el exitoso documental que cuestiona la
ideología de género y que la crítica boicotea
Claudia Peiró
Infobae, 22 de
Octubre de 2022
El documental
“What is a woman?” (¿Qué es una mujer?), estrenado en junio, tiene tanta
audiencia como condenas de gente indignada con su temática. Es un largometraje
muy exitoso desde que se estrenó, en junio pasado, en los Estados Unidos, en la
web de noticias Daily Wire, creada en 2015 por el comentarista político Ben
Shapiro y el director de cine Jeremy Boreing. “Es a la vez el documental más
comentado y el más ignorado del mundo”, dijo el escritor y periodista Matt
Taibbi, colaborador de Rolling Stone. La mayoría de los críticos de cine se
negó siquiera a verla.
Dirigido por
Justin Folk y protagonizado por Matt Walsh, consiste en un recorrido por varias
ciudades estadounidenses -con un vuelo a Nairobi intercalado- y por diferentes
escenarios para entrevistar a profesionales, especialistas y ciudadanos de a
pie a los que se les formula una misma pregunta: ¿qué es una mujer?
Con ese simple
recurso, el documental logra exponer las contradicciones y debilidades de la
ideología de género que, para el protagonista y relator del documental, “es
realmente un asalto a la mismísima verdad”. Es decir, la teoría que divorcia
por completo la identidad sexual de la biología, que pretende que el sexo es
“asignado” al nacer.
En el comienzo del
film, Matt Walsh, escritor y analista político, se presenta a sí mismo como un
padre de familia inquieto por sus hijos ante una realidad que describe así: “Nuestra
cultura dice que las diferencias entre niños y niñas no importan, que si te
identificas como ‘algo’ entonces eres ese algo”. Y se pregunta: “¿Cómo ayudamos
a nuestros hijos a entender estas cosas cuando están siendo bombardeados con
mensajes de género e identidad que están en conflicto?”
No se trata de los
derechos de los trans, ni de discriminación, sino del postulado de que el
género es una construcción social y por lo tanto fluido, que se lo puede
cambiar casi a piacere, mientras que para el común de la gente y para la
ciencia el género tiene una base biológica innegable. Negar el binarismo es
negar la naturaleza que dota a las personas de órganos con diferentes funciones
reproductivas. “El sexo ha sido binario por millones de años”, dice por ejemplo
en el film el profesor canadiense Jordan Peterson, psicólogo clínico, cancelado
por la universidad de Cambridge por no plegarse al pensamiento políticamente
correcto.
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la diversidad
Los críticos de
cine adoptaron frente al documental la misma actitud que los entrevistados por
Walsh, que indignados cortan la charla apenas empiezan las preguntas
“difíciles”, recibidas como una agresión. Muchos críticos se negaron a verlo
aunque era tendencia en redes y pese a que fue la transmisión en vivo de más
tráfico en la historia del Daily Wire. Lo descalificaron como transfóbico y
tildaron a su realizador de fanático e intolerante.
Una excepción fue
el citado Matt Taibbi, que es progresista, y que cuestionó la actitud de sus
colegas: “La película, que intenta y no consigue que los activistas trans, los
académicos y los profesionales de la medicina ofrezcan una definición de la
feminidad, es tendencia”. Y ello a pesar de los críticos, acotó. “Ese es el
problema: que nadie del otro lado, ningún crítico de cine prominente, tiene ni
la libertad ni el valor de cubrir esto. Me parece extraño que todo el mundo
tenga tanto miedo”, señaló.
Hay personas que
verdaderamente sufren de disforia de género, es decir, una distorsión entre su
identidad sexual y su cuerpo; pero es un número ínfimo de casos. Acá se trata
de otra cosa: “Este aumento de la identificación transgénero no se debe a la
disforia de género”, dice Walsh, sino a un “contagio social” y a una “moda”.
Según el
Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DMA, publicación de la
American Psychiatric Association) de EEUU, se calcula que entre el 0,005 y el
0,014% de los varones y el 0,002 a el 0,003% de las mujeres entran en los
criterios diagnósticos de disforia de género. Pero muchos cultores de la
ideología de género pretenden que las transiciones se hagan con la sola
expresión de la voluntad de la persona, sin ningún período previo de
evaluación, ni intervención de profesionales. Denuncian que lo contrario es
“patologizar” el transgenerismo; cuando la intención que ellos tienen es
naturalizarlo.
Las entrevistas de
Walsh revelan hasta qué punto esta ideología ha penetrado en ambientes médicos,
académicos y en el público en general.
Es especialmente
impactante escuchar a Michelle Forcier, una pediatra especialista en
“transiciones” (de un sexo a otro), cuando Walsh le pregunta si decir que un
niño es varón porque tiene pene es una asignación arbitraria de sexo,
responder: “Decirle a una familia, basándose en ese pequeño pene, que su
criatura es absolutamente cien por ciento varón, sin importar qué más pueda
ocurrir en su vida, eso no es correcto”.
Cuando Walsh le
menciona sus “gametos masculinos”, ella es categórica: “No, tu esperma no te
hace varón”. Para Forcier, hasta la gallina tiene un sexo asignado -porque pone
huevos-, pero “no tiene identidad de género”. Menos mal.
El sexo es
biológico e incambiable, aun si la persona hace una transición. “Soy una mujer biológica. Nunca seré un hombre”, le
dice Scott Newgent, un hombre trans, a Walsh.
Matt Walsh
entrevista a profesionales y políticos y todos pasan a un estado de incomodidad
cuando él les pide sencillamente que digan qué es una mujer. O caen en
tautologías, como Patrick Grzanka, profesor asociado de la Universidad de
Tennessee, que respondió que una mujer es “una persona que se identifica como
mujer”. Enojado, le cuestionó al documentalista el porqué de esa pregunta... El
diálogo con este académico es muestra de una tendencia a la que pocas
universidades escapan: la proliferación de especializaciones, maestrías,
doctorados, etc., en estudios de género de dudoso rigor. Basta ver la poca
solidez del especialista ante las preguntas del entrevistador. Reacciona
indignado. Se molesta especialmente cuando Walsh le dice que busca la verdad:
“Esa es una palabra incómoda, transfóbica…”, le espeta.
Pero no hay que
creer que la pregunta es antojadiza: en la audiencia de confirmación de la
jueza Ketanji Brown Jackson, como magistrada asociada a la Corte Suprema de
EEUU, la senadora republicana Marsha Blackburn, de Tennessee, le pidió que
definiera a una mujer. Jackson se negó: “No en este contexto. No soy bióloga”.
¿Por qué es tan
difícil o incómoda esa pregunta? Es que la corrección política ha instalado un
clima de terror por el que nadie quiere ser calificado de transfóbico. Como el
dogma dice que las mujeres trans son mujeres, y los hombres trans, hombres, se
cae en eufemismos como personas menstruantes o personas con vagina o con útero
y ya no se puede llamar mujer a una mujer.
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dificultades que atraviesa el feminismo”
Esto se ha
extendido al punto de llevar a la cancelación de personas que están muy lejos
de ser “conservadoras” (como sí lo es Matt Walsh), como la autora de Harry
Potter, J.K. Rowling, por quejarse de que no se llame “mujer” a una “mujer”.
Por eso no sorprende que los críticos de cine estadounidenses no hayan querido
ni siquiera ver el documental.
“What is a
Critic?”, ironizó un comentarista, porque mientras el film de Walsh recibía las
mejores calificaciones del público en Rotten Tomatoes, el numero de críticas
era ínfimo.
Ya sabemos que el
progresismo, hoy hegemónico en el plano cultural, es tanto o más autoritario
que “la derecha” a la que siempre denunció por represiva y censuradora. El que
se atreve a cuestionar sus postulados, es racista, homófobo, transfóbico,
sexista, intolerante, etc, etc.
Cuando Walsh le
dice a la pediatra Michelle Forcier que Lupron, la droga que bloquea la
pubertad, es la misma que se usa para la castración química de violadores, ella
se ofende: “Cuando usas ese lenguaje estás siendo maligno y dañino”.
De ahí a la
censura hay poco trecho. Walsh denunció en su cuenta de Twitter que la
Asociación Médica Americana les está pidiendo a las Big Tech y al Departamento
de Justicia “que censuren, desplacen, investiguen y persigan a los periodistas
que cuestionan la ortodoxia de las cirugías de género radicales para menores,
argumentando que la crítica pública es ‘desinformación’”
¿No tienen derecho
los padres, el público en general, a interrogarse sobre estos tratamientos que
antes que invasivos son castradores? La pediatra Forcier le explica a Walsh que
las “afirmaciones de identidad” -esta ideología ama los eufemismos- empiezan
cuando el paciente está listo. Recordemos que está hablando de menores. “Esto
puede suceder en una chica que está en el comienzo de la pubertad y entra en
pánico porque le crecen los senos, o un chico cuyo pene se está haciendo más
grande y más activo”, dice a modo de ejemplo. Ahí entran en acción las
“afirmaciones”: terapias hormonales que bloquean la pubertad y que, según
Forcier, no tienen efectos secundarios ni permanentes… De acuerdo a esta
pediatra, es como poner en pausa la reproducción de un video… Luego se da play
en cualquier momento y acá no pasó nada. Pero muchos especialistas cuestionan
la supuesta inocuidad de esos tratamientos. Sin mencionar las cirugías.
Otra especialista
dice: “¿Cómo pueden hacer mastectomías a adolescentes de 16? ¿Cómo puede estar
pasando esto?”
Tres de las
entrevistadas en el documental "¿Qué es una mujer?"
Buena parte del
documental está dedicada a exponer este uso de bloqueadores hormonales de
pubertad. ¿Qué adolescente no se inquieta cuando empieza el desarrollo de sus
órganos sexuales? ¿Corresponde poner en duda su identidad por la sola
incomodidad que generan los cambios típicos de esa edad? Cada vez más, estos
tratamientos hormonales son usados con una liviandad que asusta, apenas un
adolescente expresa dudas sobre su identidad sexual. Políticos, médicos y
psicólogos promueven alegremente la idea de que los humanos pueden cambiar de
sexo, cuando las cirugías y las hormonas solo modificarán la apariencia
exterior de la persona y, además, no son tratamientos inocuos.
Walsh aborda el
caso de un padre, Robert Hoogland, condenado a seis meses de prisión en Canadá
por oponerse a la hormonación de su hija para cambiar de sexo. “Se considera
violencia criminal usar el pronombre equivocado”, dice Hoogland que fue
condenado por negarse a llamar “hijo” a su hija. La madre de la adolescente
tiene de su lado al gobierno y a la ley. El hombre está en libertad bajo
fianza. No crean que estos temas nos son ajenos, porque en Argentina el
Congreso ha votado una Ley de Identidad de Género que habilita la transición
hormonal y quirúrgica de niños.
En el film se ve
también el testimonio de Scott (Kellie) Newgent, transgénero, víctima de mala
praxis, que ha creado TReVoices, para oponerse a la transición médica de niños;
él desmiente categóricamente que la hormonación sea inocua y reversible.
Entrevistado por
National Review, Matt Walsh dijo que el transgenerismo es “como la vaca
sagrada” y que los activistas trans “se sienten autorizados a decir cualquier
cosa y a amenazarte”, porque “si los cuestionas eres la peor clase de
blasfemador”.
A los que lo
llaman “extremista” y “dinosaurio”, Walsh les recuerda que las cosas que él
dice eran consideradas “hechos biológicos” hasta hace apenas dos décadas. “Esta
es una lucha que podemos ganar”, dijo. Y aclaró: “Cuando digo ‘nosotros’, me
refiero a las personas racionales y cuerdas... No hace falta ser conservador
para darse cuenta de que los hombres son hombres y las mujeres son mujeres”.
Y en cuanto a cómo
descoloca a sus entrevistados, dice que, si pueden “ser puestos de rodillas por
una pregunta” es porque “ahí hay una verdadera debilidad”.
“Creo que la
ideología de género puede ser vencida porque no resiste ningún tipo de
escrutinio -insistió-. Lo único que hace falta es que tengamos un poco de
audacia, que la miremos a la cara y hagamos algunas preguntas básicas”.
Sin embargo, son
llamativas las entrevistas callejeras del documental -a jóvenes al azar y a
mujeres en una marcha feminista- por la naturalidad con la que asimilan
realidad a subjetividad: “Si es real para vos, entonces es real”...
En eso consiste su
documental: tiene momentos desopilantes y otros angustiantes porque hay
testimonios fuertes. Su principal mérito es exponer este pensamiento y mostrar
hasta qué punto está impregnando las mentalidades.
Particularmente
graciosa es su visita a una comunidad rural de Nairobi para indagar sobre estos
temas. Los locales ni siquiera entienden de qué les está hablando Walsh, que
entonces concluye que esto del transgenerismo es una preocupación
exclusivamente occidental.
Otro momento
insólito es cuando Gert Comfrey, psicoterapeuta, le dice que no puede definir
qué es una mujer porque ella no lo es… cuando visiblemente sí lo es.
Debbie Hayton,
periodista y docente británica trans, pero que cuestiona la ideología de
género, sostiene que el documental crea conciencia sobre una realidad. Pero
señala que Walsh “no explica por qué una idea tan extraña ha cautivado a la
sociedad”. “¿Por qué tanta gente -especialmente joven- se identifica como
transgénero o no binaria?
Es “la” pregunta
que hay que responder.
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critica la negación de la biología
El film apunta
contra Alfred Kinsey y sus estudios sobre la conducta sexual, y sobre todo
contra John Money y su teoría de que el niño nace con un género neutro.
Algunos pocos
críticos que sí vieron el film lamentan que Walsh no haya entrevistado a varias
ensayistas que han realizado críticas exhaustivas de la ideología de género,
como Helen Joyce, Kathleen Stock y Julie Blindel.
Debbie Hayton
comparte sin embargo la preocupación del autor del documental por la
multiplicación de intervenciones transgénero en niños. Walsh entrevista a Marci
Bowers, mujer trans, cirujana que lleva practicadas unas 2000 vaginoplastias,
operaciones de transición. Al respecto, Hayton dice: “Seamos claros en lo que
esto significa. A un niño demasiado joven para tener un tatuaje se le extirpan
los testículos y se le filetea el pene”.
Y en cuanto a la
insistencia en que atletas trans compitan en la categoría femenina, Hayton
dice: “Al imponer esta vil tontería a los estudiantes, al punto de obligar a
las chicas jóvenes a compartir los vestuarios con los chicos, se los priva de
la seguridad y la privacidad, y también de algo más fundamental, que es la
verdad”. Este tema también es abordado en el film con testimonios de mujeres
deportistas que están obligadas a callar por miedo a la sanción o la expulsión.
Cuando se animaron a protestar, la respuesta fue: “Eres transfóbica”. O, en el
mejor de los casos: “Podemos ayudarte a superar esto con psicoterapia”.
Por último, ¿qué
hubiera respondido el propio Matt Walsh a su pregunta?: “Habría dado una
respuesta biológica, porque esa es cien por ciento la respuesta. ¿Qué es una
mujer?: una hembra humana adulta”.