fe y compromiso ante las ideologías
Religión digital,
04.03.2021
Últimamente han
surgido cuestiones sobre los intelectuales inspirados por la fe e iglesia que,
parece, se echan en falta. Ya San Pablo VI nos comunicaba que, “si es verdad
que el mundo se encuentra en un lamentable vacío de ideas, Nos hacemos un
llamamiento a los pensadores y a los sabios, católicos, cristianos, adoradores
de Dios, ávidos de absoluto, de justicia y de verdad: todos los hombres de
buena voluntad. A ejemplo de Cristo, Nos nos atrevemos a rogaros con
insistencia «buscad y encontraréis» (Lc 11, 9); emprended los caminos que
conducen, a través de la colaboración, de la profundización del saber, de la
amplitud del corazón, a una vida más fraternal en una comunidad humana
verdaderamente universal” (PP 85).
Acogiendo estas
enseñanzas de San Pablo VI y los otros Papas, como Francisco, es esencial pues
que esta fe con su humanismo ético e integral, tal como nos transmite la
doctrina social de la iglesia (DSI), oriente la cultura, la vida pública,
política y económica. Y es
que como nos sigue mostrando San Pablo VI, la ruptura entre Evangelio y cultura
es, “sin duda alguna, el drama de nuestro tiempo" (EN 20). Ello debido en
muy buena medida, prosigue el Papa, a que se han puesto las ideologías por
encima de la fe y la ética con sus valores o principios. Es, por tanto, un
pensamiento e inteligencia que guiados por la fe con su ética humanista y la
DSI: lleva al compromiso por el Reino de Dios que nos trae la vida, la
dignidad, la paz, la fraternidad solidaria y la justicia liberadora con los
pobres de la tierra.
En la historia de
la fe e iglesia, los denominados como Santos Padres y Doctores de la iglesia-
como por ejemplo San Agustín o Santo Tomás de Aquino-, u otros sabios e
intelectuales contemporáneos, han desarrollado una inteligencia y cultura que
buscan la verdad, la belleza y el bien más universal. Más allá de academicismos
y honores mundanos con sesgos intelectuales “de escritorio” o de salón, como nos
transmite Francisco, se trata de posibilitar un pensamiento con una síntesis
vital y cualificada, dotado de perspectiva humanista e interdisciplinar, que
lleve a la responsabilidad por una sociedad-mundo según este Reino, que nos
trae su salvación liberadora e integral.
Es una cultura
ética y espiritualidad atravesada por la com-pasión, ese principio de la
misericordia que acoge en el corazón solidariamente el sufrimiento, mal e
injusticia que padecen los otros, los pobres y las víctimas. Frente a las ideologías
e ideologizaciones o colonizaciones culturales, guiados por este humanismo
moral y la DSI, la fe nos llama a promover un desarrollo humano y ecología
integral en esa armonía y comunión fraterna con Dios, con los otros y con toda
la creación. Una conversión espiritual, humanista y ecológica integral que
escucha el grito de los pobres junto a las víctimas de la historia, promoviendo
la justicia social y el cuidado de la vida en todas sus fases o dimensiones
(formas), que acoge el clamor de la tierra impulsando la justicia
socioambiental.
En oposición a
estas colonizaciones ideológicas, esta ecología integral y bioética global
cuida de toda vida y familia, alentando el amor fiel del hombre con la mujer
abierto a esa vida con los hijos, la misión, la solidaridad, el bien común y el
compromiso por la justicia con las familias empobrecidas. Es una iglesia y
familia pobre con los pobres en la solidaridad de vida, de bienes y acción por
la justicia frente a la cultura y familia burguesa e idolatrías de la riqueza-ser
rico, del poder y la violencia.
En contra del
asistencialismo y elitismo paternalistas, se trata de desarrollar una cultura e
inteligencia que posibilite el protagonismo de las personas, de los pueblos y
los pobres como sujetos de su promoción liberadora e integral, como gestores de
la vida pública, política, económica y cultural. Un pensamiento político guiado por el
principio del bien común, esas condiciones sociales y de todo tipo que aseguran
todos los derechos humanos, propiciando el desarrollo humano e integral de las
personas.
Una economía que
tiene como clave de la cuestión social: el principio del trabajo, la dignidad
del trabajador con sus derechos como es un salario justo, antes que el capital;
el principio del destino universal de los bienes, la equidad en la distribución
de los recursos, que tiene la prioridad sobre la propiedad. La economía ética
para regular el mercado y la propiedad que no es un derecho absoluto e
intocable sino que, ejerciendo su intrínseco carácter solidario y social,
siempre está subordinada a dicho principio de los bienes comunes para toda la
humanidad. La cultura y pastoral obrera han de desarrollarse, para llevar así
el Evangelio al mundo del trabajo, con esa vida solidaria y autogestión de los
trabajadores en esta economía social (cooperativa), que haga de la empresa una
verdadera comunidad humana.
Una ética
comercial, un comercio justo, y financiera con la banca ética que erradique la
especulación y usura con todos esos créditos e intereses abusivos, injustos y
usureros que dominan. En esta dirección, es clave la participación y el
protagonismo de los movimientos populares, todos estos trabajadores,
campesinos, indígenas... que reclaman las 3 “T”, tierra, techo y trabajo para
todos. Ese estado social de derechos con un trabajo decente y un sistema fiscal
justo donde quien más tiene, como el capital o las grandes empresas u
operaciones financieras-bancarias, más contribuye al bien común. Junto a la
políticas públicas y sociales que aseguren esos derechos con la universalidad y
calidad de la educación, sanidad, vivienda, alimentación, agua, salarios y
rentas básicas incondicionales, sostenibilidad y la paz frente a toda guerra o
violencia.
Por todo ello, se
hace necesario e imprescindible impulsar escuelas de formación humana y social,
en especial para los laicos, que animen la vocación y misión al servicio de
todo ese inherente amor social, civil y la constitutiva caridad política que
busca este bien común más universal y la civilización del amor. Y, de esta forma,
ir a las raíces y causas de los problemas, de los males, desigualdades e
injusticia de todo tipo; que nos vayamos liberando integralmente de todo mal y
pecado personal, social, institucional y estructural, esas estructuras
sociohistóricas de pecado que generan más maldad e inequidad.
Tal como se puede
comprobar, frente a todas esas ideologías, la fe con su humanismo ético y DSI
puede aportar verdad, belleza y bien a la cultura, al pensamiento e
inteligencia. Una espiritualidad y compromiso moral que, siguiendo a Jesús,
otorga a la existencia un sentido, humanización, felicidad, realización,
trascendencia y vida plena-eterna.