucho desde hace años a los curas que fracasaron. Lástima que pasaron muchos años en darse cuenta de que el celibato, en su idea, es un disfraz que los atormentaba. Por fin se apartaron de la Iglesia, victimizándose como seguramente habrá muchísimos más.
A Horacio Frávega, le digo que no se haga ilusiones: sus manifestaciones publicadas el domingo último en La Voz del Interior no harán borrar ni arrancar de nuestros corazones la fe y el respeto a la Iglesia que tiene más de dos mil años, fundada y sostenida por Jesucristo, quien eligió a Pedro, seguramente pecador, negador, temeroso, y a otros, incrédulos y miedosos como los hay ahora.
¡Cómo puede alguien, que alguna vez fue ministro de la sagrada eucaristía, permanecer un solo día en una maquinaria maligna construida para dominar, oprimir y someter! Son sus palabras. Por último, nunca vaciarán los templos de los verdaderos creyentes. Aparte de los libros que escriben y escribirán, búsquense un trabajo y vivan de su esfuerzo, como hacemos todos, y cierren el pico.
Por Nélida Chaves de Maders. Córdoba
La Voz del Interior, 16-8-11